Es cool...Pero no tan cool como yo

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La terraza era un camino largo hacia la puerta de las demás habitaciones.

Me bajé del torso de Bill y lo conduje hasta una de las habitaciones con ducha. Él solo estaba callado, su boca no soltaba más que besos y su rostro me dedicaba miradas, por un momento su mano se poso en lo más bajo de mi vientre. Amaba esa presión.

Una vez llegamos a la habitación y aseguré las puertas me senté en la cama y él estaba de pie frente a mí solo observándome hacer todo eso deprisa. Me miró fijamente con una leve sonrisa y yo solo pude balancear mis rodillas en la cama. Abrí ligeramente mis piernas y coloqué parte de mi vestido en el centro evitando dejar cualquier cosa a la vista. Estaba a punto de hablar cuando en se me acercó y puso con suavidad un dedo en mis labios.

- Shhh – soltó – tú no quieres esto mi niña.

- Tú lo deseas Bill. Y me he dado cuenta que yo nunca en mi vida había deseado tanto algo como esto – al decir estoy puse con firmeza una mano sobre su pantalón. Pude sentir su miembro rígido debajo.

- Eres tan hermosa... – dijo mirándome a los ojos con compasión al momento que colocaba la palma de su mano sobre mi rostro  y quitaba con delicadeza mi mano de su parte baja – pero no es tan fácil. No debemos olvidar nuestra posición en todo esto, ¿comprendes?

No me había detenido a pensarlo con tanto detalle puesto que lo que ocurría entre Bill y yo era algo totalmente consensual. Él me había seducido con sus labios y sus palabras y supongo que yo lo había cautivado ¿pero por qué un hombre de casi 30 años se fijaría en una niña de 15? Me había hecho esa pregunta, pero bajo un contexto más romántico que lógico.

Toda mi vida había estado rodeada de niños; mis hermanos, mis amigos y ahora compañeros de mi edad o menores que yo trabajando conmigo en este proyecto. Notaba que se fijaban en mí y todos comenzaban a verme como una mujercita, pero pensar en ellos de esa manera no me causaba gran entusiasmo, especialmente cuando dejaba de ser una novedad saber que le gustabas a un niño igual a ti.

Bill era diferente. No me veía con ojos de lujuria, pero tampoco como un padre o un amigo. Me veía como lo que era: una mujer. Y ahora como mujer tenía necesidades más allá de simples juegos. Se daba cuenta que estaba ansiosa por aprender y que los juegos ahora eran distintos.

Él tenía una novia linda de pechos grandes y bronceadas piernas largas. Yo era totalmente opuesta a ese estándar. Era bajita, mis pechos aún eran pequeños y en comparación con mis amigas había olvidado la idea de que crecieran más. Tenía 11 años cuando me vino el periodo y creía que eso ayudaría a que me desarrollará mejor, pero no fue así, sin dejar de lado qué, no importaba cuanto tiempo estuviera bajo el sol, jamás obtenía ninguna tonalidad bronceada.

Nunca había tenido un novio. En la escuela a la que asistía en Brooklyn había besado a un chico y a una chica y no sentí nada especial por ninguno de los dos. Nada como el vomito de mariposas que sentía nacer en mi estomago cada que Bill estaba a mi lado. Deseaba que me desvistiera y me besará toda, hasta las partes de mi cuerpo que solo alcanzaba a ver con el espejo. Deseaba ver su pene, sentirlo entre mis manos y conocer a que sabía.

Pero volviendo a sus palabras, si realmente lo deseaba, él tenía razón y debíamos ser cuidadosos. Después de todo, mi intención no era hacerme novia de Bill. Solo me gustaba y quería que me enseñará a divertirme como se divierten los adultos.

- Bill – dije y él abrió los ojos como platos – me gustaría saber... ¿por qué te gusto?
Después de pensarlo ligeramente soltó una risa curiosa que me hizo enloquecer ¿Qué era tan divertido?
- No me mal entiendas Sophia. - dijo, secándose las lágrimas tras aquella risa desmedida. -  Eres una niña brillante. Mhhh...Hace años conocí a alguien que solía preguntarme lo mismo... Pareces conocer lo que quieres, pero no descifró que quieres de mí, eso resulta intrigante para mi. – Dijo encogiéndose de hombros un tanto apenado. Después de decirme esto, noté que muchas preguntas se reflejaban en su rostro.

- ¿Un hombre no sabe lo que una niña quiere? – le pregunté en tono de ironía.

- Es incorrecto – me dijo al momento que su mirada se ensombrecía. Parecía que la palabra "niña" le causaba alboroto. – Eres una niña y yo un hombre. Ya te he besado. No esta bien. Tiene que detenerse Sophia. Fue por eso que vine.

- Lo dices como si fueras un pervertido – le dije con una sonrisa – Y no diré nada Bill. Me gusta...Me gustas. ¿Por qué estaría mal que dos personas se gusten entre sí?

Sabía perfectamente él punto de vista de Bill, pero tenía que hacérselo ver desde una perspectiva distinta si quería obtener de él algo. Era inapropiado y sucio, pero él me encantaba y yo iba a conseguir lo que quería. Seguía callado y pensativo ante mi última pregunta. Parecía avergonzado.

- Te quiero Bill – mentí – No deseo hacerte ningún daño. Tampoco deseo que dejes a tu novia ahora. Solo deseo que me quieras como yo a ti. – volví a mentir. Me acerqué a él, poniendo ambas manos en sus mejillas y lo besé con ternura. Su rostro era grande o tal vez yo era demasiado pequeña.

Ante este gesto Bill abrió los ojos enormes. Su mirada parecía haber cobrado un tono de esperanza. Sin embargo, no correspondió mi beso; solo tensó los labios.

- Te quiero también Sophia – me dijo por lo bajo, con una sonrisa involuntaria – de verdad, me gustas. Quiero hacer esto bien...

- No – le interrumpí – Lo haremos a mi modo. Todo estará bien, solo, confía en mí, ¿sí? – él asintió mirándome fijo de una manera que me pareció algo boba e infantil.

Parecía tan fácil. Bill: un hombre alto, guapo, imponente...Lucía tan dócil ante estas palabras...Ante mí. Todo lo contrario a lo que me había mostrado meses atrás en los rodajes. Ya no parecía dar miedo.

Había descubierto un nuevo talento de mi parte: Manipular hombres enamorados. Por lo menos siempre y cuando fueran mayores que yo.

El TerciopeloWhere stories live. Discover now