Capítulo XXXIV

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      Sólo están ahí. De pie. El líder no está haciendo ningún movimiento, ni da ninguna señal de estar buscando algo, aunque es claro que así es. En su lugar sólo se mueve alguien, cuando el líder hace un movimiento casi imperceptible con la cabeza. Esa persona está acercándose hacia nosotros. Cruza los ventanales rotos para entregarnos una caja de metal. Necesita un código numérico. Sé que la mirada penetrante del líder está posándose sobre nosotros porque es claro que el señor Cunningham conoce el código. Lo da tan rápido que no parece que podamos conocerlo. El sujeto que ha traído la caja permanece a nuestro lado. Tiene las manos en la espalda y se mantiene en silencio. No podemos fiarnos de él, y el señor Cunningham lo sabe. Es él quien apunta con el arma hacia la cabeza del sujeto.

La caja se abre. Hay un teléfono, y al instante entra una llamada. El señor Cunningham activa el altavoz. Y nosotros tenemos que mantenernos en guardia. Cada vez hay más de ellos alrededor de nosotros.

—Es un placer contar con la compañía de tan peculiares soldados, mi buen amigo... ¿Puedo saber quién se oculta detrás de la máscara?

Una risa suena por el altavoz.

Es una mujer, y su acento no deja lugar a dudas.

—El placer es todo mío. Al fin tengo la oportunidad de ver al legendario Darian Cunningham en persona.

El señor Cunningham está sonriendo también.

—Ahora entiendo... Y digo lo mismo, señorita. Usted es la hija del líder de la Peulo Ligeu Kochi, ¿no es así?

—Mi nombre es Kim Mi-Sook.

—¿A qué se debe el placer de su visita, señorita Kim?

—Están en territorio de la Peulo Ligeu Kochi. Hay un boletín que ha sido lanzado por la PKM-Jameiat Sirria. Todo aquel británico, escocés, irlandés, europeo en general, o americano que sea visto en territorios prohibidos tiene que ser entregado a Vadim Yevseyenko.

Maldito hijo de perra...

El señor Cunningham sigue sonriendo.

—En ese caso, tenemos un serio problema —responde él—. Mis muchachos y yo no nos rendiremos sin dar batalla.

Eso parece ser suficiente para ella. Al fin se quita la máscara de gas, revelando un manos libres en su oreja y su largo cabello negro.

—Me temo que no está entendiendo, así que permítame explicarle de nuevo. Esta isla ha sido conquistada por mis hombres. La Peulo Ligeu Kochi no se vende al mejor postor, sin antes negociar. Por favor, vengan conmigo.

El señor Cunningham sólo asiente.

—Si ustedes traen a mis muchachos de la isla de Mewtwo, con vida, iremos con ustedes —responde, y termina la llamada.

Ahora podemos dejarnos llevar por la tensión...

—Esto ya no es un juego de lealtades, ¿o sí? —dice Reggie.

El señor Cunningham se ve tan tranquilo...

—Me temo que no, agente Keynes —responde—. Esto dejó de tratarse sobre la lealtad hace tiempo.

El teléfono está sonando una vez más. Kim Mi-Sook sigue mirándonos fijamente. El señor Cunningham responde, mientras el hombre que trajo la caja empieza a moverse. Todo sucede muy rápido. Sé que ella no se inmuta ante el disparo con el que yo le vuelo la cabeza. El hombre cae, y su sangre comienza a encharcarse. Su mano se relaja y suelta la jeringa. Es el veneno de Naganadel. Una sustancia negra, viscosa y repugnante.

—Es un truco muy sucio, señorita Kim —dice él.

—En ese caso, permítame rectificar mi oferta.

Enfatiza sus palabras con una explosión. Viene desde la isla de Mewtwo.

Maldita perra...

Tengo que hacer algo. Si no los detenemos, ella... Kyle todavía está ahí...

El señor Cunningham borra su sonrisa.

—De acuerdo, señorita Kim. Negociemos.

—Quiero a Katzenner, y la cabeza de Jacqueline Roosevelt. Es mi precio, Cunningham. ¿Lo tomarás, o buscarás los restos de tus muchachos?

—Ni pensarlo —dice Ian—. Señor Cunningham, Sheryl no lo permitirá. Necesitamos a Katzenner de nuestro lado.

—Pero no tenemos alternativa —dice Reggie—. Estamos rodeados. No saldríamos de aquí con vida si nos negamos. Crown sobrevivirá, pero nosotros no.

—No podemos darle a Katzenner... —intervengo yo—. Pero...

Sí.

Tengo un plan.

Reggie tiene razón.

El señor Cunningham me cede el teléfono. Sé que Ian es el único que no se da cuenta de lo que estoy haciendo. Por suerte, Reggie y el señor Cunningham sí que lo hacen.

—Te daré algo mejor, Kim —le digo—. Soy Victoria Levitt, y sabes que soy una mujer de palabra. Si la Peulo Ligeu Kochi se alía con nosotros, si traen a nuestros amigos de la isla y salvan a la agente Bradley, te daré a Sheryl Crown.

Ella está considerándolo.

Hay otra explosión, a pesar de su respuesta.

—Trato hecho.

Y la llamada se corta, a la par que Ian me da un empujón.

—¿En qué mierda estás pensando? —dice, en voz baja—. Sheryl Crown es una leyenda. No podemos ponerla en nuestra contra.

—No estoy poniéndola en nuestra contra —respondo, y sé que el señor Cunningham está sonriendo—. Reggie tiene razón. Sheryl sobrevivirá. Y, si esto ya no es un juego de lealtades, entonces los peones se mueven primero.

—Sheryl no es un peón.

—Tal vez no. Pero esto tampoco es un juego de ajedrez, y la reina puede disfrazarse de peón con tal de llegar al rey. Confía en mí.

Sé que lo hace, a pesar de todo.

Espero que Sheryl sepaentenderlo, y que ella también confíe en mí hasta el final...

Pokemon Re-Start II: SuplicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora