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La alarma que deje programada sonó, y entre quejas la apague para después acostarme de nuevo, pues anoche había bebido bastante, y un dolor punzante en mi cabeza se hacía presente, haciéndome acordar de no volver a tomar. Algo que por supuesto no iba a cumplir.

Perezosamente me puse de pie, fui al baño, me afeite el poco bello que se estaba siendo presente y me bañe, pues el olor a alcohol aun lograba percibirlo. 

Baje a la sala, y me encontré con un gran despelote, no tenía ganas de limpiar el desorden asi que llame al servicio de limpieza del pueblo y contrate a dos personas para que me ayuden. Tardaron unos diez minutos aproximadamente en llegar y en una hora ya habían limpiado toda mi casa. Dejándola reluciente de limpia. Les pague y les agradecí, permitiéndome a mí mismo a comer algo, ya que mi estómago rugía por el hambre.

Me hice unos tallarines bien llenadores para así calmar mi panza. Mientras disfrutaba de cada bocado, una escena de anoche paso por mi memoria de manera fugaz.

“-¿Q-quisieras ir… a una cita?

-C-claro…”

Sin darme cuenta, escupí lo que tenía en la boca para después empezar a toser, ¡la cita!, me había olvidado, acordamos vernos a las 17pm, mire el reloj y eran las 15:47… aún faltaba, suspire aliviado. Mi corazón se calmó un poco, para después alterarse de nuevo.

¡¿SALDRE CON RUBIUS?! 

Anoche casi… casi nos besamos, p-pero Auron nos interrumpió, un leve sonrojo se hizo presente en mis mejillas, simplemente por recordar como el miraba mis labios… ¡Ay Dioses!

Una gran sonrisa apareció en mi cara, pues estaba feliz, iba a salir con el chico que me gustaba… espera. ¿Desde cuándo me gusta Rubius? Creo que todo comenzó de la noche a la mañana, poco a poco pensaba más en él, adoraba estar a su lado, y su tacto lograba alterarme de buena manera, pensaba en cuando lo volvería a ver, y si… varias veces pensé que no solo era amistad, no era un colega, él para mí, es especial. Además de ser bastante atractivo.

Me tape la cara por tal pensamiento, si, definitivamente si, estaba por salir con el chico del que me había enamorado.

Eran ya las 16:50pm, y estaba nervioso esperando a que sonara el timbre, me había vestido con mi camisa violeta típica desprendida, junto a una remera blanca debajo, el pelo levantado, y un pantalón holgado de color negro, me había perfumado la ropa, olía a fresas, me pareció extraño sentir en mi ese aroma, pues casi nunca usaba perfume. 

Mi pierna derecha no dejaba de moverse, pues los nervios me consumían por todo el cuerpo. “Cálmate Vegetta, no es la primera vez que vas a salir con Rubius”, pensé.

Pasando unos minutos, justo cuando el reloj dio a las cinco de la tarde, el timbre sonó. Nervioso me moví hacia la puerta, y ahí me encontré a un Rubius sonriente con un buzo de color marrón que tenía una gorrita con orejas de oso, llevaba un pantalón negro y su típico peinado de pelos hacia arriba, no hace falta mencionar que el olor a chocolate se sentía un poco más de lo normal. Yo sonreí con un sonrojo leve, él lo noto y yo note que mientras me miraba, sus mejillas enrojecieron un poco. 

-¿Vamos? –pregunto de manera tímida, algo que me dio ternura y no pude evitar sonreír más.

-Vale, vamos –dije alegremente.

Mientras comenzaba avanzar, sentí que se acercó a mí lo suficiente para tomarme de la mano, yo sorprendido me frene y lo mire, él estaba observándome más rojo que un tomate.

-Ehm… si te molesta, te suelto –menciono por mi repentina actitud.

-No no –apreté mas fuerte su mano –me gusta… es solo que me tomaste desprevenido. 

El me sonrió para comenzar de nuevo a caminar, yo me sentía demasiado feliz, simplemente por ir de la mano de él. “Jamás la soltare” fue lo primero en pensar.

Estuvimos hablando de cosas para romper la tensión que teníamos entre los dos, y me llevo lejos de donde estaba el pueblo, pasando así por el bosque, pero saliendo a la playa que estaba cerca. 

En la mochila que recién note que llevaba, saco una manta, para que nos sentáramos frente al mar, en eso también saco unos sándwiches que él había preparado, junto con un vino blanco espumante.

Tenía un reproductor de música, donde puso canciones tranquilas que hacían que el lugar, donde solo era una simple playa solitaria, se volviera una cita perfecta. 

-¿Te gusta? –pregunto mientras me miraba expectante.

-No me gusta –dije serio, mientras él bajaba la cabeza un poco triste – ¡Me encanta! –le dije para después sentarme a devorar la comida, él sonrió triunfante sentándose a mi lado. 

El tiempo voló, y poco a poco el atardecer se hizo presente, y algunas estrellas ya se podían contemplar en el gran cielo.

Cada tanto, Rubius me tomaba la mano para acariciarla, haciendo que mis mejillas se sonrojaran tomando un color rosado, ese gesto me gustaba, me tranquilizaba. Mientras el sol se escondía en frente nuestro, decidimos levantarnos para caminar más cerca del mar, yo me quite los zapatos y el hizo lo mismo. Me extendió su mano, yo la tome con más seguridad y comenzamos nuestra caminata, cada varios segundos el agua tocaba nuestros pies, no hablábamos de nada, solo estábamos ahí, caminando y apreciando el sonido que la naturaleza nos regalaba. Hasta que Rubius me soltó, yo lo mire extrañado, ya que se frenó de manera repentina, el solo clavo sus ojos en los míos y se arrodillo, para después tomarme de la mano, y proponerme lo siguiente:

-Samuel… ¿Quieres ser mi novio?

Lleve mi mano libre para tapar mi boca, pues el leve sonrojo se intensifico dejando completamente mi cara roja por el calor que me provoco su inesperada pregunta. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y sin despegar la mirada de sus lindos ojos verdes, respondí:

-¡Si! ¡Si quiero! 

El me sonrió como nunca, y yo le respondí igual, me abrazo a penas se levantó, apretándome desde mi cintura, apoye mi cabeza en su hombro, relajándome, mientras mis brazos rodeaban su espalda baja. Se alejó pero sin romper el abrazo, apoyando su frente con la mía, mire sus ojos, se veían preciosos y el sonido del mar hicieron que confirmara lo enamorado que estaba de él, mientras me sonreía, fijo sus ojos en mi boca y yo lo hice también, poco a poco se acercó, y yo gustoso lo recibía, cuando sentí sus labios apoyándose en los míos, cerré mis ojos, una explosión ardió en mi pecho, pues deje de sentir cualquier sonido externo para solo percibir mi corazón junto al suyo, lo escuchaba latir alterado en su pecho, fue un beso dulce, tranquilo y lleno de amor, un amor que estaba creciendo en nuestro interior, y al unirlo se sintió que nuestro lazo nos conectó profundamente, cuando se separó de mi para volver a apoyar su frente con la mía, abrí mis ojos y en su miraba había mucho cariño, yo lo miraba con unas pequeñas lagrimas que amenazaban en salir, me sentía apreciado, el me sonrió y cerró los ojos, mientras que con una mano me acariciaba la mejilla, yo me apoye en ella, sintiendo mejor su caricia. 

-Estoy enamorado de ti, Vegetta –susurro por lo bajo –me tienes cautivado desde que te conocí.

-¿Sabes que es lo mejor de todo esto que me dices?

-¿Qué? –se separó para verme mejor, yo le sonreí:

-Que los dos sentimos lo mismo, me tienes cautivado desde que te conocí.

Ambos sonreímos. Gustosos levantamos la manta y guardamos los vacíos recipientes, y de la mano caminamos a casa. Sin dejar de sentir nuestros corazones latiendo frenéticamente.

Me tienes cautivadoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt