32.- A fuego lento

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—Al fin despertaste, cariño —le dijo Daxa mientras terminaba de remover algo en la sartén—. Estoy haciendo lomo con salsa especial, el pan está recién horneado, ¿te apetece?

—Si, por favor —contestó un poco más animada—. Y que ese lomo esté bien jugoso, que se sienta la carne pura, intensa.— Al decir eso, escuchó a Madre uno soltar una risita—. Ya estoy harta del menú vegetariano, si como algo de carne con Aurea al frente me pone mala cara y dice que le da nauseas. Esa Fiurt tiene que ser una prueba de Luz eterna en mi camino —bromeó. Mejor así, prefería distraerse. Además, Daxa adoraba a Aurea.

—¿Cómo está, por cierto? Pobrecilla, no ha venido desde lo que le pasó, dile que quiero que se pase más seguido por aquí. ¿Le entregaste la ropa que le empaqué?

—Las nuevas botas se las doy luego, la ropa la llevaré regresando a clases.

—Ah, perfecto. Mira que esas desgraciadas Fiurt tienen abandonada a la pobre. Y una mierda que esas son las blancas palomas con sangre de Aziza en las venas. Esas lo que tienen es hielo —decía con rabia Daxa. Nunca le había preguntado si quizá tuvo algún conflicto con alguna Fiurt de joven, pero siempre las había detestado. De hecho, fue ella quien puso el grito al cielo y se quejó con la directora cuando se enteró que pusieron a una bruja de la sanación en la misma habitación de su hija. Luego, cuando conoció a la pequeña Aurea, acabó por cogerle cariño—. Esa niña ya no sé cuántos años lleva a la deriva en este lugar, ni esa ridícula de Clemence es capaz de pagarle la escuela, y eso que sé que recibe buen dinero por sus mierdas. Nadie se quiere hacer cargo de ella, puto aquelarre egoísta. Y no me sorprendería que la estúpida esa de Kissia la elija para reproducción, con lo miserables que son ya la veo que son capaces de pedirle a una niña de la que nunca se encargaron que se embarace por ellas. Ya vas a ver.

—Ojalá que no —murmuró Sybil mientras se servía un poco de jugo. Definitivamente su gran bocota y las palabrotas las heredó de Daxa—. Imagina a una criatura a cargo de Aurea, una desgracia sería.— Mamá rio. Apagó el fogón y poco después le sirvió el lomo con pan, sí que olía delicioso. Pasaba toda la semana de vegetariana esperando los días libres carnívoros en casa.

—Bueno, dile a Aurea que se pase. Ranea también la extraña.

—¿Yo qué?— Su otra madre apareció. Tal como imaginó, Ranea de seguro se levantó a primera hora de la mañana para trabajar en su peinado impecable. Después del desayuno empezaría la sesión de maquillaje. Apenas puso un pie en la cocina, Ranea la miró a los ojos. Le bastaron esos segundos para intuir la verdad—. Tú has tenido una crisis de ansiedad en la noche. Ni te atrevas a negarlo.

—Uhhh...— No dijo nada. Se llevó un poco de lomo a la boca para evitar responder. Sus dos madres la miraban a la expectativa—. Si, ¿y qué? ¿Acaso no estuvieron nerviosas ustedes cuando se iban a comprometer? Es lo normal.

—No, Sybil —le dijo Ranea y se sentó frente a ella—. Una cosa es estar nerviosa, otra no pegar un ojo por las palpitaciones y la falta de aire. ¿Te parece a ti que está bien eso?

—No me pasaría eso si estuviera, no sé, soltera y sin futuro compromiso.

—Cielo —habló Daxa—. Te dijimos desde un inicio que si no deseabas esto solo tenías que negarte. Pero no, dijiste que te encontraste con América y que quedaron en casarse para ser brujas de instrucción. ¿Qué cambió ahora?

—Nada —respondió y volvió a la vista a su plato del desayuno—. Es solo que no estoy preparada para eso.

—No te tienes que casar de inmediato, el compromiso puede ser tan largo como deseen —aclaró Ranea.

—El tema no es ese exactamente. Sino que me voy a casar con una bruja marcada por un vampiro, y que probablemente no dejará que le toque ni un dedo durante todo el matrimonio. No sé, eso... eso me tiene mal —admitió al fin. Notó a sus madres mirarse de lado. Supuso que para ellas también era tarde para dar marcha atrás, habían dado su palabra.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Where stories live. Discover now