Capítulo 54

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Penny suspiró por enésima vez. Odiaba estar sin hacer nada. Era superior a sus fuerzas. Jamás había estado quieta en toda su vida y verse obligada ahora a guardar aquel reposo era una auténtica tortura. Es cierto que había abandonado el hospital hacía sólo cinco días, pero al parecer ya se encontraba lo bastante recuperada como para aburrirse mortalmente con aquella tediosa rutina. Al menos ahora le permitían levantarse de vez en cuando de la cama. Se hubiera vuelto loca si hubiese permanecido esos cinco días acostada. Sin embargo, debía reconocer que todavía le dolían las costillas. Pero prefería aguantar el dolor y fingir que todo estaba perfectamente si con ello lograba escabullirse un poco.

La joven camarera emitió otro suspiro con un mohín. Miró a su alrededor. Sonrió al ver la bandeja del desayuno. Se sentó en su cama. Bueno, más bien en la cama de Sheldon. Sí, desde que le habían dado el alta, el joven físico había insistido vivamente en que debía recuperarse y reponer sus fuerzas en el apartamento 4A, donde todos podrían estar más pendientes de ella. La chica se abrazó complacida. Nunca se había sentido tan cuidada y… mimada. Por un lado no le gustaba demostrar ningún tipo de debilidad, aunque por otro… ¡Era genial que te cuidaran! Todos se portaban maravillosamente con ella. Bernie y Ames siempre iban a verla en cuanto podían. Mary y Meemaw se habían quedado esos días y no hacían otra cosa más que malcriarla. Sonrió feliz. Incluso su padre, Wyat, había llegado desde Omaha dos días antes de que le dieran el alta y habían podido recuperar un poco su casi inexistente relación padre-hija. La chica rió divertida al recordar cómo su padre había sido recibido por una furiosa Mary Cooper que le increpó no haber llegado antes sabiendo que su hija estaba en la UCI. Fue la primera vez que vio a su padre quedarse sin palabras ante el inconfundible genio Cooper. Y también fue la primera vez que alguien, concretamente una mujer, se enfrentaba a su padre para decirle unas cuantas verdades. Penny suspiró. Su madre nunca lo había hecho. Se había resignado a vivir un matrimonio vacío que sólo existía como una mera fachada, como una costumbre arraigada y desgastada por el paso de los años. La chica se quedó sumida un momento en sus pensamientos y se estremeció al pensar en sus padres. Al menos, había vuelto a hablar con su padre. Hacía años que no tenían una verdadera conversación y, a pesar del resentimiento acumulado, verlo de nuevo allí, en la habitación del hospital, angustiado y preocupado, hizo renacer una llama de esperanza en el corazón de Penny. Es posible que, después de todo, las cosas pudieran ir solucionándose poco a poco.

Se recostó un momento en los almohadones, reprimiendo una mueca de dolor y paseó la mirada por el impecable orden del dormitorio. Sonrió al contemplar la infinita colección de cómics, todos perfectamente alineados, sin que uno sólo sobresaliera más que otro. Abrazó la almohada, apretándola contra su pecho y hundió el rostro en ella, aspirando el inconfundible y delicioso aroma de Sheldon. A veces tenía la sensación de estar viviendo un sueño del que no quería despertar jamás. Incluso había llegado a pensar que tal vez se había muerto en el hospital y ahora estaba en el cielo. No había otra explicación a todo aquello. Sheldon no se separaba de ella. Incluso había pedido permiso al doctor Gablehauser para realizar su trabajo desde casa mietras Penny convalecía. La cuidaba sin descanso, le llevaba el desayuno a la cama, jugaba al ajedrez y a Halo con ella, le cantaba Soft kitty por las noches y ella se dormía en sus brazos para despertar a la mañana siguiente rodeada por la deliciosa calidez de su pecho. Si aquello no era estar en el paraíso, Penny no tenía ni idea de qué podría serlo. Y lo más maravilloso de todo era que, después de cantarle Soft Kitty y desearle buenas noches, Sheldon susurraba un casi inaudible "te quiero". Penny se sentía morir cada vez que se lo decía. Y ahora lo hacía todos los días, como si quisiera ponerse al día después de tanto tiempo.

Apretó con más fuerza la almohada contra su corazón y permaneció un momento quieta. Después volvió a resoplar. No podía seguir más tiempo sin moverse. Apartó la sábana y la colcha y se levantó despacio, aún insegura sobre sus propios pies. Se apoyó trabajosamente en la cómoda y avanzó hacia la puerta. La abrió y miró a ambos lados del pasillo. Todo estaba en silencio. Avanzó casi de puntillas hasta que alcanzó el salón. Se mordió el labio. Sheldon estaba sentado en su mesa, trabajando en su portátil con la más absoluta expresión de concentración. La chica avanzó un silencioso paso. Tal vez podría alcanzar el sofá, sentarse y leer el periódico o una revista sin que él pudiera…

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now