Ardiendo en deseo

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Bill me hizo el amor más de una vez, después de la quinta perdí la cuenta. No podía explicar lo que acababa de pasar con palabras. No lo estaba soñando, habíamos hecho tantas cosas...Acababa de aprender todo lo que a Bill le enloquecía de una mujer en la cama, desde algo verdaderamente vigoroso hasta algunas cosas incomodas pero que te hacían lucir cool. Por último, abatidos en agotamiento abrazó mi espalda y me sostuvo fuertemente, sentía mi humedad pegajosa entre las piernas y como su miembro entraba en mí de manera exquisita lentamente pero firme, abrazándome, desnuda y bañada totalmente en sudor, sosteniendo mis senos con su mano y antebrazo, como si cuidara de ellos con su vida. Nuestros cuerpos juntos se sentían tan cercanos y cómodos el uno con el otro. Lo mire a los ojos sobre de mi hombro, concentrado en darme todo de si en cada embestida y me sentía feliz

Sus ojos verdes eran profundos y su mirada penetrante. Era agradable sostener una mirada que irradiaba admiración, aprecio, deseo y, ¿amor? Aun no estaba segura de que tan cierto era ese hecho, pero por lo menos sabía que yo si había llegado a quererlo y a no poder sacarlo de mi cabeza. Sentía una presión en el pecho que no me dejaba respirar cuando pensaba en sus manos rozándome y haciéndome el amor y dejaba de respirar totalmente con cada espasmo que daba mi cuerpo. Estaba aterrada, pero se sentía bien.

Mi cuerpo estaba tan saciado como el de él. No podíamos dejar de mirarnos, sin decir una palabra, sin hacer más nada, tan solo mirarnos y acabarnos la vista el uno con el otro. En un momento sostener su mirada me hizo sentir avergonzada y sonreí con timidez.

De pronto mire un celular alumbrarse a espaldas de Bill.

-       Déjalo sonar, ahora solo quiero permanecer así – me dijo sin más, sin embargo, el sonido de aquel teléfono era mío. Me coloque encima de Bill acostándome sobre él pecho con pecho para poder alcanzar el teléfono: ¡Quince llamadas perdidas de Chris!

-       ¡Mierda! – maldije. La hora indicaban las tres de la mañana. – Estoy metida en grandes problemas, Bill. – dije levantándome con apuración buscando mi ropa. Aun no habíamos hablado de todo lo que había tenido que hacer para estar con él en ese momento.

-       ¿Qué te parece si te llevo a tú casa y me cuentas en el camino? – me propuso aun relajado en su cama mientras me veía vestirme. A este punto ya no sentía ningún tipo de vergüenza por permanecer totalmente desnuda frente a Bill.

Nos apresuramos a vestirnos para correr al auto. En el trayecto le conté a Bill acerca de la mentira de la fiesta y porque era importante que me siguiera la corriente. En pocos minutos estaba frente a mi casa. Vi como mi madre corría hacia la entrada y abría los ojos como platos al ver que Bill conducía el auto en el que acababa de llegar. Chris caminaba con un semblante rígido tras ella.

-       ¡¿Con qué una fiesta en casa de Wyatt?! – grito mi madre descontrolada - ¿Dónde carajos estabas? Llamamos a Wyatt ¡Y por supuesto no sabía nada de ti!

Bill salió del automóvil enseguida, su expresión era de serenidad pura y confianza. Su altura imponente dejo muda a mi madre que no estaba muy acostumbrada a verlo de cerca y Chris solo lo saludo con una reverencia desde el marco de la puerta a unos dos metros de nosotros. Esto permitió a Bill abogar por mí en toda esta innecesaria persecución.

-       Disculpe, Juliana. Encontré a Sophia yendo a casa de Wyatt ella sola, mientras conducía hacia mi departamento – explico Bill, tomando de un hombro a mi madre y agachando un poco la cabeza y bajando la voz para decir algo casi en su oído – Problemas de adolescentes. Creo que ahora debería darle un poco de espacio – dicho esto él le guiño un ojo, lo cual dejo a mi mamá confundida, pero poco después abrió bien los ojos y capto el mensaje por completo, un tanto horrorizada, pero confiando en lo que Bill le decía.

-       Gracias por traer a mi hija – agradeció mi madre – Esta situación es vergonzosa Bill. Siento que estés presenciando todo esto.

-       Descuide. Su niña es muy buena. No debería de ser tan dura con ella – Bill tenía un semblante de calidez y serenidad pura, como cuando Santa le habla a un niño pequeño pidiendo que se comporte para recibir regalos en navidad.

Hizo una pequeña reverencia y subió a su auto marchándose. Lamente no poder despedirme de él con un beso, el cual merecía completamente después de tan admirable hazaña con ese discurso. Jake estaba de pie en el marco de la puerta junto con Chris, viendo como ingresábamos a la casa después de ese caótico e incómodo momento.

-       De ahora en adelante solo iras a grabar y regresaras a casa. Se acabaron las fiestas, reuniones con amigos, o lo que sea que vayas a hacer, Sophia. – dijo mi madre molesta una vez se hubo cerrado la puerta de la entrada tras ella. Su tono era severo y su mirada era de vergüenza e incógnita – No sé en que estés metida niña, pero detenlo ahora o si no tendrás serios problemas. Ve a dormir, por favor.

No era mi estilo discutir con mi madre. A pesar del asunto del dinero, que trabajaba más que nadie en ese hogar, a pesar de todo, decidí guardar silencio. Estaba trabajando duro para darles más y más y ellos lo sabían, es por ello que no se metían más en mis asuntos, pero ahora este castigo rayaba en la línea de lo absurdo.

Bill había salvado mi pellejo de manera espectacular y olímpica y no tenía idea de cómo arreglar aquello con mi familia, pero al menos estaba bien con él. Estábamos en paz y ahora sabía que lo quería, aunque aún no averiguaba si lo que sentía era amor o solo una profunda admiración y deseo.

El drama había terminado ahí y ahora solo vería a Bill en su camerino. Las filmaciones terminarían pronto, solo un par de semanas más y era todo. Teníamos que arreglarnos y aun no sabía por dónde empezar y si aguantaría una vida lejos de él en Nueva York. Si la película funcionaba en taquilla volveríamos a filmar y a estar juntos, pero ¿y luego?

Tenía mil incógnitas en mi cabeza, pero estaba feliz. Feliz porque Bill me había enseñado cosas, porque estaba a mi lado y yo estaba enamorada. Sabía que las esperanzas eran algo peligroso para una mujer, pero ahora anhelaba fervientemente que abandonara a Alida sin que yo se lo pidiera, deseaba que la dejara y que le dijera al mundo que a la que amaba era a mí y solo a mí. Creía y tenía esperanza en eso.

Yo era su bebé ahora, y aunque habíamos empezado rápido ahora no nos movíamos. Quería que él fuera mi única vez en la vida y que mi interior ardiera para siempre para fundirse con el suyo. Solo deseaba que Bill se quedara a mi lado.

El sabor y el tacto aún estaban en mi piel. En mi mente su lengua se deslizaba abajo, una y otra vez y no deseaba desperdiciar ninguna parte de su cuerpo. Puse el seguro en la puerta de mi habitación y me tumbé en la cama.

Mi cuerpo permanecía caliente y mi interior ardía más y más, sentía mi corazón a punto de salir, respiré y comencé a tocar mis pechos, mi vientre, mis muslos y mis manos estaban en el centro donde Bill y yo nos uníamos, separé un poco las piernas y empecé a jugar otra vez. Todo en mi cabeza era erotismo puro y no podía detenerme.

Ya no era más el señor B. Tenía que admitir que estaba loca de amor por Bill.

El TerciopeloWhere stories live. Discover now