Capitulo 1

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- A tenido un fuerte golpe en la cabeza que ha creado una pequeña laguna en ella...

- ¿A que se refiere con una pequeña laguna?

- Puede existir el riesgo de que cuando despierte, no recuerde nada.

***

- Vamos pequeña, debes despertar... tienes que ser fuerte, tienes que recordar.

***

- Venus cariño, papá y mamá estamos aquí...

***

- Amiga te extraños.

***

- Disculpen pero la hora de la visita se ha acabado, solo una persona puede quedarse la noche...

- Yo lo haré, vayan ustedes a descansar, nos vemos mañana.... Hermana despierta, por favor.

***

- Han pasado casi dos semanas, los riesgos de que pueda perder la memoria son cada vez mas altos.

- ¿Recordara con el tiempo?

- Me temo que no.

***

Los vellos de la nuca se me erizan, y comienzo a sentir frió por todo mi cuerpo, el sonido de las maquinas a mi lado se hace cada vez mas audible, siento un peso ligero en mi pierna, abro lentamente los ojos, volviéndolos a cerrar por la luz del televisor frente a mi, me quejo. 

Me remuevo en el sitio y siento como el peso de mi pierna desparece. Abriendo los ojos por segunda vez la tele esta apagada y una lampara a un lado de la cama ilumina la habitación. Paredes blancas me dan la bienvenida, un enorme ventanal a mi derecha con una gruesa y enorme cortina color gris, a mi izquierda las maquinas me parpadean y el pitido se hace mas y mas insoportable a mis oídos.

Pip... Pip... Pip...

Frunzo en ceño, no se donde estoy, miro hacia la lampara a mi lado y me doy cuenta que no soy la única persona en la habitación, aquello me hace sobresaltar. Un hombre de unos ventitantos años se encuentra sentado a mi lado. Su cabello caía despreocupadamente por su frente, haciendo un hermoso contraste con el tono pálido de su piel, una barba de unos tres o cuatro días adornaba la parte baja de su rostro y unos penetrantes ojos azules me miraban atentamente, unos ojos que en mejores tiempos pudieron haber sido tan azules como el mar infinito, pero que estaban apocados por alguna razón, rojizos e hinchados como si hubiera llorado durante horas.

Era un hombre realmente apuesto, cualquier mujer moriría por ser abrazada por aquellos brazos perfectamente formados bajo esa camisa de algodón blanco, cualquiera mujer moriría feliz bajo esa dulce mirada que en estos momentos me dirigía, pero...

¿Quien era aquel hombre?

- Venus- como si hubiera al fin caído en cuenta, toma mi mano con sumo cuidado la cual hasta ahora me doy cuenta que tengo una aguja enterrada en el dorso de ella. Una sonrisa se dibujo en sus labios y extrañamente me causa una sensación rara en el estomago. Frunzo el ceño y al el notarlo, su sonrisa desaparece.

- ¿Como sabes mi nombre?- mi boca estaba seca, trague varias veces saliva para poder humedecerla, sin logro alguno. Los ojos de aquel hombre se abren ligeramente y por unos segundos puedo jurar que el dolor cruzo por ellos, pero cuando pestañeo ya no había nada.

- Venus yo...- estaba cabizbajo, y en su rostro se reflejaba la duda, el dilema en si decir algo o no, retiro la mano de su agarre e inmediatamente un frió recorre la zona calentada por el tacto de el, se sentía extraño, como si dejar mi mano entre la de el fuera lo correcto- yo... soy un amigo de tu hermano Artemis, ¿lo recuerdas?- pregunta, mirándome por unos segundos a los ojos- mi nombre es Damian Patner.

Damian... de alguna manera u otra aquel nombre me parecía sumamente familiar. 

- ¿Tengo un hermano?- la sorpresa y el dolor vuelven al rostro de aquel hombre frente a mi, y no comprendo exactamente el porque.

La puerta de aquella habitación se abre y un hombre de unos 50 años en una bata de medico entra por ella, en sus manos tiene una tableta con unas cuantas hojas en ella, unos anteojos descansaban en el puente de su vieja nariz y tras ellos se podían ver unas cuantas arrugas debajo de sus ojos. Su mirada estaba fija en los papeles que tenia en sus manos, ni siquiera se había percatado de lo que estaba ocurriendo en aquella habitación.

El hombre a mi lado, que tenia por nombre Damian da unos pasos hacia atrás, quedando a una distancia considerada de la camilla, su mirada esta puesta en mi y aunque intento descifrar lo que dice aquella, no lo logro. Hace sonar su garganta, captando la atención de doctor que acababa de entrar, cuando este levanta la vista y se encuentra con la suya, Damian hace un gesto con la mano en mi dirección, rápidamente el doctor lleva su mirada hasta a mi y por unos segundos pareciera que se le hubiera ido el aire de los pulmones.

- Srta. Jones, ha despertado- dice, revisa una ultima vez los papeles en sus manos y luego los deja sobre una mesita que se encontraba a los pies de la cama- yo soy el Dr. Alfredo Mejias, y he estado a cargo de usted durante dos semanas- sonríe amablemente, toma el estetoscopio que guinda en su cuello y lo acomoda en sus oídos, de tal manera que al acercar el otro extremo de el a mi pecho me pide respirar varias veces- muy bien, tus pulmones están perfectos- me mira por unos segundos para luego volver a hablar- ¿podrías decirme como te llamas?- acaso aquel hombre pensaba que era una estúpida.

- Venus Jones- respondo con tranquilidad, Damian sigue mirándome, sin perder de vista tampoco cada movimiento que hacia el doctor.

- ¿Y tus padres? ¿Recuerdas como se llaman ellos?- pregunta, mientra revisa la parte trasera de mi cabeza.

- Mis padres son Frederick Jones y Judith Ramirez- no entendía a donde querían llegar con tantas preguntas.

- Eso es correcto- comenta el Doctor dejando mi cabeza en paz y tomando una linterna, colocandola justo frente a mi- por favor vea la luz- hago lo que me pide- mientras tanto, ¿recuerda a su hermano?- pregunta.

- Yo no tengo hermanos- digo- al menos que yo recuerde, no- el doctor Mejias y Damian cruzan unas miradas.

- ¿Algún amigo que sea importante para usted?- pienso por unos segundos, tratando de recordar y poco a poco ella viene a mi cabeza.

- Samantha Jonhson- sonrío ligeramente- ¿ella esta aquí?- pregunto- la ultima vez la universidad nos había distanciado bastante pero no recuerdo que paso luego- digo.

- Si srta. Jones, su amiga se encuentra aquí- comenta el doctor y camina hasta los pies de la cama para tomar los papeles y apuntar algunas que otra cosas, luego de unos segundos vuelve a mirarme- por ultimo, ¿conoce usted a este hombre?- señala a Damian, quien seguía en el mismo sitio, mirándome de una manera que no podía lograr descifrar.

Lo miro por unos largos segundos, segundos que se convierten en minutos, había algo en aquel hombre que me hacia gritar por dentro, que hacia que mi corazón golpeara un poco mas fuerte, y eso me asustaba, mire sus ojos, sus largas pestañas, su nariz perfilada, su fuerte quijada y esos rosados labios, su cabello alborotado pero curiosamente peinado a la vez.

- No, nunca antes lo había visto hasta hoy- digo.

Por favor, recuerdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora