Capítulo 43.

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Bradley.

Tenía a Lester a un lado con un expediente de un caso especial de un empresario. A Eve diciéndome que mi próxima junta era en quince minutos. Mi celular vibraba con mensajes y algún que otro recordatorio, no obstante, lo único que pensaba era en Chelsea y el embarazo.

Los labios de Lester se movían, pero lo interrumpí diciendo—: Puedes solucionarlo. Necesito salir un momento. —Ni siquiera le di una mirada al hablarle. O alguna otra explicación. Salí de mi oficina con saco y llaves del auto en mano.

—¿Señor? —llamó Eve, levantándose de la silla como un resorte—. Tiene una junta en menos de diez minutos, señor. Quedó pendiente de ayer. —Estaba casi implorando que no la abandonara en esto.

Confié en Nancy al recomendar a la chica. Sin embargo, le faltaba un poco de carácter si deseaba escalar a una posición permanente. —Eve, si quieres durar en este lugar, necesitas adquirir un poco más de temperamento. Encuentra una solución —aconsejé, y a la vez pedí, antes de que el elevador cerrase las puertas.

Esta vez llamé al intercomunicador. Le otorgué la oportunidad de rechazar mi presencia.

—¿Sí? —contestó con suavidad, pero sin emoción. Descubrí que seguía provocando el mismo efecto en mí, trayendo un caos a mi interior.

—¿Estás ocupada? —indagué. La respuesta fue un sonoro suspiro. No sabía si de molestia o alivio, pero mantuve la esperanza de que fuese la última opción.

Hay una persona aquí que no estoy segura que quieras ver… ¿podrías venir después?

La voz de Galvin diciéndole que se marcharía arrugó mi corazón. Mi pecho empezó a latir de mala manera, imaginando todo lo que no debía. Los celos se apoderaron de mí, contribuyendo con el impulso de subir solamente para encajar mi puño en su cara.

¿Bradley? —llamó con un tinte de pánico en su voz, regresando mis pensamientos a la realidad.

Hice un esfuerzo inhumano para recordar que no éramos nada. Terminó conmigo y la única razón por la que estaba allí era porque tendríamos hijos. Necesitaba enfocar mis energías en eso. Mantener una relación lo más saludable posible por el bien de los niños.

—Subiré si no tienes problemas —murmuré, controlando mis ganas de gritarle para que me explicara qué hacía con él.

Sabía su clave de acceso y podría subir como perro por mi casa, pero ya no estábamos juntos, tenía que meter ese factor en mi cabeza antes de cometer alguna estupidez. No poseía ningún derecho para reclamarle o invadir su privacidad.

Intenté razonar con mi cerebro los pocos minutos que duró el ascensor en llegar a su piso.

Sin embargo, al salir del mismo, fui recibido por su amigo de pie en la puerta de su apartamento, y Chelsea con la expresión triste que llevaba últimamente.

Él volteó a verme y se dibujó una expresión de asco, que se fue cuando regresó su mirada hacia la puerta, negando hacia Chelsea. —Estás equivocada, C.J. Él no sabe amar sin hacer daño.

Quise decirle que no tenía idea de lo que hablaba, pero sus palabras crearon un vacío en mí al ver a Chelsea con lágrimas acumulándose en sus ojos.

—Tú y yo somos iguales, Bradley. No sabemos amar sin joder las cosas —escupió mirándome con tanta rabia que me pregunté por qué se comparaba conmigo.

—Messer…

—No. Acostarnos fue un jodido error. Creo que sí jodimos la amistad. —Pasó por mi lado tropezando su hombro con el mío.

Y te conocí Where stories live. Discover now