Capítulo 4. El medallón del conde.

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Max se despertó al oír el relincho de caballos sintiendo el carruaje entre pedregales, se tocó la cabeza al sentir dolor y descubrió que no tenía sangrado, recordando el asalto que había sufrido, y como le habían quitado su medallón, su dinero y sus ropas.

-!Aghhh!,-  dijo muy enfurecido, buscaría de todas las maneras posibles, encontrar al asesino de Anne, aunque éste le hubiera ganado la primera batalla.

Afortunadamente para él, Davina su última querida una rubia de senos grandes y cintura estrecha, había dejado un chal muy curioso y llamativo en uno de los cajones escondidos en el piso de su carruaje junto con un puñal que el siempre guardaba por precaución, sacó el chal decidiendo que hacer, pero de eso a nada, Max decidió que no podía pasar más vergüenza. Así que paró el carruaje como pudo, y se pasó al lugar del conductor (afortunadamente, no me robaron el carruaje ni los caballos-pensó, aunque el carruaje traía el sello de su familia, y hubiera sido reconocido en todas partes), se cubrió lo que pudo, tratando de ubicarse y al ver una posada se dirigió hacia allí.

...

Eleanor estaba en su cabaña removiendo las brazas de la chimenea, perdida en sus pensamientos. Al parecer había asaltado al marido de su hermana, y lo había dejado en paños menores. Sonrió al recordar la cara del conde al sentirse ultrajado, (petulante, arrogante y vanidoso-pensó ella- ellos viven de lo mejor, y tienen al pueblo en la pobreza).

Hacía muchos años que Eleanor no estaba tan intranquila, desde la muerte de su madre de crianza, hace más de diez años atrás. Pero sentía el corazón latiendo le muy ansioso desde que asaltó al conde, lo cual era ridículo por supuesto, ya que el no significaba nada para ella, tocó el medallón que traía en sus manos, el hermoso castillo en miniatura, bajo el sol resplandeciente dió una llamarada de brillo al moverlo a la luz del fuego. Era hermoso, sencillamente la joya más linda que había visto en su vida, y había visto muchas tanto de su hermana y madrastra, como las que había robado, pero esta joya sobrepasaba por mucho todas aquellas otras, quizá tuviera que ver con el significado sentimental para el  conde pero nunca lo sabría y ahora la joya era de ella, así que se la puso en el cuello, muy escondida, pues el conde íba a buscarla y si se la encontraban a ella era muy malo, pero arriesgar su vida así no importaba mientras en su cuello estuviera esa joya, miseriosamente, le causó alegría que el conde intentara buscar esa joya, aunque desechó inmediatamente tal pensamiento.

Semanas después.

Eleanor daba filo a su espada en el porche de su cabaña. Estaba vestida con sus pantalones, su camisa y saco que cualquiera que la viera a simple vista, creería que se trataba de un muchacho. Estaba concentrada en su labor, había oído noticias por parte de Andro, que su padre ya había puesto fecha para la boda. Tenía que moverse rápidamente si quería impedirla, y entre más rápido fuera mejor

Había revisado detenidamente los papeles que le dió su hermana, y había descubierto que eran auténticos.

-George, ¿Has mandado ya lo que hemos reunido a Richard? -preguntó Eleanor. Sencillamente Richard era su amigo auque se vieran pocas veces al año, ella sabía que podía contar con él. Richard era un hombre joven llegando a la treintena, alto, amable y aliado de William.

-Si Bella, doce hombre han escoltado a Andro a encontrarse con Richard.

-Perfecto, quiero que se reúnan todos aquí, al parecer habrá nuevos planes. Avísales a todos dentro de los días que regresen, que hay una misión importante.

-Si, Bella, pero que misión si se puede saber?

-Hay un tal conde Savage, que tiene una buena fortuna para que apoye la causa a la fuerza. Pero eso no es todo, mis motivos son personales George, él es culpable de la muerte de mi media hermana.

LA LOBA VINTERIWhere stories live. Discover now