Capítulo 1

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"Podría ser permanente"

Las palabras del doctor seguían resonando en mi cabeza.

Permanente. Algo que podría ser para siempre.

Quizás estaba alucinando por las pastillas para calmar el dolor o quizás era cierto y nunca podría volver a caminar bien.

Una notificación del correo electrónico llego a mi computadora y se sumó a las otras que aguardaban en la bandeja de entrada.

Una semana había transcurrido desde que el hospital me libero dándome la orden estricta de permanecer en la silla de ruedas y en casa sin hacer mucho esfuerzo.

Y la había cumplido quedándome en mi habitación, aunque todos decían que me lo había tomado demasiado en serio ya que ni salía a tomar aire.

—Te ves muy pálido deberías salir un segundo, podrías dar un pequeño paseo...

—No —interrumpí a Mangel.

Ya sabía lo que venía después.

—Sé que estás triste por lo que pasó pero no puedes quedarte aquí toda la vida —señalo él sentándose en la silla del escritorio.

—Estoy bien —solté sin dejar de mirar  por la ventana, la casa del vecino estaba totalmente apagada.

Mangel miro mi computadora y me dio una mirada de compasión.

—¿No has hecho la tarea que los profesores te han mandado? —pregunto examinando todos los archivos que ni siquiera había abierto.

—Lo haré mas tarde —mentí, esperando que dejara de insistir.

—Esto no tiene que ser el fin de todo Rubén —soltó acercándose a mí pero retrocedí girando las ruedas de mi silla lejos de él —Sé que es difícil...

—No Mangel, no lo sabes —dije amargado.

Lo oí irse y no me voltee a verlo, sabía que debía disculparme pero estaba demasiado cegado por el enojo como para hacerlo.

El auto de mi vecino me saco de mis pensamientos y Samuel entro a su casa cargando una caja grande.

Con el tiempo encerrado me había dado cuenta de que las cortinas de su casa nunca estaban corridas y siempre se podía ver la parte interior de su hogar, aunque poco me entretenía ver unas habitaciones vacías.

Era raro que llegara a su casa antes de que anocheciera, al igual que era raro que dejara las cortinas a un lado. Podía verlo caminar de cuarto a cuarto, le perdí el rastro cuando subió las escaleras pero volví a verlo cuando llego al piso de arriba a lo que suponía que debía ser su habitación. Dejo la caja en la cama y la abrió, lo vi contemplar lo que había en su interior, me dio curiosidad pero de inmediato observe como se acercaba a su ventana y tuve que quitar mi vista de su casa y fingir que estaba haciendo otra cosa para que no me notara, luego de unos segundos y con el miedo latente en mi interior volví a mirar su habitación pero las cortinas tapaban su ventana por completo.

Escuche pasos en dirección a mi cuarto y me acomode cerca de mi escritorio pretendiendo que estaba ocupado en mi computadora.

—Rubén —llamo Alex —David ha venido a verte.

—Dile que pase —conteste resignado, no quería ver a nadie, pero hice una excepción porque él había venido hasta mi casa solo para saber como estaba ya que no contestaba sus mensajes.

Me gire con dificultad y encare la puerta sin mucho ánimo.

—Fargan —salude y volví a centrar mi vista en el monitor.

—Rubius ¿Cómo has estado? Me tenias preocupado, no me respondiste ningún mensaje.

—Quería estar solo —dije cortante.

—Llevas mucho tiempo solo, puede hacerte mal —dijo él sentándose en mi cama y mirando hacia la ventana.

No sabía que contestarle, era una conversación que no quería tener aún.

—Los profesores me dijeron que no has contestado ninguno de sus mails ¿Piensas abandonar todo? —pregunto de repente y aunque quiso camuflarlo pude ver la decepción en su rostro.

—Supongo que sí —me encogí de hombros, nunca me habían importado mis notas y no iban a importarme ahora.

David me dio una mirada de incomprensión.

—Creo que deberías hacer lo que creas correcto y te haga sentir bien.

—Pero... —dije incitándolo a seguir porque sabía que había algo más.

—Pero... —continúo y se veía preocupado —¿Qué piensas hacer? —concluyo cruzándose de brazos.

—No lo sé —admití  indiferente —Quizás me busque otra carrera o continúe dando vueltas en la misma.

—Solo quiero que estés bien, todos están muy preocupados por ti...

—Lo sé —interrumpí cortante. Ya no quería seguir hablando.

Él se puso de pie.

—Deberías llamar a tu madre —soltó antes de salir por la puerta y tuve que tragarme mis palabras.

° ° °

—Joder, que puedes ver toda su casa desde aquí —comento riendo Alex mientras miraba con unos binoculares hacia la casa del vecino.

—Nunca lo miro —mentí.

 Días atrás y desde que había llegado del hospital era casi mi único entretenimiento, pero no había mucho que ver, él nunca estaba en su casa.

—Supongamos que te creo porque has dejado hasta unos prismáticos en tu escritorio.

—No son para ver su casa —solté rojo de la vergüenza al ver que me habían atrapado.

—¿En serio esperas que me lo crea? Bueno, finjamos que si lo hago e ignoro tu fetiche raro —comento riendo y se apartó de la ventana rápidamente —Joder, hablando del rey de Roma, viene hacia aquí —dijo y arrojo los binoculares sobre la cama —Y lleva una caja, tal vez nos trae otro regalo.

Recordé la caja que había visto ese mismo día hace unas horas.

Alex salió de mi habitación corriendo, pude oír el timbre y como abría la puerta.

Casi al instante escuché los pasos apresurados resonando por el pasillo y Alex volvió a abrir la puerta de mi cuarto.

—Samuel quiere verte, dice que tiene algo para ti.

Sweet But Psycho ; RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora