Capítulo 32

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El líquido en mis ojos y sentir tan cercano el cuerpo de otro hombre, me hacía lascerar la piel. No podía observar me, pero juraría que estaban pasandome hierros calientes por la piel. Sólo podía gritar, aunque eso no serviría de nada en ese momento.

  Escuché de inmediato como las puertas del local eran arrancadas y no tuve que imaginar demasiado para saber que eso era obra de Fabrizio. Inmediatamente, sentí como el peso sobre mi se quitaba a una velocidad impresionante y, una ola de aire fresco me bañaba junto a un perfume amaderado y cítrico.

Sí, estaba segura. Este era Fabrizio.

- ¡Cristo! ¡María! - Chistó. El tono de su voz, corto de exabrupto la reacción que traía.  Lo sentía, además lo conocía sumamente bien. - ¡¿Pero qué?!

Intenté abrir los ojos, pero no podía. Los restregaba una y otra vez tratando de abrirlos, pero el alcohol en ellos hacía arder junto con el humo de la máquina para ambiente. 

- ¡Ay Fabrizio! - Interrumpió Amelia- No es cómo tú lo viste. Hubo una emergencia. La que gritaba era Leyna. Se emocionó de más. Estaba bromeando con Lucía y ... - La voz apresurada de Amelia se detuvo lentamente y luego susurró una barbarie en voz baja. - ¿Qué es, eso ...? ¿Cariño te sientes bien? ¿Eres alérgica a algo?

Sentí me alzaron en peso y por el aroma era mi Fabrizio. Me asombré, pero me sujeté fuertemente mientras me depositaban en una silla menos tupida y con un aire más limpio. 

- Rayos, Fabrizio. - Está vez era Raúl. - Esto está llegando al límite... - Su voz era complicada. Allí había algo oculto.

Instintivamente comencé a sollozar. Mi pecho se apretó en mi tórax, no tarde en hiperventilar.

- ¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué me sucede Fabrizio?! - Busqué a tientas sus brazos y allí estaban, también buscándome. 

- Shh... Todo está bien. Sólo es algo... temporal. - Su espacio para mencionar la última palabra lo había convertido totalmente en un poema. - ¿Qué sucedió en tus ojos? - Inquirió.

- Creo que me cayó alguna bebida. Me arde demasiado tan solo intentar abrirlos.

- El muchacho era nuevo. Creo que, tuvo vergüenza. Cayó sobre la mesa al resbalar y baño el rostro de María sin querer. 

Comencé a sollozar, porque nunca me había gustado la atención excesiva. Y mucho menos, con seres semi-inmortales paralizados por alguna circunstancia alrededor de mí. Me daba, cierta... incertidumbre. 

- Tranquila, estoy aquí María  ¿Qué sucede? - Instó mi prometido. Intenté hablar, pareció entender mi disyuntiva y me abrazo y escondió en su cuello tomándome en peso para sacarme cargando del lugar mientras me susurraba cosas dulces en su idioma materno.

- ¿Fabrizio? - Raúl, esta vez fué quién pauso la marcha de mi rubio. A lo que él, sólo giró. - ¿Lo comprendes, verdad?

Sólo lo sentí asentír, mientras reanudaba la marcha.  Su teléfono no se cansaba de sonar. Debian ser algunas situaciones con la corporación.

Luego de un par de minutos sollozando, mientras solo me cargaba en silencio. El sonido del auto abriéndose y el clásico olor a cuero pulido, me abrazó junto a su textura mullida. Pude levantar un poco la mirada, apenas que podía abrir los ojos de tan inflamados que los sentía.

- María...

Su voz era rasposa, infinitamente difícil de entender. Terminé de secarme un poco con las manos. Mientras el me tendía de su bolsillo un elegante pañuelo con el olor más exquisito de la Tierra. 

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2023 ⏰

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Saga Delucios 3: Magnate Atemporal (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora