🧿✨Guarda el secreto ✨🧿

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P.O.V. BILL

26 de agosto, 2019:

Los Ángeles:

Mucho alcohol, especialmente vodka; jamás podías negarle a alguien que se había criado en Estocolmo un gran vaso de vodka en las rocas. No lleve a mis hermanos puesto que mi plan era no tener chaperones. Me sentía maniaco, perturbado, vesánico...

¿Cómo no podía estarlo con esa pequeña silueta? Sus ojos eran más enormes que un brillante cielo estrellado, adornada en un infantil vestido en joyas y no podía olvidar lo mágico de sus labios, sus piernas no eran como las recordaba, se habían convertido en una larga figura de mujer con unos lindos tacones altos de aguja que dejaban ver con deleite sus pies de exquisitos dedos rosados. El destino era algo misterioso, pero no podía resignarme a ser solamente un hombre dedicado a su familia. Sophia cumpliría dieciocho años dentro de unos cuantos meses y aunque había concebido la esperanza de topármela en las filmaciones de la secuela que habíamos hecho jamás tuve la oportunidad de encontrármela, pero aun tenía una esperanza, una pequeña esperanza que su voluntad y la mía se unieran.

Mi divina niña, la linda bebé que había nacido de mis entrañas me recordaba demasiado a ella y a veces en mi mente fantaseaba con la idea de que en realidad esa niña fuera hija de Sophia, especialmente porque siempre tenía esa imagen, como un recuerdo fresco y a la vez enfermizo, de una Sophia desnuda metida en la bañera con mi pequeña bebé en brazos y mirándola con ternura y aliento maternal cercana a esos pezones rosados que tanto me hechizaban. Esa era la madre que mi pequeña necesitaba, no la mujer de lengua fría e ideas terrenales que se hacía llamar mi mujer.

Estaba feliz porque aquella noche Sophia había accedido a hablar conmigo y a pesar de ser una niña jugando a ser una mujer, su pequeña estatura me hacía sentir infinitamente inferior a su lado. Las palabras llevaron a las acciones y una cosa a otra más. Tan pronto sus cortos brazos me rodearon sentí que era demasiado tarde para rogarle porque ella me extrañaba tanto como yo. Pero así debía ser, como siempre, no importaba la edad que ella tuviera, no importaba de quien fuera hija o las personas que la rodeaban, Sophia sería hoy, mañana y siempre un secreto...Una amante a voces, pero siempre la mejor amante.

Todos estaban demasiado ebrios esa noche, incluso los niños y sus padres, que ahora evidentemente no eran tan niños. Todos se encontraban felices porque auguraban un buen futuro para lo que sea que hubiera sido la basura de película que habíamos acabado de hacer. Infaliblemente la gente no es tan estúpida y era cuestión de meses para hacer obvio que todo había fracasado.

Sin embargo, aquella noche, aquella noche que mi Sophia volvió a estar en mis brazos...Tan solo un instante necesitábamos para huir sin que nadie lo notara, desaparecer entre la multitud para hacer lo que mejor sabíamos. Ella lucía tan feliz con su reluciente sonrisa, esplendorosa.

Subimos a tientas a una habitación de hotel estilo tudor, elegante, me tumbé en la cama llevándola a rastras, pero siguiéndome el paso, riendo incontrolablemente, yo como un adolescente ardiendo en calor y ella como la niña que se había quedado en un pasado vivido en Quebec. Afloje mi corbata que sentía que me asfixiaba. Sophia la tomo y deshizo el moño de un modo casi experto, y con ella rodeo mis ojos, tomándome por sorpresa. Hacíamos un hermoso ballet de movimientos y besos, caricias sin ritmo, pero de agarre desesperado, ¿acaso esta era la niña que había conocido? ¿era la niña a la que había enseñado todas esas cosas bajo una sábana? La niña era ahora una mujer, una mujer hermosa, roja, blanca...Y hermosa. Sus labios preciosos con su labial costoso de más de mil dolares y sus dedos suaves que comenzaban a tocarme en el lugar que más me enloquecía. Sus labios recorrieron todo mi abdomen hasta donde un riquísimo dulce comenzaba y ella lo lamia con delicia y sin piedad y entonces me sentí inadecuado.

El TerciopeloWhere stories live. Discover now