~IX~Apuesta entre jefes

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En el silencio de una oficina con poca luz, un mago de cabellos casi plateados, fruncía el ceño al leer la carta. Lucius Malfoy se hallaba molesto, su hijo había sido humillado como nunca. Peor aún, el apellido Malfoy fue burlado y pisoteado.

Cuando llego a leer en la carta lo sucedido en Flourish y Blotts, durante las compras de útiles. Todo cobró sentido en la mente de Lucius, aquella profesora que tanto repetía Draco en la carta era la gran Nobeless.

El mago sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, algo que no sucedía desde los años mortifagos (frente a Voldemort).

¿Por qué la gran pura sangre estaba en el colegio como profesora?

Había tenido ese día en Flourish y Blotts, a la gran Nobeless de frente, discutió con ella incluso. Fue un milagro que no lo castigará en ese momento. Que recordara, los supremos eran magos y brujas de temer. Pero si castigó a su hijo por esa tarea que les dejó, no podía hacer nada.

Bueno... contra la suprema no, pero si visitaría el colegio para ver qué hacer contra ese Potter, puesto que desde el primer año ya estaba dándole dolores de cabeza.

La biblioteca como siempre estaba llena de estudiantes, libros levitando de un sitio a otro, las pilas de tomos dejadas sobre las mesas desocupadas, se ordenaban para permitir que otros tomaran asiento. Bajo toda esa montaña de libros, colocados en la última mesa de la biblioteca. Se podía notar una melena de rizos indomables.

Cierta leona leía con hambre el contenido de los ejemplares. Plumas, hojas y libros abiertos regados por donde sea, incluso el suelo estaba tapizado de más tomos, "Primeras criaturas mágicas", "Historia de la magia ancestral", "Orígenes de razas mágicas", "Historia de los elfos", entre otros libros más.

—No hay nada —expresó frustrada la leona.

Hermione Granger llevaba días buscando información sobre aquella elfa. Sus amigos incluso ya pensaban que se había obsesionado con el tema, Ron hasta le dijo que lo dejara.

Pero la leona era tan terca, una vez que su cerebro se activaba con la investigación, era devorar distintas fuentes de información para calmar su sed de saber. No de envalde era la mejor bruja de su generación.

Resoplo al no hallar lo que deseaba en el libro que tenía, lo coloco en otra pila y continúo con otro. ¿Cuántos libros llevaba?, ni siquiera ella misma lo sabía. Posiblemente ya se había acabado la biblioteca.

El único sitio faltante sería la sección prohibida, ¿Pero cómo obtendría el permiso? No sería tan fácil conseguirlo, con las opciones que tenía contemplado. McGonagall le haría miles de cuestiones, Snape incluso sabría, pero no le daría ni una pizca de oportunidad para acceder, la bibliotecaria Pince podría dejarla entrar con solo una firma o un recado de uno de ellos, puesto que eran los profesores de mayor peso en el colegio después del director.

Con irritación dejo de leer, faltaban unos minutos antes de la siguiente clase—. Transformaciones —revisó su horario.

Justo con la profesora McGonagall, aprovecharía para preguntarle, tenía que saber.

—Vaya, se puede saber ¿Dónde estabas? —dijo Ron con tono molesto en la entrada del aula.

Hermione frunció el ceño al escuchar aquella queja—. Estuve todo el día en la biblioteca.

El pelirrojo rodó los ojos—. Vez Harry, te lo dije —resoplo—. Ya la perdimos.

—Quieres dejarme en paz Ron, eres molesto en serio —reclamo Hermione, entrando al aula antes de que llegara la profesora. A veces sus amigos eran insoportables.

El hijo preferido «Dinastía Merlín»¹Where stories live. Discover now