Día 47, semana 7.

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     Bueno, ¿Qué tal me queda Vicent? ¿Vincent? ¿No? ¿Valentín? ¿Víctor? Ya sabes, de victoria. Quiero un nombre así, fabuloso. Entre todos hasta ahora mi preferido era Vicent. Quería un nombre con esa inicial, también por el artista este de Van Gogh, el pintor. Así que estaba... Van, Van... Vanta, no. Van... Vante. ¡Oh! Eso es. Vante. Me gusta.

     Excelente. Ya tenía el nombre, sólo falta encontrar a alguien que sepa falsificar un pasaporte y una visa.

     Aunque en este momento me encontraba más preocupado sobre el cómo liberarme del agarre que Hoseok ejercía en mí mientras dormía a mi lado. Sí. Había despertado junto a él en la camilla.

     Por poco gimo de forma lastimera al verle removerse y comenzar a abrir los ojos.

     «Tierra trágame, por favor».

     —Tae... —habló con la voz ronca de recién despertado.

     «Uff, su voz».

     Con dicha voz podía azotarme y-

     «Concéntrate, Kim».

     Tragué saliva. Recordando que para mí mal afortuna no había logrado crear un pretexto sobre el noqueo que le di. Por otro lado, me sentí un poco aliviado de no verle una marca en la frente o algo.

     «¡Casi lo matas, ingrato!».

     Me encogí en mi lugar.

     —Taetae —me habló, levantándose y estirándose el cuello. Con los ojos entrecerrados por la luz me observó, viéndose sexy por la imagen de adormilado con sus cabellos desordenados—. Me puedes explicar que fue lo que paso ese día.

     «Pues... no, je».

     —No sé de que me hablas.

     —Taetae, me noqueaste.

     —Yo no hice algo como eso.

     Él frunció el ceño, pasándose las manos por la cara. —Taetae.

     —Lo juro.

     Suspiró y perezosamente me sonrió.

     —Está bien. Si tú lo dices, cariño.

     Le sonreí tratando de no mostrar el nerviosismo que me comía por dentro.

     —Iré al baño.

     Él se levantó dispuesto a ayudarme a sentarme en la silla de ruedas, lo dejé, pero cuando hizo el amago de acompañarme cuando abrió la puerta, le detuve pasando de él.

     —Iré yo solo. Voy a bañarme y eso.

     Me alcanzó por detrás y mordió mi oreja enviándome escalofríos por todo el cuerpo cuando susurró:

     —Aun así, podría acompañarte.

     «Ay, padre».

     Reí sosamente con las mejillas sonrojadas y negué con la cabeza saliendo de ahí rápidamente, oyendo la risa del castaño oscuro a mis espaldas.

     Tiempo después efectivamente fui al baño. Me lavé el rostro y los dientes. Iba saliendo y mis ojos atraparon la imagen de Jimin caminando había mi habitación. Estaba a pasos de llegar frente a ella y yo no supe en que momento o como pero cuando vi le agarré de la chaqueta desde atrás.

     Tenía que desviarle del camino y alejarle de ahí.

     —Hola, ¿Vamos al patio otra vez?

¿No me recuerdas? || VharemWhere stories live. Discover now