Capítulo 49

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Penny corrió por la calle hasta que sintió que sus pulmones explotaban, al igual que su corazón. Abrasadoras lágrimas caían por sus mejillas, sin ser capaz de detenerlas y sin ser capaz de emitir ni un maldito sollozo. En su precipitada huida, tropezó y cayó al suelo, abriéndose una brecha en las rodillas, exactamente igual que cuando tenía seis años. Pero ahora ese dolor le resultaba tremendamente ridículo.

- Señorita, ¿se encuentra bien?

La joven alzó la mirada. Un policía la miraba preocupado.

- ¿Se ha hecho daño?

Ella seguía sin poder articular palabra. El hombre le dedicó una mirada de amable comprensión.

- No se preocupe, la acompañaré hasta su casa.

Eso pareció hacerla reaccionar. Penny se levantó como un resorte, con los ojos llenos de lágrimas.

- ¡No!

Antes de que el sorprendido policía pudiera detenerla, la chica se puso en pie y salió corriendo de nuevo. No quería. Jamás volvería a casa. No podía imaginar ver a… Esta vez un sollozo atravesó su garganta. Su cerebro la bombardeó una y otra vez con la misma imagen. Sheldon y Erika besándose en el coche de la astrofísica, frente al portal de su casa. Era como una tortura sin fin, como si de repente su maldito cerebro poseyera esa maldita memoria eidética y pudiera ver hasta el más mínimo detalle de esa escena. Podía ver a Erika aferrando el cuello de su chaqueta, acorralándolo mientras lo besaba. Y podía ver a Sheldon… sin hacer nada. Después, una niebla de pesadilla había invadido su mente y lo siguiente que pudo ver fue a Sheldon, saliendo del coche y desapareciendo en el portal del edificio.

Penny soltó otro desgarrador sollozo. Sabía que aquello iba a pasar. Lo sabía. Desde el mismo instante en que vio a esa maldita desgraciada y se dio cuenta de cómo miraba a Sheldon. La odiaba, pero eso no era nada en comparación con lo que sentía en ese momento hacia… Sheldon. Él… la había traicionado. Por un momento, sacudió la cabeza. No, eso no podía ser. Jamás haría eso. Pondría la mano en el fuego por él… Pero, la había visto besarla. No había sido ninguna alucinación, por desgracia. Las lágrimas rodaron ardientes. En el fondo, ella sabía que era inevitable. Sheldon era… demasiado para ella. ¿En qué demonios había pensado? ¿Desde cuando todo es tan maravillosamente perfecto en esta asquerosa vida? ¿Desde cuando los genios se fijaban en chicas como… ella? -"¡Eres una imbécil, Penny!"- se gritó a sí misma. De pronto pareció caer en la cuenta. Ahora entendía por qué Sheldon nunca le había dicho que la quería. El físico teórico, en realidad, nunca había sentido por ella más allá de una extraña amistad. Ella había sido la que había forzado las cosas con él. Si no lo hubiera besado la primera vez, y todas las demás, si no se hubiera involucrado hasta ese punto, si no hubiera intentado seducirle, estaba clarísimo que seguirían siendo sólo vecinos y amigos. Sheldon nunca intentó nada con ella, por sí mismo. Sólo se había dejado arrastrar en esa maldita locura. En su maldita locura.

Penny sentía que la cabeza iba a estallar. No podía volver a su casa. Eran casi las dos de la madrugada. Se sentía desfallecer de sufrimiento. Corrió con sus últimas fuerzas hasta que llegó hasta su coche. Lo abrió y se subió, arrancándolo automáticamente y pisando a fondo el acelerador. Quería marcharse lo más lejos posible de allí. Seguía llorando, pero ya no le quedaban más lágrimas. Su mente estaba nublada con el dolor. Quería dejar de sentir ese insoportable sufrimiento en el pecho y aceleró más todavía. No oyó el sonido de las pesadas ruedas de un camión incorporándose a la calle. No vio los destellos de las luces del vehículo ni oyó el potente claxon que sonaba en una serie de frenéticos bocinazos. De pronto, una luz cegadora atravesó sus pupilas, mientras una tremenda explosión sacudía todo, rompiendo los cristales del coche. Un inmenso dolor la invadió, y pudo ver gotas de sangre salpicando el parabrisas. Pero después, el dolor se esfumó y todas las luces se apagaron. La chica perdió el conocimiento mientras entre sus labios expiraba una palabra.

- Sheldon…

Sheldon cerró los ojos un momento, intentando controlar la furia que le embargaba en ese instante. ¿Cómo demonios se había atrevido aquella… estúpida a besarle? Bueno, al menos ya no la vería por su despacho nunca más. No podía creerlo. Aunque la principal responsable de todo aquello había sido Erika, desde luego iba a tener una muy seria conversación con Raj, y también con Leonard y Howard. Bebió de un trago el té que tenía delante de la mesa. De pronto, su mirada enfocó la puerta de su apartamento. Miró su reloj. Eran casi las dos de la mañana. Nunca había llegado tan tarde del trabajo. Probablemente Penny estuviera ya de vuelta en casa. Tragó saliva. ¿Cómo se suponía que debía contarle todo aquello a la chica? Bueno, podía no decírselo… Sheldon dejó caer la cabeza, derrotado. ¿A quién diablos pretendía engañar? Era completamente incapaz de ocultar nada, y mucho menos a Penny. Sólo con imaginarla frente a él empezó a temblar. Se repitió una y otra vez que él no había hecho nada malo, que no había sentido más que asco y náuseas y que había sido Erika la que lo había besado a la fuerza. Es verdad que pudo haberlo evitado y se maldijo por haberse permitido un instante de debilidad ante las malditas palabras de Erika. Inspiró hondo y se dirigió a la puerta. Él no era ningún cobarde. Asumiría su parte de culpa y soportaría estoicamente el monumental cabreo de aquella chica, capaz de convertirse en el Hulk más atractivo que conocía. Tragó saliva y alzó la mano hasta la puerta del 4B.

- Toc, toc, toc… Penny…

- Toc, toc, toc… Penny…

- Toc, toc, toc… Penny…

Contó hasta tres. Penny siempre contestaba al tercer segundo. Pero la puerta siguió cerrada. Sheldon frunció el ceño. Acercó su agudo oído. Nada. Había un silencio sepulcral. Evidentemente la chica no estaba en casa. Penny era cualquier cosa salvo silenciosa. Miró confuso a la puerta. Volvió un instante a su apartamento y tomó las llaves de emergencia del apartamento vecino. Lo abrió y entró. Sí, estaba vacío y con el desorden habitual. Salió cerrando la puerta y entró en el 4A. Se sentó pensativo en su lugar del sofá. Tal vez esa noche había tenido más trabajo del normal. Tampoco era para preocuparse, ¿no? Miró su móvil. No había ningún mensaje, nada. Tecleó rápidamente un mensaje para Penny y esperó. No hubo respuesta. No quería llamarla al trabajo, pues era muy consciente de lo molesto que eso resultaba, pero finalmente no pudo contenerse. La llamada no tuvo respuesta. Sheldon volvió a fruncir el ceño. ¿Por qué no contestaba?

El joven físico empezaba a sentir una extraña preocupación. Penny siempre contestaba al teléfono. Llamó esta vez a la Cheesecake Factory.

- ¿Diga?

- Buenas noches.- Sheldon se aclaró la garganta.- Soy el doctor Sheldon Cooper. Quería saber si Penny se encuentra todavía allí.

- Penny se fue hace más o menos media hora.

Sheldon se quedó paralizado. Ni siquiera pudo responder y colgó el teléfono. Volvió de nuevo a marcar frenéticamente el número de la chica. Los tonos de la llamada se perdieron sin respuesta. Un terror sin nombre empezó a apoderarse de él. ¿Dónde demonios estaba? ¿Por qué no contestaba al teléfono? Se levantó y anduvo hasta la cocina, para volver de nuevo al sofá. De pronto, la puerta del apartamento se abrió. Sintió que el corazón se le subía a la garganta… pero sólo era Leonard. El físico experimental parpadeó sorprendido.

- ¿Sheldon? ¿Qué haces levantado a estas horas?

- Penny no ha vuelto y no contesta a las llamadas.

Leonard le miró fijamente. Abrió la boca un instante antes de poder hablar.

- Tal vez se le ha hecho tarde y aún está en la Cheesecake.

- No, acabo de llamar allí y me han dicho que Penny se había marchado hacía media hora.

El físico más bajo apretó apenas los dientes.

- Oye, Sheldon, no te pongas en lo peor. Ya conocemos a Penny. A lo mejor ni siquiera oye el móvil porque… le bajó el volumen involuntariamente.

El físico teórico le dedicó una mirada indescifrable. Leonard meneó la cabeza. Sí, lo que había dicho era estúpido, pero no se le ocurría otra cosa para intentar tranquilizar a su compañero de piso. Sheldon agarró su chaqueta.

- ¿A dónde vas?

- A buscarla.

Leonard tragó saliva al verlo desaparecer tras la puerta. Cogió también su chaqueta.

- ¿Pretendes ir a buscarla andando? ¡Espera!

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now