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Rubius.

Hace cinco años que soy el esposo de Vegetta, nuestro amor sigue a pie de flote, todos los días o en lo posible, mostramos sin problema nuestro amor.

Lo veía arreglar parte de la estructura que un meteorito rompió de la mansión, aunque pasase el tiempo, sus actitudes, su manera de hablar solo mientras resuelve la estructura sigue estando intacta, aunque los dos estamos envejeciendo, sigue tan atractivo como el primer día que lo conocí.

-Oye, deja de holgazanear y ayuda a colocar estas cosas –me mirabas con molestia, yo solo sonreía como bobo enamorado, admirando tus ojos violetas que tanto me gustaban.

-Llevas todo el día en esto, deberías descansar, ¿no quieres ir a caminar?

-No me iré de este lugar hasta que arregle este hueco.

-Vale –suspire, sabía que pelear por algo así era insignificante, su terquedad era indomable.

Ayude en lo que pude, recibiendo sus indicaciones de cómo debía hacerlo, avanzamos mucho más rápido cuando los dos nos concentramos en terminar. Aunque faltaba reforzar habíamos tapado ya el agujero.

El timbre resonó en toda la mansión, y con un gesto, me indico que sea yo quien atienda a la visita. 

Subí las escaleras hasta llegar a la entrada principal, abrí y me sorprendió no encontrarme con nadie, pero al mirar hacia el suelo encontré un sobre pequeño, al abrirlo, observé el símbolo dibujado en una hoja en blanco, sinceramente, había esperado a que no llegara.

Guarde el sobre en uno de mis bolsillos, me sentía nervioso, baje a donde se encontraba mi amado, pero al mirarlo desde lejos, un sentimiento que ignoraba salio con fuerza haciéndome pensar en algo que quise por tanto tiempo evitar.

Cuando era joven, mi padre me obligaba a cumplir con misiones de las cuales jamas estuve de acuerdo, pero no era lo suficientemente valiente para negarme a ellas, conocí a unas personas que alimentaron mi lado “rebelde” y tome la decisión de unirme a ellos, donde realizaba recados parecidos a los de mi papá, hasta que Samuel llegó a  mi vida, de repente, el vacío que sentía se llenó, logré ser valiente y ya no quería realizar esos mandados.

Enfrente mi mayor miedo, desobedecer a mi padre y enfrentar a la hermandad, a partir de ahí no volvi a lastimar o a traicionar a alguien. Por fin me sentía yo mismo, era libre.

O eso era lo que creía.

Hace tiempo, antes de que Vegetta volviera a mi vida, entendí que aunque actualmente seamos otra versión mejorada de nosotros mismos, debemos pagar por todo lo malo que cometimos. Nos guste o no, no todo se soluciona con decir “ahora soy mejor”, se deben pagar los platos rotos.

-Cariño, ¿estás bien? –la dulce voz y el suave apretón de mi esposo me hizo salir del pequeño trance del que me había envuelto.

-Si si, solo pensaba en algo.

-Ok… -la duda se hizo presente en su rostro, pero le resto importancia cuando le di un corto beso en sus labios -¿Quién llamó a la puerta?

-Cuando abrí no había nadie, de igual manera, quería decirte que debo ir a la casa de Luzu, me había pedido que nos encontráramos –aunque me doliera hacerlo, debía mentirte, lo siento amor.

-Bueno chiqui, ve, yo te espero aquí en casa, ¿vienes a cenar?

-Si, espérame –con otro beso un poco mas duradero me despedi, lo cual me sonreíste mientras salía de esa habitación, recogí mis cosas y salí hacia a la casa del castaño. Debía comunicarle el mensaje que había recibido.

Me tienes cautivadoWhere stories live. Discover now