Capítulo 31

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    Cómo era de esperarse, Fabrizio nos interceptó y nos convenció de dejar la despedida de soltera para el final de la noche. Según sus palabras – porque estaba segura, sólo quería retrasar el hecho – quería tener nuestra última salida cómo pareja, antes de entregarme a la hoguera – Y por tal, entiéndase de Lucía – Quién, de mala gana accedió, sólo por atender a las gemelas para organizar todo para la escapatoria y hacerla épica.

Las palabras de mi dulce ángel rubio, lograron aplacarme un poco. Él tenía un punto a su favor. Realmente, nunca tuvimos una cita cómo jóvenes enamorados ¿Y qué mejor, qué el lugar qué yo conocía perfectamente, y dónde todo comenzó? No me parecía ninguna mala idea. Y, prometió qué sería lo más juvenil y menos complicada de todas, nada de vino ni sus gustos exquisitos.

- Así qué... - Me abrazó, besando mi frente al salir de mi habitación, sonriéndome. Estaba tal como lo prometió, abrazado a su parte joven. Jeans gastados, aunque claramente de marca, una camiseta ajustada, y para mi sorpresa de tenis. Alcé una ceja al notarlos. - ¿Tenis, eh? – Había estado, obviando esa conversación, pero ya no podía dejar de molestarlo.

Alzó los hombros, atrayéndome a su abrazo.

- ¿Lista para elegir, novia? – Asentí, la verdad es que posterior a al almuerzo, había estado con malestares muy extraños, y un poco mareada. Desde la probada del vestido, apenas me comenzaba a sentir mejor. Pero no dejaría que eso me aguara la noche.

- Creo, qué hoy quiero ver una de acción. – Ladeó el rostro divertido.

- Acción me parece bien. – Se acercó a la taquilla, ojeando las opciones, pidiendo a la chica qué parecía un mar de babas, dos entradas a la siguiente en lista.

Aún faltaba casi una hora para la película, así que volvimos a dar otra vuelta al centro comercial, chillé cómo una niña al vislumbrar un puesto de gomitas y caramelos por pesos. Él sonrió, radiante, acercándome para ordenar tanto cómo creyó era saludable para mi propia salud. Me decidí por los gusanos ácidos, las formas de dientes de vampiros –con los qué bromeaba conmigo intentando morderme – y, otros diversos. Rió encantado, con mis expresiones, parecía aprender algo nuevo de mí qué no había notado antes.

Cuando faltaban veinte minutos para comenzar la película, nos acercamos a pedir nuestras palomitas y otras variedades – limitadas, cómo solicité – para verla.

Nos fuimos hasta arriba, en medio, y allí nos acurrucamos. El me daba cada tanto palomitas en la boca y luego yo trozos de chocolates, otras, simplemente nos quedábamos absortos con la trama. Relajados, tranquilos. Al finalizar, se adelantó para sostenerme de sus hombros mientras bajábamos las escaleras.

Realmente estaba aún llena, pese haber comido pocas cosas. Pero quizás era la sensación del dulce. Dimos una vuelta por las librerías, sólo quería ojear que había de nuevo, no me aferré a ninguno en especial porque él se iba a sentir tentado a regalármelo. Di un vistazo, y revisaba los estantes de libros de finanzas, observé a su costado y entendí porque no se acercaba a las revistas. Estaba en varias portadas posando, una muchacha qué quizás aparentaba escasos veintes y revisaba algunas, se percató haciéndoselo ver a su compañera, y ambas salieron a la caja cuchicheándose. Fabrizio no se giró siquiera a verlas, seguía sumido en los títulos de los libros, pero estaba segura lo notaba.

Seguí caminando entre los estantes, y al pasar por la sección de niños me quedé atontada viendo una niña de cabello oscuro y liso con su mamá, señalándole un libro de princesas y unicornios con el que podías interactuar. Sonreí al verla, finalmente la convenció y quedé allí, mirando los títulos. Ojeé a Fabrizio a lo lejos, ahora revisando los contenidos de uno.

Saga Delucios 3: Magnate Atemporal (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora