Capítulo 24

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Observé a ambos camareros, la chica inmersa en la mirada del joven, analizando alguna posibilidad que sólo ellos entendían.

Había tenido este lunar desde que yo tengo memoria - O quizás no lo recuerdo exactamente -, el punto es ¿Que rayos importaba un ingenuo y minúsculo colorete de piel?.

- Disculpen. - Aclaré mi garganta, tanteando mi taza de café - sigo acá, y me gustaría saber... Porque es relevante mi lunar. - enfaticé.

  Ambos se dirigieron miradas como sí habrían hablado de más, o algún secreto. E intentaron dirigir mi atención a otras cosas.

- ¿Como dijiste llegaste aquí? - Tanteó la chica. Rode los ojos.

- ¿De verdad? - Alcé una ceja, negando, tomando un sorbo de mi bebida. Ella alzó los hombros.

- Quiero asegurarme de decírselo a alguien que realmente sepa de que se está empapando. Porque esto es grande, y es un asunto delicado de lo cual sólo el y yo sospechamos.

  Respiré con profundidad. Observandoles y estudiando su mirada, parecían sinceros y hasta el momento todos en el lugar parecían ser confiables, ambos parecían normales y los Delucios debían confiar en ellos como para tenerles atendiendo una zona tan concurrida como lo es una cafetería.

- Bien... Sí, como les dije uno de ellos me acompaña.

- Pero,  ¿te acompaña o te acompaña? - añadió  la pregunta con una doble intención. Lo que hizo que automáticamente me sonrojara. 

- Ahm... Pues, creo que la segunda.

- ¡¿Como que crees?! Has de tener alguna seguridad, no lo sé, algo. - Grito sorprendida. El chico me observaba esperando algún dato más.

- Sí, hasta el momento sí.

- Oh cariño. ¿No te lo ha dicho nadie no es así? - Una media sonrisa delato algo que sino salía de allí sabiendo me arrepentiría.

- ¿Saber que cosa? - Traté de calmarme, ya saben, actuar natural. Desenvolvía un chocolate y les entregué uno para cada uno a lo cual contestaron un gracias pero sin perder el hilo del asunto, e intentando presionarme más.

- Que una vez que una de ellos o ellas para los chicos colocan sus ojos sobre su compañero, jamás volverán a sú vida anterior. Llegan para quedarse, y terminará esté hombre colocandote un anillo en ese dedo y una marca en medio del tórax.

- De... ¿El tórax?. - Inquirí asustada. El removió una palma al aire.

- En el corazón. - Aclaró.

   Me quedé unos segundos analizando aquello. Estaba segura era cierto, lo había vivido, pero no estaba segura sí exactamente en ese orden. Al fin y al cabo Fabrizio me había casado con el, antes de haberme enamorado de él. Y lo aclaro enamorado, porque de gustar, bah... Fue sólo verlo respirar.

- Comprendo... - Resolví en responder.

- ¿Y...? - Tanteó ella de nuevo.

Le observé extrañada.

- ¿Y... Que? ¿Que cosa?

- Necesitamos nombre. Conocemos a todos acá.

Les miré, y me sonroje nuevamente.

- Bueno, cariño no te culpo. Todos los chicos acá están... Como en rebeldía.

  La miré extrañada, y luego al chico buscando una explicación, el me miro con la misma expresión alzando los hombros.

  Se exaspero dejando salir un suspiro y continuó.

- Es que están como ellos quieren...

Alcé las cejas sin entender la mitad del chiste, pero riéndome por la que sí.

- Su nombre es Fabrizio.

  El chico se carcajeo en grande, y ella se sonrojo de inmediato.

- Y yo que había descartado al italiano que odia aderezo en su ensalada... - negó la chica.

  Ese comentario me dejó algo preocupada, quizás más por sentirme poco atractiva como para no poder enamorar a un tipo que tiene preferencias exquisitas.

- ¿Puedo preguntar, porque?

  El chico aún reía. Tratando de pasar las cosas.

- Es que, oye, tú eres tan... Tratable.

  Miré al chico quien asentia ahogado entre risas y el cohocolate atorado, a mi dirección.

- El hombre no soporta ni a su hermano - alzó las manos la chica, como sin entender la situación. - ¿te cortejeo con cubos de hielo o que?.

- No, chocolates de hecho. - Señalé los papelitos amontonados en la tapa superior de mi caja de bombones. A la chica casi se le cae la mandibula.

- ¡¿De verdad?! ¡No puedo creermelo! ¡Te ligaste al rubio guapo, gigantón y helado!

Tape mi rostro muy sonrojada. Mirando fijo mi café.

  Luego de varios minutos con ella dando brinquitos y negando una y otra vez sorpredida. Insistí al tema.

- ¿Y bien? - Reintente. - ¿Pueden decirme de que se trata el asunto del lunar?

  Las puertas se abrieron dando pasó a mi rubio hermoso, gigantón pero nada frío. Al menos no conmigo.

- Acá estabas. ¿Como sigues, cariño?

  Se acercó a mi, acunando mi rostro entre sus manos dándome un suave pero profundo beso. Obviando a ellos. La chica casi se le desencaja la mandibula, su amigo, era un tomate burlón. Ese hombre terminaría en urgencias en cualquier momento sino tragaba los chocolates. 

- Estoy bien... - Contesté con una suave sonrisa 

- Hola. - Saludó amablemente con una mano en mi cintura al estar sentada y la otra en su bolsillo.

Tan.... Guapo.

- Bueno... - añadió Fabrizio entrecerrando la mirada a ellos. - Acá hay tensión en el ambiente... ¿que sucede? Y no se molesten en mentirme.

  Sus rostros fueron poemas, hermosos poemas austadizos.

- Es.... Complicado. - Dijo el camarero 

- Mis especialidades. - Subió a una silla juntando sus palmas sobre la mesa. - Café expresso y dos magdalenas con crema de naranja, por favor.

  Y con eso dimos por sentado que el no se movería de allí hasta saber.

Y ni sabía que estaba por suceder... Rayos.

Saga Delucios 3: Magnate Atemporal (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora