Capítulo 9.

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Claire.

Al principio solo era una prostituta buscando liberación.

Ahora era una chica que no dejaba de pensar en un hombre prohibido de muchas maneras. La clase social, mi pasado, mi presente, madre soltera; rico, mi trabajo, su falta de interés en mí.

Lo sabía por su mirada; él sentía algo por otra.

No era la primera vez que otro hombre me utilizaba de esa manera. Por eso no me importó que Bradley lo hiciera. Él buscaba olvidar y yo quería correrme; tener la seguridad de que era dueña de mis orgasmos, que podía controlar mi cuerpo, pero, sobre todo, que tenía derecho de sentir.

En todo momento él me dio eso, pero incluso las primeras veces supe que había alguien allí que lo impulsaba a regresar a mí; hice lo que a la mayoría le gustaba, pero no era lo que funcionaba con Bradley; que siguiera volviendo después de un sexo mediocre me dejaba pensando que tal vez deseaba más que solo un buen rato y folladas gratis.

Hice lo que no había hecho antes: buscar complacer a alguien fuera del trabajo. No fue difícil. Solo me dejé llevar y eso trajo emociones y sensaciones que dejé guardadas para no involucrar lo personal con el trabajo.

Él se encontraba fumando en el balcón de la habitación de un hotel barato. No le preocupaba que la gente se diera cuenta de que estaba follando con una tipa. Yo era una don nadie; dudaba que alguien de allí supiera quién era Claire Davis. Pero, la manera en que lo miraban, como si fuese una celebridad, me enfermaba y me daba miedo al mismo tiempo. Las murmuraciones no tardarían en aparecer; estuve rodeada de muchos abogados en esos meses, y sabía que para ellos la imagen intachable lo era todo. Tan pronto existía la mínima oportunidad de que su perfecto mundo de mierda se viniera abajo, ellos encontraban la manera de abandonar el barco. No quería que Bradley se alejara.

Teníamos sexo asombroso porque ya no era Claire la prostituta con él, sino la Claire que sentía y disfrutaba. Después de aquel día en el que me dejé llevar nos habíamos visto cinco veces. Las cuatro primeras ocasiones lo pedí yo, y una vez él llamó, precisamente hoy.

Sabía que algo lo traía hasta mí porque en este extraño arreglo era la primera vez que llamaba para encontrarnos.

Cuando puse las reglas pensé que sería fácil cumplir con ellas. Sin embargo, viéndolo allí, quería ir y decirle que podía contar conmigo, que yo podría ser más que sexo para él; un completo error.

Aunque saberlo no detuvo el impulso de ir hasta Bradley.

—¿Sucede algo? —pregunté, rompiendo la regla de cero caricias al poner mi mano en su hombro. Había roto dos reglas en menos de un minuto.

Ni siquiera me miró cuando negó.

No debería, pero me dejó un sentimiento de decepción. Esa punzada de cuando me sentí rechazada regresó a escena. Lo bueno fue que no se apartó de mi toque.

—Claire, no quiero traer los problemas a este acuerdo —respondió, con esa voz masculina, firme que debilitaba mis piernas.

—Lo siento. Te ves como que necesitas hablar —susurré, sintiéndome como una chiquilla de catorce otra vez. Él producía ese efecto en mí; no importaba cuántos hombres había follado, Bradley me hacía sentir como una niña inexperta.

Volteó a verme y hallé esa mirada triste. Sabía que la manera en que su mirada me perturbaba no era buena, pero me dije que podría soportarlo.

—Me convertí oficialmente en el dueño de todo. Mi papá falleció. Un abogado acaba de leer su testamento para anunciar que todo es mío legalmente —confesó. Su sonrisa se transformó en una de fastidio, en vez de tristeza o incluso temor; como si el tener tanto dinero era un problema para él.

Y te conocí Where stories live. Discover now