Capítulo 30

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Me levanté temprano, deseaba sorprender a Fabrizio. Aunque, conociéndole no había dormido ni un poco. El, suele apuntar qué me retire del trabajo, pero jamás y realmente, jamás lo hacía el, verdaderamente.

Revisé el reloj y eran las cinco de la mañana. Tiempo suficiente, mi abuela se levantaba a eso de las seis, tenía tiempo para encargarme por hoy del desayuno.

Me desperté, fui al baño y aseé sin hacer mucho ruido. Tomé una muda de ropas limpias y me até el cabello en una cola de caballo alta.

Verifiqué los estantes, a decir verdad, debí haberlos revisado ayer. En ese caso habría tomado las medidas necesarias. Creo, qué tendría que ingeniármelas.

Preparé un café cargado. Dejé la mitad oscuro y la otra café con leche y espuma. Dejé en las estufas arepas y el problema sería rellenar. Para mi sorpresa había carne deshilachada en el refrigerador. Tomé todo y comencé a prepararla lo mejor qué recordaba. Un par de vegetales, claro.Una ensalada dulce de coles y zanahorias con cilantro para balancear y un poco de queso rallado en otra bandeja.

Miré todo, estudiando los balances de sabores. Revisé el reloj cuándo sentí ruido en la habitación de mi abuelita. Y eran exactamente las seis de la mañana. Mordí mi labio, pensativa. Recordé la última vez había ido por mantequilla de ajo y perejil y, me había tomado la libertad de hacer un quesillo que mantenía muy bien oculto hace un día.

- Huele, muy rico. – Soltó mi abuela detrás de mí sorprendiéndome. – Hija, me tan solo debías avisarme y te ayudaba mira todo esto.

- Me... asustaste, abuelita. – Toqué mi pecho, dónde sentía el corazón a punto de salirse corriendo. – Bendición y buenos días. – Le abracé ante el saludo de todas las mañanas desde qué era niña.

- Dios te bendiga, hija. – Acomodó mi cabello a un costado de mi oreja volviendo a la mesa. Estudiándola. - ¿Te hace falta algo o aún puedo ayudar?

- No, mi intención. En realidad era sorprenderte. – Le miré recelosa. – Y a Fabrizio... - Ella sonrió, asintiendo al ver la verdad completa. Tomando asiento. – Pues, seguramente le gustará. ¿Me sirves?

Asentí extendiendo la mano por un plato de la lava vajillas, y preparando dos para ella. Un café con leche y una porción de quesillo. Estudiaba sus reacciones y esta vez, sonreí yo.

- Está, muy buena. – Tomó un sorbo de bebida, respirando profundo. – Creo que voy a extrañar que me mimes así.

Tuve que morderme la lengua para que no, notase que me afectaba. Sí, aunque los días por venir eran hermosos, había algo agridulces en ellos. Y, era volver a despedirme de ellos esta vez, para con todas las de la ley, empezar una nueva vida junto a mi esposo.

Mi esposo.

Eso, sonaba... Diferente.

- Quizás, no esté para consentirte de esta manera. Pero, definitivamente, siempre te consentiré mientras esté a mi alcance. Te debo mucho, abuelita. A todos, y... - respiré profundo. – Sí, es difícil. Estar lejos de ustedes, pero ver qué puedo marcar la diferencia para ustedes, me ayuda a seguir adelante y puedan estar orgullosos de ello.

- Cariño. – Palmeó mi mano sobre la mesa. – Siempre, estuvimos orgullosos de ti. Antes y ahora. No hay diferencia. ¿Lo sabes, verdad?

Asentí.

- Bueno... Sólo quería lo supieras.

- Lo sé. – Sonreí, acercándole la comida. – Ahora, termina tu desayuno. Iré aseando.

Saga Delucios 3: Magnate Atemporal (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora