Capítulo 43

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Te prometo que vamos a volvernos eternos.


Abro los ojos y la luminosidad de la mañana me desconcierta. Juraría que aún era de noche, pero no. Me he quedado dormida toda la noche del tirón, es la primera vez que me pasa desde que estoy aquí. En seguida me percato de que estoy junto a Ezra, su maraña de pelo aplastado por la almohada me deja poca visión de lo que hay a mi alrededor. Me dedico unos segundos a localizar las extremidades de mi cuerpo; mis piernas enredadas con las de ella, mi brazo izquierdo bajo la almohada y el derecho abrazando con fuerza su cintura, como tratando de evitar de esta manera que se vaya a ningún lado.

Ese pensamiento me pone en alerta y, como me sucede siempre que la veo dormida, compruebo que su pecho sube y baja con regularidad. Suelto un pequeño suspiro de alivio al saber que su corazón sigue palpitando. Supongo que las enfermeras no tardarán en venir y dudo que les haga gracia verme tumbada en la cama, pero aun así, me doy el capricho de quedarme abrazada a ella un rato más, absorbiendo ese extraño olor a cama de hospital que se ha impregnado en su piel, estrechando su blando cuerpo contra el mío, perdiéndome un poco más entre su pelo, buscando la salida hacia su cuello, en el cuál, dejo un beso antes de levantarme. Lo hago cuidadosamente, para no despertarla.

Mi aspecto es de recién levantada y por mucho que estire la ropa continúa arrugada, mi pelo hecho una fiera y mis ojos legañosos, salgo al pasillo donde encuentro a Antonio y Lourdes conversando con un café cada uno en las manos.

Al verme, sonríen y se ponen en pie para darme los buenos días.

 -¿Qué tal fue todo? -habla su madre mostrando entusiasmo.

 -Genial, todo salió a la perfección y a Ezra le encantó -respondo regalándome a mí misma una sonrisa de felicidad al recordar la expresión de asombro que tenía en todo momento.

 -No sabes lo que nos alegra oír eso, Cayetana.

 -Te agradecemos mucho lo que has hecho por nuestra hija -dice Antonio abrazando por los hombros a su mujer que comenzaba a emocionarse-. Seguro que la has hecho muy feliz, y no solo anoche, sino todos los días que ha estado contigo. Jamás lo olvidaremos.

 -Yo tampoco lo olvidaré -contesto luchando por no romper a llorar, suficiente tengo con saber que mis ojos ahora mismo están vidriosos-. Y os agradezco muchísimo la ayuda que me distéis, no hubiera quedado igual de bien la sorpresa si no hubiérais hablado con el personal.

 -Ya sabes que por ella haríamos cualquier cosa, en eso nos parecemos -comenta Lourdes agarrando una de mis manos.

Unas pisadas al fondo del pasillo me hacen volverme y ver a mis padres venir hacia nosotros. Al llegar a mi altura ambos me dan un abrazo y mi madre me llena de besos. Están tan implicados en la situación como si fueran de la familia, aunque prácticamente lo son.

 -¿Cómo está? -pregunta mi padre.

 -Dormida aún.

 -Tu hermana nos ha dicho que la sorpresa salió de maravilla.

 -Sí, por suerte.

 -Bueno, vamos a entrar a verla -comenta Antonio con Lourdes abriendo ya la puerta.

 -Vamos a desayunar, cariño, debes estar agotada.

¿Lo estoy? No, creo que no. He descansado bastante bien, pero no digo nada y dejo que me lleven juntos hasta la cafetería. Nos metemos en el ascensor y durante el corto trayecto les resumo cómo fue la tarde viendo películas y la gran sorpresa final de la noche con las pantallas led. Las frases romanticonas y los besos que nos dedicamos me lo reservo para mí, son recuerdos demasiado valiosos y recientes como para dejarlos escapar del cofre de la memoria tan a la ligera.

Yo te vi pasar...Where stories live. Discover now