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Rubius.

Madre mía chaval, recién salía de la mina para encontrarme con una lluvia espantosa. Busque en mi mochila para ver si encontraba algo, pero para mi propia desgracia no tenía nada para cubrirme, así que recogí todo, y sin pensarlo más marche por el camino poco visible hacia casa. Trotando un poco y frenándome debajo de un árbol para así encender la antorcha que se me apagaba, tuve que repetir varias veces lo mismo, llevándome más tiempo del que quería para llegar a mi hogar. 

Tuve que rodear varias veces el camino, así los monstruos que se encontraban no me molestaban, podía enfrentarlos, pero llevaba peso en mí, y eso me dejaba bastante lento. No quería arriesgarme. Después de varios minutos, vi a lo lejos la mansión, una sonrisa tonta se dibujó en mis labios, ya iba a llegar a casa con mi amor, tan solo quería ducharme y acostarme a su lado, solo así, olvidaba mi pasado que a veces me atormentaba, abrazando al pelinegro que me había vuelto loco.

Pase la muralla que protegía la casa y la lluvia se intensifico junto con unos relámpagos que me hacían dar pequeños brincos hasta que llegue a la entrada, abrí la puerta de manera brusca, la espalda me dolía y tan solo quería librarme. Deje caer mi mochila, para después estirarme, cerré la puerta y camine hacia la cocina, por la hora seguramente Vegetta estaba durmiendo, así que agarre una manzana para devorarla en minutos, junto a un vaso de leche, pues no había comido en todo el día y el hambre se me hacía presente.

Mire hacia la sala y note la luz prendida, ¿Veg todavía no se iba a dormir? Una pequeña risa se escapó por mis labios, de seguro me está esperando. Comencé a tararear una de mis canciones favoritas, haciendo notar mi presencia, a pesar de estar cansado, la idea de verlo, me ponía de buen humor. Termine mi vaso de leche y camine a la sala, él estaba de espalda viendo por la ventana, aunque su expresión me llamo la atención, estaba… ¿triste? Esta escena ya la había visto en él, cuando aún no éramos pareja, siempre miraba hacia la ventana, esperando algo o ah alguien, nunca pregunte por ello, siempre me intrigaba la razón.

Deje de cantar para solo sentirme un poco raro, el ambiente no se sentía bien, ¿había sucedido algo?

-Vegetta, Vegettita, Vegettoide, ¿con que me estabas esperando? –dije ignorando la tensión que pude notar. Intente acercarme, para abrazarlo, y darle un beso, pero al girarse su mirada me hizo frenar de repente. Estaba serio, observandome, aunque sus ojos violetas se veían irritados y con lágrimas a punto de salir-¿Qué pasa? –dije acercándome, pero una seña de él levantándome la mano fue suficiente para hacerme entender que no me moviera de donde estaba. 

-Tenemos que hablar –su voz era fría, cortante y dolida, mi corazón se aceleró, pues no entendía que le sucedía.

-¿Estas bien? –pregunte.

Silencio, fue lo único que recibí de su parte, después de unos minutos mirando hacia el suelo, levanto la vista y al mirarme dio un largo suspiro, esta situación me estaba impacientando.

-¿Puedes decirme que sucede? Me preocupas Samuel –dije en tono molesto pero a la vez tratando de sonar tranquilo, en lo posible.

-Solo necesito que me digas que no es verdad –fruncí el ceño, pero no dije nada, haciéndole entender que continúe – Dime que es mentira lo que Luzu me informo esta tarde, que no eres hijo del soberano Doblas del pueblo enemigo, que no eres un infiltrado, un espía, un maldito traidor… 

Me congele, no me creía lo que me decía, mi corazón dolió, sabia que había engañado a la persona más dulce, y todo este tiempo estuve escapando de mi pasado, pero ¿Cómo lo supo? No es mentira, vine a este pueblo por pedido de mi padre para sacar información que les pueda beneficiar, así invadían el pueblo de Karmaland, ya que este estaba creciendo mucho, y los primeros meses logre hacerlo a la perfección, pero en mi camino se mostró un pelinegro, haciendo que me distraiga, que no siguiera con el plan de mi padre, deje de mandarle información hace cuatro meses, diciéndole que ya no quería saber nada, que me había enamorado, y no podía seguir haciendo esto, no podía seguir siendo esa parte de mí que más odiaba. Quería cambiar, empezar de nuevo, intentar que por primera vez en mi vida, hiciera algo por mí. Y más ahora que me había enamorado, que había encontrado una persona especial, que me hizo sentir increíblemente bien. Yo no quería seguir con la mafia bruta de mi padre, lo odiaba y siempre fue así, pues el maltrato nunca falto, según él era para “enderezarme como hombre”.

Mire a Samuel, odio note en todo su ser.

-N-no es así, déjame expli-

-¿Qué tienes que explicar? –No me dejo terminar de hablar -¿Qué fui tu juguete? ¿Qué me utilizaste para que nadie notara tus movimientos? –vi como mordía sus labios, dejando derramar unas lágrimas por sus sonrojadas mejillas-Me mostraron las cámaras, las filmaciones de como saqueaste la alcaldía, enviando los archivos informativos, vi cómo te ibas fuera de Karmaland, cuando me decías que ibas a buscar materiales, vi todo lo que hacías cuando no me percataba de tu ausencia, y sé que eres tú porque conozco perfectamente tu vestimenta, ahora dime –decepción reflejaban sus ojos, clave mi mirada en él-¿al menos me quisiste? ¿Tenías lastima de decirme que para ti era un juego, que tan solo callaste? ¿Algún día me ibas a decir todo esto?

Mordí mi lengua, sin contener más mis lágrimas, ¿Qué había hecho? Lo sabía, no debía haberme enamorado, o haberle pedido que sea mi novio, ni siquiera haberlo conocido, sabía que hacia mal por estar a su lado, por querer conocerlo, por pensar más en él que en recolectar información, no debí haberlo hecho, pero yo… realmente quería estar con él.

-Todos tienen razón, eres un maldito hipócrita, egoísta, y manipulador –una gran punzada sentí en el pecho al oír decir esas palabras de su boca, no era así, eso no era verdad –Creí en ti, Rubén.

Intente acercarme pero dos guardaespaldas salieron de la nada para sostenerme y evitar que me acercara a Vegetta.

-N-no, no es así –mencione con desesperación mientras el solamente bajaba la cabeza, para llorar con fuerza –¡No les creas!- los guardaespaldas intentaban llevarme a la puerta, pero con mi mayor fuerza lograba retenerlos.-¡Vegetta!, ¡Vegetta mírame! –le gritaba, pero tan solo recibí una mirada con decepción, sentía mi mundo poco a poco derrumbándose, y perdiendo todo aquello que quería, detrás de él apareció el guardián albino que había secuestrado hace tiempo, sonriéndome victorioso, ahora entendí todo, así que él había logrado escapar, por eso se enteraron de mi verdadera identidad, toco el hombro de Samuel, y este simplemente lo miro, rompiendo nuestro contacto visual, los guardaespaldas me jalaban con fuerza hacia la salida, y note que en las manos del pelinegro, sostenía nuestra foto. 

Lo último que vi antes de recibir un golpe en la cabeza, fue como sus manos soltaban nuestra fotografía, dejándola caer, perdí el conocimiento, sin dejar de culparme por haber herido a la persona que amo.

Créditos al autor del video.

Me tienes cautivadoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt