Capítulo 5.

173 12 8
                                    

Claire

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Claire.

Sunny me miró con esos hermosos y grandes ojos verdes, rogando que no la pusiera a dormir. Estaba agradecida de su hubiese heredado el cabello claro, casi cenizo, cortesía de su padre, además del color de ojos de un verde aceituna con unas motas azules.

A sus dos años, Sunny no era una niña muy habladora. Creí que era la herencia de su padre, muy poco conversador. Randy no fue un mal cliente; un poco excéntrico, pero dejaba buena propina. Lastimosamente, un día corrimos con la suerte de que el preservativo se rompió, lo que provocó el accidente llamado Sunny.

Randy estaba casado, era un hombre de casi cincuenta años, con una empresa textil; alto perfil. No podía quedarme en Florida por más tiempo porque Malcom jamás me daría posada con una barriga de embarazo y, aunque hay un par de hombres con el fetiche de follar a putas preñadas, a la mayoría no le gustaba. Wendy me ofreció ayuda en lo que conseguía un trabajo nuevo.

Solo hice que tener a Sunny y después de tres meses empecé a trabajar otra vez. Para los seis meses ya no tenía leche en mis pechos. Sin embargo, Sunny era tan saludable como un caballo.

Randy enviaba dinero mensualmente, pero no la cantidad necesaria para dejar el trabajo; además de que estaba acostumbrada a ganar dinero por mi cuenta; no me imaginaba haciendo otra cosa.

—Vamos, enana. Mamá tiene que trabajar —susurré, tomándola en mis brazos y besando su frente. Empecé a cantarle una canción de cuna, lo que siempre funcionaba con ella.

A las ocho apareció Dolores —una vecina que pensaba que trabajaba en una agencia telefónica en el turno de la noche—, que no le molestaba cuidar de Sunny en absoluto por un buen pago.

Este era un cliente habitual; nunca me dio un nombre, ni me contó qué hacía o cuál era su historia; solo se trataba de follar en una suite lujosa. No me importaba si era tosco porque me daba buena propina, además de lo que pagaba en la agencia. No existía nada extravagante con él; únicamente se le veía indiferente la mayoría del tiempo.

De inmediato, recordé a otra persona que parecía igual de indiferente que mi cliente; la diferencia era que él sí me usaba, mientras que para Bradley era como si nunca hubiera hablado conmigo.

Se volvió una constante a la hora de trabajar compararlo con cada cliente que tenía. La mirada triste en contraste con la lujuriosa. La sonrisa amistosa versus la maliciosa. El trato amable contra el demandante. En todos los aspectos él sobresalía, lo que no estaba segura de qué me hacía sentir.

Lo he visto otras veces. Tres mientras iba de la mano de Jones y otra con Clinton. En todas esas veces me ignoró y tampoco hice el intento por hablar con él, aunque sabía que estaba fumando en las terrazas.

Me pregunté durante todas esas noches si era normal pensar en un desconocido; eso era él para mí. La manera en que se metió debajo de mis párpados, como una canción pegadiza que resuena una y otra vez en tu cabeza, me llenaba de desesperación.

Y te conocí Where stories live. Discover now