Capítulo 33

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Quiero un lienzo para hacer de colores tus lunares.


Se suponía que esta semana debía leerme "El árbol de la ciencia", pero la curiosidad me ha hecho leerme en tan solo dos días "Esto iba de matemáticas", y la verdad es que me ha gustado más de lo que esperaba. Es una historia muy bonita, no entiendo cómo no he sabido de este libro antes.

El viernes ha llegado y llevo toda la semana esperando ansiosa este día, Ezra me ha invitado a pasar la tarde en su casa, al parecer sus padres van a salir a un concierto de ópera y después a cenar, por lo que tendremos varias horas para nosotras solas. En parte estoy nerviosa por lo que pueda pasar, después de lo del probador me espero cualquier cosa, pero no puedo mentir, esa idea no me desagrada en absoluto.

Lástima que el tiempo no acompañe. Camino a su casa empieza a llover y me he dejado el paraguas, así que la llamo para que venga a recogerme con uno. De mientras, me refugio debajo del techo de una tienda. En poco tiempo se presenta con pasos rápidos y con un solo paraguas.

 -¿Y el otro?

 -Con uno es más romántico -contesta ella con una media sonrisa.

 -Debí suponer que harías algo así.

 -Anda, no te quejes.

Me abrazo a ella y emprendemos el camino a su casa casi al trote, la intensidad de la lluvia cada vez va a más, por suerte no estamos lejos de su casa. Cuando veo la fachada me sorprendo al ver que es bastante grande, mucho más que la mía. Aunque tampoco me extraña, sus padres tienen trabajos muy bien cotizados, y aunque mi padre también tiene un buen trabajo, no nos da para tener un nivel económico como el que parece tener Ezra.

Cuando entramos dentro se deshace de su chaqueta de cuero casi empapada y es cuando me fijo en el atuendo que ha elegido para hoy: unos pitillos negros rasgados por las rodillas, unas botas militares y una camiseta sin manga de color blanca y con la lengua de los Rollings.

Tras dejar la chaqueta en un perchero que hay junto a la entrada, se recoge el pelo en un desenfadado moño. Me gusta la forma en que lo hace, dejando al descubierto su cuello.

Me acompaña entonces hasta el salón y me invita a sentarme en un precioso y caro sofá de cuero blanco de tres plazas. Frente a mí, una tele de plasma parecida a la mía y una mesa baja con un bol lleno de patatas fritas.

 -¿Sesión de cine? -pregunto al ver como abre una puertecita del mueble donde guarda un montón de dvds.





Tarde de invierno. Frío de enero. Lluvia tranquila. El sonido de las gotas chocando contra el cristal de la ventana. Un sofá aplastado por dos cuerpos que se abrazan, que entrelazan sus piernas, que ríen y comentan, que comen patatas sin mirar la cantidad. En la tele una película romántica. Cualquiera sirve. Titanic quizás. No, demasiado triste. Moulin Rouge. Música. Risas. Y también lágrimas. Tampoco sirve. ¿Alguna película romántica con final feliz? Pocas, pero son todas tan bonitas...

Al final nos decantamos por Grease. Nos encantan las historias del chico malo y la chica buena. Cuando la pareja se besa nos entran ganas y los imitamos como hicimos en el cine. Cantamos las canciones a todo pulmón, sin importar que los vecinos nos oigan.

Sí, para mí esto es la cita perfecta. A solas, ella y yo. Sin miradas ajenas, sin nadie a nuestro alrededor. Momentos que se quedan para nosotras solamente, sin ningún testigo.

Ezra sabe que esta es la mejor manera en la que puedo estar tranquila, en la que los miedos no me atacarán y estropearán la cita, y a mí me encanta que haya preparado todo esto, como siempre pensando en mí más que en ella.

Yo te vi pasar...Where stories live. Discover now