Capítulo 20

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Un rayo de luz se coló por la rendija de la ventana y dio de lleno en el rostro de Penny. La chica despertó ante la claridad y parpadeó. Miró alrededor. Ah, sí, cierto, estaba por fin acostada en una cama, después de tres interminables noches durmiendo en el sofá del hospital. Ese día darían el alta a la abuela de Sheldon. Sonrió. Se alegraba muchísimo de que al final todo hubiera terminado bien. No había intercambiado muchas palabras con la anciana, pero sí las suficientes para ver que era la abuela ideal, la que ella hubiera deseado tener. Ahora entendía por qué Sheldon la adoraba. Era una señora realmente dulce y amable. Su sonrisa y su suave conversación invitaban a charlar horas y horas con ella. Además, sabía cosas realmente interesantes y contaba divertidas anécdotas de su juventud. Penny no recordaba haberse reído tanto charlando con una persona mayor. Las personas mayores normalmente reprobaban su ligera manera de comportarse, pero no Eleanor. Sonrió al recordar la vergüenza que pasó cuando sus carcajadas hicieron que el doctor le llamase la atención, recordándole que estaba en un hospital. Sheldon la había mirado un tanto reprobador, pero Eleanor simplemente le había dedicado un guiño cariñoso.

La chica se sentó en la cama, aun sonriendo. Se levantó y abrió la ventana. Hacía un día realmente precioso en Galveston. Una suave brisa agitó su pelo rubio y tomó aire, disfrutando la sensación. Cerca de allí había una playa y la chica estaba deseando ir, por lo menos antes de volver a Pasadena. Arrugó el entrecejo, un tanto triste. Le costaría volver a su maldita rutina diaria. Leonard había llamado por teléfono justo ayer, preguntando cómo iba todo. También Bernadette y Amy. A decir verdad, echaba de menos al grupito friky. Rió entre dientes. Jamás creyó que lo admitiría, pero sí. Los echaba de menos. Incluso a Howard. Bueno, pronto estarían allí y todo volvería a ser como antes.

Sacudió la cabeza y se volvió. Hizo la cama con cuidado. Sabía que Mary Cooper era una fanática del orden, al igual que su hijo, y después de haberle concedido el honor de alojarla en la habitación de invitados no podía dejar que viese todo… aquello. Tragó saliva. Bueno, sí, era un poco desordenada. Empezó a recoger su ropa tirada por el suelo y procuró ordenar su maleta. Después tomó una toalla y se dispuso a salir. Miró el pasillo. No parecía haber nadie. La cocina también estaba vacía, aunque pudo sentir el delicioso aroma del café recién hecho. Su estómago rugió, pero antes tenía que darse una ducha. Pasó de largo y se encaminó hacia el cuarto de baño. Lo abrió y… la toalla que sujetaba resbaló de sus manos.

- ¡Oh… Dios…!

Sheldon Cooper se giró como si hubiera explotado una bomba atómica. Reprimió un grito al ver a la chica boquiabierta frente a él, e intentó taparse como pudo con la minúscula toalla.

- Yo… yo…- intentó explicar la joven.

No pudo decir más. Su cerebro simplemente no podía procesar las palabras ante aquella imagen. Sheldon estaba en pie frente a ella, llevando únicamente una toalla anudada a su esbelta cintura. Su piel aún aparecía mojada y el cabello húmedo y totalmente revuelto. Los intensos ojos azules la miraban con pavor, pero ella no parecía notarlo. No podía apartar la vista. Jamás en toda su vida había visto una imagen más increíblemente sexy. El joven físico retrocedió, completamente ruborizado, pero sin dejar de mirarla.

- Penny…- logró decir.- Te agradecería que… tus neuronas pudieran llegar a la conclusión de que esta situación es bastante… incómoda y que… no deberías estar aquí.

La chica sintió una enorme oleada de vergüenza, pero también sintió algo más. Ese algo que siempre la empujaba a discutir con él. Apretó los dientes.

- Lo siento… pero la culpa es tuya por no echar el cerrojo.- dijo, cruzándose de brazos. Levantó una ceja.- O… ¿acaso lo has hecho a propósito?

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now