Drakhae [l.s]

♕ 3: Padres del año. ♕

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[...]

El cielo despejado de una mañana fría en el sur, se mantenía en un azul muy pálido mientras el sol y sus débiles rayos a través de la brisa invernal, avanzaban por las calles de Dragonscale.

Carretillas y caballos se mantenían recorriendo el centro de la ciudad de manera constante, el murmullo de las personas trabajando desde primera hora, colgando decoraciones, banderines dorados y serpentinas plateadas por doquier. El solelum era en escasos días y la semana que festejaba el cumpleaños de Kargem, llegaría de vuelta al sur por primera vez tras la guerra.

Y mientras se alzaban carpas y se ajustaban sogas y decoraciones, pintando murales y retocando arreglos en la zona de Dorado, a través de las demás colinas atiborradas de casas, edificaciones y templos, se había ahí en medio, el Krestum, sobre la montaña más alta. Aquel lugar imponente de torres altas y muros sólidos, brillando gracias a sus muros de arenisca y ventanales inmensos.

Y en el castillo del sur, también había cientos de preparativos; banquetes, limpiezas de los salones, arreglos y la confección de uno y varios trajes para la corte, la familia real. Todo el mundo dentro de Krestum tenía una tarea asignada y esperaban la llegada de sus invitados para serviles.

Así como aquella mañana, cuando un torrente de guardias dorados se formaba en una perfecta hilera a través de la explanada de dragones, cuidando desde la entrada al palacio,
Como por las escaleras y los bordes del castillo, pues en el centro de aquel lugar de suelo terroso, sin hierba en y en partes quemado, se hallaba de pie Kargem, el joven rey que resplandecía en una capa grisácea y en un traje de cuero unos tonos más claro. Harry Akgon llevaba el cabello recién recortado, los pequeños rizos alborotándose conforme el viento se los despeinaba. El mechón blanco entre el resto de su cabello castaño, brillando.

Miraba al cielo de manera expectante, con el rostro serio, el ceño levemente fruncido; parecía completamente impasible..., hasta que algo le tiró de la capa desde abajo. Agachó la vista y se topó con los ojos bicolor de su hijo mayor. Su mirada se suavizó de inmediato.

El pequeño lucía también un reciente corte, encontrándose fresco y limpio por el baño. Llevaba uno de esos trajes preciosos de gala que solo usaban en ocasiones especiales.

—Mira frareh. —Jaekhar alzó sus manos y le enseñó lo que parecía ser una roca afilada al principio, pero tan pronto como tomó forma, Harry alzó las cejas con sorpresa.

— ¡Dioses, esto es increíble! —susurró Harry a través de su sonrisa, tratando de no elevar mucho la voz; estaba genuinamente impresionado, la tomó de la mano de su hijo con delicadeza, examinándola. — ¿De dónde la sacaste?

—La encontré en el suelo —dijo el heredero, encogiéndose de hombros. Sus ojos bicolor brillaron ante la vista de su padre. — ¿Crees que me la pueda quedar?

Harry asintió sin rechistar, estaba demasiado maravillado con aquella cosa como para pensarlo.

—Esto es muy valioso, mi abuelo solía tener una, pero decidió enmarcarla.

— ¿Qué es enmarcarla?

Harry sonrió.

—Colgarla en tu habitación —explicó.

Jaekhar sonrió, de acuerdo con la idea, como si fuera un trofeo. Asi que chocó la palma de su mano contra la de su padre entre risas.

—Harry —llamaron y el rey del sur se congeló de repente cuando se volvió para admirar a su esposo; Louis llevaba a Daerys sobre sus brazos, que, a diferencia de ellos, se mantenían en silencio y sin inmutarse. Harry se irguió bajo la atenta mirada de aquellos dos pares de ojos azules idénticos.