10. Un chico MUY raro

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—¿Qué es lo que quieres pedir?

Seokjin sigue parado cerca de la puerta, estático y con la vista fija en su computadora, a pesar de que le dije que podía entrar. Veo el carrito de compras de la página y no veo nada complicado en las instrucciones que le pueda costar tanto como para interrumpir el beso que pude haber tenido con Kim Taehyung. Sí, sigo molesta con él, aunque no tiene idea del crimen que cometió hace unos instantes.

—Esas zapatillas... Y el resto de cosas.

—¿Para qué diablos quieres una antena de cable cuando ya tenemos una? —pregunto mientras veo la lista con los elementos.

—¿Qué diablos te importa a ti? —responde más rudo de lo que prefiero.

Abro la boca debido a la impresión, pues jamás me había hablado en ese tono; suele ser directo, preciso y responde lo suficiente, pero nunca así. Quiero reírme porque me ha dejado callada y sin saber qué responder.

—Lo siento... —logro decir arrastrando las palabras —Sólo me pareció extraño.

—No es para mí.

—¿Para tus padres? —asiente —Puedes pedir eso a parte y pedir el envío a su casa, si quieres, para que puedan instalarla. Puedo ayudarte con eso también.

—No, primero la necesito aquí...

—De acuerdo —le pido con una mano que se siente junto a mí para efectuar el pago y lo hace con algo de desconfianza. Observa la pantalla de su computadora y luego dirige sus ojos a los míos. Alcanzo a notar un leve destello púrpura en ellos e imagino que es debido a su cabello y una ilusión óptica, o definitivamente el casi beso con Tae me dejó loca —Necesito tu tarjeta.

—¿Mi... tarjeta?

—Sí... —digo obvia.

—¿De identificación? —pregunta tocando la billetera que parece estar en el bolsillo de su pantalón.

—No, de compras.

—¿Qué es eso?

Lo miro, analizando su rostro: me mira de vuelta con confusión, haciendo un leve puchero y frunciendo el ceño mientras ladea un poco su cabeza, similar a un cachorrito cuando escucha algún ruido extraño o muy agudo.

Mi mente comienza a hacer teorías y lo primero que viene a mi cabeza es que la antena es para que sus padres, en alguna provincia rural del país, tengan alguna diversión del cable para entretenerse y que la vida campestre de Seokjin no le ha permitido tener el acceso a la tecnología abismal de Seúl o a algo tan sencillo como una tarjeta de crédito. Pero toda esa teoría se va al carajo cuando recuerdo que me dijo que provenía de Gwacheon, una ciudad al sur de Seúl y no tan lejana a la tecnología.

—¿En serio no sabes lo que es una tarjeta de crédito o débito? —pregunto de manera amable y él niega un poco triste —Mmm... Es una tarjeta que te permite comprar cosas por Internet o pagar cuando no tienes efectivo. Se usa mucho ahora, incluso más que el dinero físico.

—Ah... Sin eso no puedo comprar estas cosas entonces...

—No... —respondo con algo de lástima. Quisiera poder ayudarlo, pero mi tarjeta no alcanza a cubrir todo lo que ha pedido.

Yoongi entra a mi habitación como perro por su casa y nos ve sentados juntos en mi cama, poniendo de inmediato una cara llena de confusión.

—¿Qué hacen? —se acerca y se sienta al otro lado junto a mí, observando la pantalla con curiosidad.

—Seokjin me pidió ayuda con una compra online pero no tiene tarjeta.

—¿Y para qué demonios quiere una antena? —pregunta y golpeo su costado con mi codo, mirándolo de soslayo para que se calle —Ah... —dice comprendiendo mi acción y esta vez se dirige a Jin —Si quieres puedo prestarte mi tarjeta y me pasas el efectivo.

—¿De verdad? Gracias, hyung...

Ambos miramos extrañados al pelimorado, pues el único mayor entre nosotros aquí era él.

—¿De qué año eres, Seokjin? —pregunta Yoongi con algo de seriedad y cerrando los ojos. No entiendo por qué se ofende tanto.

—1992.

—Yo del 93, no te corresponde llamarme así.

—Ah, estoy confundido porque todos te llaman así aquí —responde Jin.

Mi cabeza va como una pelota de ping-pong a medida que el par de chicos habla, aún con la computadora en mis piernas y la compra pendiente.

—Porque todos son menores que yo. Menos tú.

—Entonces, ¿yo soy tu hyung?

—Cuando tengamos algo más de confianza, tal vez —responde el pálido con enojo —¿Qué no te enseñaron tus padres los honoríficos y cómo usarlos? —pregunta poniéndose de pie y reprochándolo con el dedo.

—No.

—¿Por qué te ofendes tanto, Yoongi? —interrumpo —¿Es porque te ves mayor que él? Pequeño abuelo.

—No soy un abuelo. Y soy menor que él y me veo más joven que él porque soy más joven que él —dice hablando rápido y sin que su lengua se trabe en ningún momento.

Me río con ganas debido su actitud sólo para molestarlo más y me mira con fastidio, queriendo asesinarme por burlarme de él.

—¿Le vas a prestar la tarjeta o no?

—Primero el efectivo —dice cruzándose de brazos como un niño mimado y levantándole una ceja al pelimorado.

Seokjin se levanta y sale de mi habitación para ir en busca del dinero, mientras que Yoongi se sienta a mi lado de nuevo y me mira esperando una respuesta de mi parte, pero al no encontrarla pregunta de todos modos.

—¿Cómo es posible que sus padres no le hayan enseñado los honoríficos? ¿O en la escuela? —reclama de manera exagerada subiendo un par de tonos su voz.

—Y yo qué sé. Tal vez sus padres no son coreanos.

—¿Y cómo sabe coreano entonces? Y tiene nombre coreano, ojos coreanos...

—Pregúntale a él. Te dije que era un chico muy raro.

—Aquí están —la voz de Jin interrumpe nuestra pequeña plática y extiende el dinero en la dirección de mi amigo —1.000.000 de won.

—¿¡1.000.000 won!? Hyung, ¿eres millonario? —¿hyung? Este Yoongi, joder...

Hace un rato hizo tremendo berrinche por los honoríficos y ahora le dice hyung. Dios, quién entiende a este abuelo en cuerpo de veinteañero. Incluso se acercó a él con una sonrisa y recibió el efectivo sin mayor reproche.

Me dio los datos de la tarjeta y efectuamos el pago, informándonos por una ventana de la página de que el pedido llegaría en un par de días. Jin me quitó la computadora y agradeció con una reverencia en 90° para luego salir y volver a su cuarto.

—Eres un interesado, Min Yoongi.

—Oye, en estos tiempos nadie tiene 1.000.000 en efectivo. Aunque tendré que ir a depositarlos al banco antes de que los malgaste en soju y cerveza.

—Te apuesto a que lo malgastas antes de llegar.

—¿Quieres apostar? —eleva una ceja otra vez, desafiándome.

—1.000.000 de won estarían bien —extiendo mi mano para sellar la apuesta, pero me la rechaza empujándola con desdén.

—Ni muerto —logra decir antes de salir de mi habitación y enseñarme el dedo medio.

Lo adoro.

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❂ ᑭᕼOᙖOS ❂ ¦¦  Kιm SᥱokjιᥒWhere stories live. Discover now