Capítulo 44.

75 12 0
                                    

Bradley.

El encargado de Dempsey & Dempsey me dio esta mirada de reproche. Lester no ocultó su descontento un lunes por la mañana al decirle a mi secretaria que cancelara lo que tenía en la agenda para las tres de la tarde.

—Bradley, hemos trabajado juntos por más de diez años, eres el dueño, y es por eso que no debes descuidar lo que has logrado hasta ahora —aconsejó con ese aire recto y postura firme.

Lester era mayor que yo por ocho años, y en teoría debería ser humillante que alguien menor que tú sea tu jefe, pero él era consciente de que venía siendo un empresario desde antes de los treinta, mientras que él solo llevaba cuatro años cubriendo mi espalda.

—No todo puede ser trabajo, Lester. Hay veces que se deben tener claras las prioridades —respondí con la misma capacidad que tengo para hacer notar mi punto. No estaba en esta posición de a dedo o por ser el hijo, sino porque papá vio potencial en mí.

No lo entendía antes. Una parte anhelaba tanto ser un abogado en vez de ser el director, pero debía reconocer que tenía talento para esto. Además, me sentía más tranquilo manejando la firma, que dejándola en manos extrañas.

Sin embargo, existía una mujer que me necesitaba, no porque debía rescatarla, sino porque como hombre quería vivir esta etapa con ella. Entonces, iba a hacer lo que fuera por acompañarla.

Lester se encogió de hombros y suspiró, dando por terminado el sermón. Hablamos sobre la capacitación del personal el siguiente año. Las reuniones con distintos departamento para saber qué tanto habíamos mejorado y cómo estábamos posicionados en el mercado. También discutimos sobre la posibilidad de conseguir un edificio con más espacio, porque la demanda estaba creciendo y necesitábamos contratar más abogados, lo que acababa con más oficinas.

Para las tres de la tarde me encontraba con Chelsea en la sala de espera de la clínica.

Esto sería una bomba en cualquier momento; no era un secreto que la mayoría de las personas conocían quién era ella y, para el caso, también reconocían al empresario Dempsey. No éramos celebridades, pero en el mundo de la élite social éramos caras conocidas a las afueras de un consultorio de obstetricia; no me extrañaría que sacaran sus conclusiones. Sin embargo, a Chelsea no parecía importarle, sin embargo, me preocupaba qué tanto le afectaría cuando la bomba estallara porque no podría guardar el secreto para siempre.

La miré de soslayo mientras fingía estar revisando mi celular. Estaba concentrada en algo frente a ella. Seguí la línea de atención y descubrí una pareja riendo. Él tenía la mano en el vientre de la mujer, luciendo expectante. Sin ningún aviso, los ojos del hombre se agradaron y empezó a asentir, diciéndole a ella que podía sentir las patadas del bebé. La mujer aseguró que eran las manos, pero él negó, insistiendo que estaba equivocada, que parecían los pies. No obstante, era una discusión sana donde ambos reían, encontrando el momento especial.

Chelsea suspiró. Me tomó nada comprender qué pasaba sin que lo dijera.

Podría decirle que si me lo permitía, ese panorama sería posible, pero tenía la sensación de que no era lo que quería oír. Estaba cerrada a la posibilidad de que sucediera, porque mentalmente, Chelsea tenía un plan, que no me incluía a largo plazo.

—Voy por una botella de agua —avisó sin mirarme. Negué, diciéndole que iría porque se me antojaba algo de beber. Era mentira, no tenía sed, pero estaba seguro de que mi presencia le asfixiaba y necesitaba un respiro.

Mientras miraba las máquina de bebidas pensaba en qué tanto podríamos aguantar este vórtice. Un momento queríamos arrancar nuestras ropas y al otro ella quería crear distancia entre los dos. Durante estos años había adquirido el don de la paciencia porque no puedes ser un empresario impulsivo; eso trae problemas financieros y desaciertos. Sabía que podría esperar por un rato, pero la paciencia no es eterna, lo que nos llevaría a explotar en un futuro próximo.

Y te conocí Where stories live. Discover now