Néon {Kim Taehyung}

2. Una especial ciudad

Luna esperó a que se abriesen las puertas y saliese toda la gente para pulsar de nuevo el botón y subir arriba. No estaba dispuesta a dejar a su amigo fuera, sobre todo cuando él la había acompañado hasta ahí. Se sentía mal, terrible, y con miedo. Hoseok era la única persona en la que había confiado para ir a Neón, y sentía impotencia al estar en un lugar, sola, sabiendo que él podría estar fuera muriéndose de frio, en el mejor de los casos. Le temblaron instintivamente las piernas. No quería imaginar que le podían haber hecho a su amigo, y aunque tenía más miedo a regresar que a quedarse, prefería correr el riesgo de averiguar. Primero estaba Hoseok.

Y es que no lo entendía, no lograba entenderlo. Las dos entradas eran las mismas, estuvo NamJoon unos cuantos días para hacerlas iguales, y la única diferencia eran los nombres. Cada tarjeta tenía el nombre del propietario, en señal de identidad, pero en sí, todas eran iguales. Con esfuerzo sacó del bolsillo la tarjeta y la miró bien. El color morado metalizado de la tarjeta era hermoso, nada más con verla parecía ser un artículo caro y costoso. Las letras de su nombre brillaban con ímpetu, como si se saliesen de esta. Y después, estaba un código por debajo. Por lo que NamJoon le dijo a Hoseok, ese código era importante. Suspiró y entonces se abrieron las puertas.

Todos los del ascensor empezaron a salir, algunos codeándola, otros simplemente pasando al lado de ella. La pelinegra cada vez se fue más hacia dentro, observando como la última persona se iba. Todo iba bien, sin embargo cuando fue a pulsar el botón para ir hacia arriba...

-Señorita – dijo un hombre corpulento, alto y con traje. A pesar de su apariencia ruda, sonrió, tendiendo la mano a Luna, que se encontraba con los ojos desorbitados a más no poder. Le habían pillado. – No puede estar ahí, por favor, salga del ascensor.

-Yo... - sus mejillas tornaron rojas al ver que el hombre la miró con el ceño fruncido. – necesito subir otra vez...

Gran sorpresa se llevó cuando el hombre soltó una ligera risa. Luna confundida miró al hombre, que la miraba divertido. ¿Qué era tan gracioso? Él cesó su risa al ver que ella no entendía nada.

-Señorita, no hay botón de subida – al oír eso, instintivamente miró hacia el panel, pero se dio cuenta. No había. No había panel ni botones, menos el de subida. Ella frunció el ceño. – Por favor, salga del ascensor.

Ella, a regañadientes hizo caso ¿Cómo es que un ascensor no tenía panel? ¿Cómo lo manejaban entonces? Iba a preguntarle al hombre cómo volver a subir, hasta que por fin vio lo que había venido a buscar.

Una hilera de grandes edificios se presentaron ante ella apenas ver la vista, que se mostraban majestuosas ante sus ojos. Cada edificio se veía de un color distinto, pero a la vez, se veía elegante, poderoso. Era como un toque único que los diferenciaban. Al bajar la vista, podía visualizar la carretera en mitad de dos calles por donde transcurría gente. El asfalto tenía unos ligeros pigmentos de color azul luminoso que resplandecían sutilmente en el suelo. No había ningún coche que no tuviese colores neón impregnados en él, tampoco se salvaban las motos, que de vez en cuando se veía una que otra por la calle. Luna, dio unos pasos más, ensimismada por la ciudad tan bonita y majestuosa que estaba viendo, y por un momento se olvidó de Hoseok.

Hoseok.

Hoseok.

Tenía que volver.

Aunque lo sintiese con todo su corazón.

Al girar para poder hablar otra vez con aquel nombre, vio que ya no estaba. Ni él, ni el ascensor. Se asustó. ¿Y ahora qué? Se llevó las manos a la cabeza y miró a su alrededor. No quedaba ni rastro de ellos y ella no tenía ni idea de que hacer. Su mano derecha fue lentamente a su mechón tintando y suspiró. ¿Por qué tenía que pasarle esto? Sabía que había hecho mal. Sabía que no debía haber entrado, ni siquiera haber pensado en entrar a Neón. Hoseok ahora estaba fuera y no sabía exactamente a donde podría estar en ese mismo instante, cosa que la ponía de los nervios. Quería a su amigo, y por eso debía salir a buscarle. ¿Pero cómo podía salir?