Capítulo 3

5.4K 456 3
                                    

Penny se estiró satisfecha en el sofá, después de limpiarse con la servilleta tras terminar su plato. Alcanzó su vaso y bebió de golpe todo su contenido. Después, volvió sus ojos nuevamente a la televisión. Bueno, no es que fuese una gran fan de Star Treck, pero tampoco le disgustaba. Miró de reojo a Sheldon, que estaba completamente estático mientras sostenía el tenedor, a medio camino de su boca. Toda su atención se centraba en la pantalla, sin parpadear. La chica reprimió una risita y se dispuso a acomodarse a su lado. Con muchísima suavidad, intentó apoyarse en el hombro de él, mitad por ver su reacción y divertirse a su costa, mitad porque estaba bastante cansada y necesitaba apoyar la cabeza en algún sitio. Sheldon sintió la delicada presión, pero estaba tan irremediablemente pendiente de Spock que, tras la sorpresa inicial, simplemente pospuso en su cerebro la idea de reprenderla por su irritante tendencia al contacto humano.

- ¿Qué está pasando ahora, Shelly?- preguntó ella, con voz algo adormilada.

Sheldon la miró, moviéndose bruscamente y haciendo caer su cabeza. Pero Penny simplemente, volvió a acomodarse de nuevo sobre él. El tic nervioso de su ojo derecho amenazaba con alcanzar una velocidad preocupante.

- Penny, si no estás atenta es cosa tuya.- dijo escuetamente, volviendo sus ojos a la televisión.- Y te repito por enésima vez que no me llames Shelly.

- Ok, Moonpie.

Sí, definitivamente, el tic le dominó. Soltó apenas un gruñido y clavó su mirada en Spock. Pasaron unos minutos hasta que la situación pudo con él.

- Penny, francamente, no entiendo tus motivaciones para ver un capítulo de Star Treck cuando es evidente que ni dominas ni te importa la temática de…

Guardó silencio de inmediato al sentir que la chica acababa de rodearle con un brazo. La miró escandalizado y quedó inmóvil en el sitio. Penny reposaba en su hombro, completamente dormida, mientras le abrazaba como si fuese su osito de peluche. El físico quedó tan rígido que todo su delgado cuerpo parecía la cuerda de un violín. Miró alrededor, como si pudiera encontrar a alguien que le ayudase. Ni siquiera se atrevía a mover su mano para alcanzar su móvil y llamar a… Leonard, los bomberos o el 112. Sus neuronas trabajaban frenéticamente. No podía quedarse ahí, en esa posición, toda la noche. Mañana tenía que estar temprano en el Caltech. Necesitaba dormir sus 8 horas nocturnas para que su ritmo circadiano no fuese alterado, con las desconocidas pero terribles consecuencias que ello provocaría. Sí, tenía que despertarla. Se dispuso a hacerlo pero, una fuerza más poderosa que la electronuclear fuerte se lo impidió. El rostro de Penny aparecía tan suavemente relajado y feliz que lo paralizó. Había una tenue sonrisa en sus deliciosos labios.- "Un momento… ¿deliciosos?"- su corteza cerebral entabló una encarnizada batalla contra su sistema límbico. Una batalla que nunca antes se había presentado.- "Sí, deliciosos"- dijo la parte irracional de su cerebro.-"Toda ella es hermosa, deliciosa, como un ángel dormido"- Sheldon casi podía oír sus pensamientos.- "¡Por la constante de Planck! ¿¡Qué estás diciendo!? Sólo es una chica dormida, que te está transfiriendo todas sus bacterias y alterando tu ritmo de sueño, y por eso ahora piensas esas estupideces"

Sheldon respiró hondo, acallando a su, hasta ahora silencioso, sistema límbico. Sacudió la cabeza, como si quisiera quitarse esos incoherentes pensamientos. Recobró su control, pero aún así, había algo más fuerte que él que le impedía despertarla. Resopló. Está bien, sólo podía hacer una cosa para poder irse a su apartamento sin perturbar su sueño. Se movió con muchísimo cuidado y logró apartar el brazo que le rodeaba. Sujetó la cabeza de Penny como si fuera nitroglicerina líquida y logró levantarse por fin del sofá, con un suspiro de alivio. Avanzó un paso hacia la puerta de salida, pero se volvió involuntariamente. De nuevo sus ojos se fijaron en la dormida joven. Estaba con la cabeza y la espalda torcidas, en una postura que presagiaba una tortícolis o una hernia discal matutinas. Apretó los dientes. Si la dejaba dormir así… Masculló una ininteligible maldición en algo que podría ser élfico o chino mandarín. ¿Por qué rayos tenía que meterse él en semejantes líos, y siempre por culpa de Penny? Se acercó renuente, mirándola de arriba abajo y evaluando sus propias fuerzas. Con el mismo cuidado de antes se inclinó para cogerla en brazos. Un aleteo de inquietud le recorrió, sin saber si era causado por el hecho de que su esmirriada fisonomía pudiera hacer que ambos cayeran de bruces al suelo o porque sentía demasiado cerca de sí los gérmenes de su vecina. … y no sólo sus gérmenes…"- ¡"Oh, maldición, cállate ya!"

Afortunadamente, logró alzarla con más facilidad de lo que imaginaba. Ella apenas se removió, sin despertar. Sheldon la llevó a su habitación, procurando sortear el desorden en su camino. La depositó con delicadeza en la cama y le quitó las zapatillas con la punta de los dedos, intentando no tocar demasiado. Penny se giró, alzando sus brazos y abrazando automáticamente la mullida almohada, mientras murmuraba en sueños. Eso hizo que el minúsculo top que llevaba se subiera lo bastante como para revelar todo su abdomen… y algo más arriba. Sheldon sintió que de nuevo una oleada de ese espantoso calor se agolpaba en sus mejillas y apartó la mirada como un resorte, confuso. Tomó la sábana y la cubrió lo suficiente para eliminar esa visión que su memoria eidética ya se había encargado de grabar a fuego. Volvió a sacudir la cabeza con un tic y, finalmente, salió de la habitación y del apartamento para meterse en el suyo. Se lavó cuidadosamente las manos y los dientes y puso el despertador a las siete en punto. Nunca lo necesitaba, pero con los sucesos de aquella noche, tal vez su cerebro había perdido momentáneamente sus perfectas rutinas. Se dispuso a ponerse el pijama, aunque lo descartó al instante. Era como meterse en un horno. Al final, se metió en la cama sólo con los calzoncillos, tapándose algo avergonzado. Dejó escapar el aire, aliviado al fin al estar en su cama. Cerró los ojos y los apretó con fuerza, mientras veía con espantosa claridad a Penny dormida sobre él, Penny en sus brazos, Penny… Penny…

La teoría es más sencilla que la realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora