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Luzu.

Es de madrugada y no consigo conciliar el sueño, así que decidí levantarme sin despertar a Auron e ir a tomar un poco de aire. 

Odiaba tener insomnio ya que me ocasionaba un poco de ansiedad, y mi mente no dejaba de recordar aquella escena que me partió un poco el corazón. 

Vegetta.

Mire la puerta trasera de casa, tome un abrigo ligero y salí para sentarme en una de las reposeras. Una brisa fresca me dio escalofríos por el repentino cambio de temperatura. 

Al apoyarme por completo, comencé a divagar en mis pensamientos, ¿Cómo fue que no pude notar su estado? Mordí mis labios mientras observaba el cielo, ¿Por qué no me dijo lo que sentía? Yo… podía ayudarlo. 

Reconocí el pequeño sentimiento de culpa, aunque Auron me dijo que no debo sentirme así, es inevitable sentirme impotente ante la situación. 

Suspire, realmente estaba triste, hace dos días que lo sepultamos, todo sigue igual pero se nota que nada será como antes, su ausencia en el pueblo no pasa desapercibida para ninguno de nosotros, perdimos a un hermano que jamás volveremos a recuperar.

Un sonido repentino llamo mi atención, al girarme pude ver como mi pareja me sonreía adormilado.

-Luzu, ¿Qué haces a fuera? 

-No podía dormir.

-Me lo imagine –se acomodó al lado mío, donde lo abrace de inmediato -¿piensas en Veg?

-Si… -observe las oscuras pestañas de Auron –simplemente no sé qué pensar o sentir.

-Pienso igual –hizo una pausa –aun siendo psicólogo, logró engañarme con esa sonrisa.

-No entiendo por qué no confió en nosotros, si él hubiera hablado, las cosas serían distintas.

-Capaz creía que nos ocasionaría un problema.

-¡Pero si somos familia! 

-Lo sé Luzu, mi niño –dio un corto beso en mis labios para luego mirarme triste –ya no podemos hacer nada, debemos recordarlo con cariño al igual que al calvo tóxico.

-¿Estarán juntos? –logre decir con notable pena.

-No lo sabemos, la muerte es un misterio que nadie puede explicar.

-Entiendo…

-Ojala que sí lo estén –un largo silencio reino entre nosotros, acariciaba su brazo mientras sonreía recordando una que otra aventura junto al pelinegro, joder… como lo iba a extrañar.

-¿Sabes? Le dejo esa exagerada mansión a Akira.

-¿En serio? No había pensado en ello.

-Si, al parecer esto lo venía planeando hace bastante. 

-Con razón nos dejó tantos diamantes y esmeraldas a los dos –suspire.

-Quería agradecernos de alguna manera. 

-Qué forma tan… mala de hacerlo –escuche una leve carcajada de parte de Auron.

-Él siempre fue así.

-¡Vegetta!… si estas rondando por aquí, ¡eres un capullo! –grite.

-¡Gilipollas! ¡Espero verte en el más allá y agarrarte a puñetazos! –continuó mi contrario.

Nos miramos con diversión y melancolía mezclada, aunque no estábamos preparados para lo que iba a suceder.

“-Vale…” mi cuerpo se tensó al igual que el de mi compañero, nos quedamos inmóviles por escuchar esa reconocida voz que salió de la nada, una brisa un poco más fuerte nos azoto, donde logramos percibir un “tranquilos…” seguido de “lo siento”.

Me tienes cautivadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora