121. 𝗨𝗡𝗔 𝗣𝗔𝗥𝗘𝗝𝗔 𝗣𝗔𝗥𝗔 𝗟𝗨𝗖𝗬

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Algunos profesores, como el pequeño Flitwick, desistieron de intentar enseñarles gran cosa al ver que sus mentes estaban tan claramente situadas en otro lugar. En la clase del miércoles los dejó jugar, y él se pasó la mayor parte de la hora comentando con Harry lo perfecto que le había salido el encantamiento convocador que había usado en la primera prueba del Torneode los tres magos. Otros profesores no fueron tan generosos. Nada apartaría al profesor Binns, por ejemplo, de avanzar pesadamente a través de sus apuntes sobre las revueltas de los duendes. Dado que Binns no había permitido que su
propia muerte alterara el programa, todos supusieron que una tontería como la Navidad no lo iba a distraer lo más mínimo. Era sorprendente cómo podía conseguir que incluso unos altercados sangrientos y fieros como las revueltas de los duendes sonaran igual de aburridos que el informe de Percy sobre los culos de los calderos. También McGonagall y Moody los hicieron trabajar hasta el último segundo de clase, y Snape antes hubiera adoptado a Harry que dejarlos jugar durante una lección. Con una mirada muy desagradable les informó de que dedicaría la última clase del trimestre a un examen sobre antídotos.

—Es un maldito —dijo amargamente Ron aquella noche en la sala común
de Gryffindor—. Colocarnos un examen el último día... Estropearnos el último
cachito de trimestre con montones de cosas que repasar...

—Mmm... pero no veo que te estés agobiando mucho —replicó Hermione, mirándolo por encima de sus apuntes de Pociones.

Ron se entretenía levantando un castillo con los naipes explosivos, que era mucho más divertido que hacerlo con la baraja muggle porque el edificio entero podía estallar en cualquier momento.

—Es Navidad, Hermione —le recordó Lucy, pasando la página de su libro.

Harry estaba arrellanado en un
butacón al lado de la chimenea—, junto a Lucy,—, leyendo Volando con los Cannons por décima vez.

Hermione también los miró a ellos con severidad.

—Creí que harían algo constructivo.

—¿Como qué? —inquirió Harry mientras observaba a Joey Jenkins, de los Cannons, lanzarle una bludger a un cazador de los Murciélagos de Ballycastle.

—¡Como pensar en ese huevo!

—Vamos, Hermione, tengo hasta el veinticuatro de febrero —le recordó
Harry.

—¡Pero te podría llevar semanas averiguarlo! —objetó Hermione—. Y vas a quedar como un auténtico idiota si todos descifran la siguiente prueba menos tú.

—Déjalo en paz, Hermione. Se merece un descanso —dijo Ron. Y, al
colocar en el techo del castillo las últimas dos cartas, el edificio entero estalló y le chamuscó las cejas.

—Muy lindo, Ron... Esas cejas te combinarán a la perfección con la túnica de gala.

Eran Fred y George. Se sentaron a la mesa con Ron y Hermione mientras
aquél evaluaba los daños.

—¿Que túnica? —preguntó Lucy interesada.

—El vestido que llevará Ron al baile —respondió Fred, recibiendo una mirada fulminante por parte de Ron.

—Ron, ¿nos puedes prestar a Pigwidgeon? —le preguntó George.

—No, está entregando una carta —contestó Ron—. ¿Por qué?

—Porque George quiere que sea su pareja de baile —repuso Fred
sarcásticamente.

—Pues porque queremos enviar una carta, tonto —dijo George.

—¿A quién siguen escribiendo ustedes dos, eh? —preguntó Ron.

—Aparta las narices, Ron, si no quieres que se te chamusquen también —le advirtió Fred moviendo la varita con gesto amenazador—. Bueno... ¿ya tienen todos pareja para el baile?

✓ DRAGONS, harry potter [#1]Where stories live. Discover now