90. 𝗘𝗡 𝗕𝗨𝗦𝗖𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗚𝗨𝗔

Comenzar desde el principio
                                    

—Efectivamente —repuso el señor Weasley.

—Entonces ¿pagarán ahora? —preguntó el señor Roberts.

—¡Ah! Sí, claro... por supuesto... —Se retiró un poco de la casita y le hizo
una seña a Harry para que se acercara—. Ayúdame, Harry —le susurró,
sacando del bolsillo un fajo de billetes muggles y empezando a separarlos—.
Éste es de... de... ¿de diez libras? ¡Ah, sí, ya veo el número escrito...! Así que
¿éste es de cinco?

—De veinte —lo corrigió Harry en voz baja, incómodo porque se daba
cuenta de que el señor Roberts estaba pendiente de cada palabra.

—¡Ah, ya, ya...! No sé... Estos papelitos...

—¿Son ustedes extranjeros? —inquirió el señor Roberts en el momento en que el señor Weasley volvió con los billetes correctos.

—¿Extranjeros? —repitió el señor Weasley, perplejo.

—No es el primero que tiene problemas con el dinero —explicó el señor Roberts examinando al señor Weasley—. Hace diez minutos llegaron dos que querían pagarme con unas monedas de oro tan grandes como tapacubos.

—¿De verdad? —exclamó nervioso el señor Weasley. El señor Roberts
rebuscó el cambio en una lata.

—El cámping nunca había estado así de concurrido —dijo de repente,
volviendo a observar el campo envuelto en niebla—. Ha habido cientos dereservas. La gente no suele reservar.

—¿De verdad? —repitió tontamente el señor Weasley, tendiendo la mano
para recibir el cambio. Pero el señor Roberts no se lo daba.

—Sí —dijo pensativamente el muggle—. Gente de todas partes. Montones
de extranjeros. Y no sólo extranjeros. Bichos raros, ¿sabe? Hay un tipo por ahí que lleva falda escocesa y poncho.

—¿Qué tiene de raro? —preguntó el señor Weasley, preocupado.

—Es una especie de... no sé... como una especie de concentración —
explicó el señor Roberts—. Parece como si se conocieran todos, como si fuera una gran fiesta.

  En ese momento, al lado de la puerta principal de la casita del señor Roberts, apareció de la nada un mago que llevaba pantalones bombachos.

—¡Obliviate! —dijo bruscamente apuntando al señor Roberts con la varita.

  El señor Roberts desenfocó los ojos al instante, relajó el ceño y un aire de
despreocupada ensoñación le transformó el rostro.

—Aquí tiene un plano del campamento —dijo plácidamente el señor Roberts al padre de Ron—, y el cambio.

—Muchas gracias —repuso el señor Weasley.

  El mago que llevaba los pantalones bombachos los acompañó hacia la
verja de entrada al campamento. Parecía muy cansado. Tenía una barba azulada de varios días y profundas ojeras. Una vez que hubieron salido del alcance de los oídos del señor Roberts, le explicó al señor Weasley:

—Nos está dando muchos problemas. Necesita un encantamiento
desmemorizante diez veces al día para tenerlo calmado. Y Ludo Bagman no es de mucha ayuda. Va de un lado para otro hablando de bludgers y quaffles en voz bien alta. La seguridad antimuggles le importa un pimiento. La verdad es que me alegraré cuando todo haya terminado. Hasta luego, Arthur.

  Y, sin más, se desapareció.

—Creía que el señor Bagman era el director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos —dijo Lucy—. No debería ir hablandode las bludgers cuando hay muggles cerca, ¿no les parece?

✓ DRAGONS, harry potter [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora