Capítulo 30

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Narra Viktor:

Cuando salí por esta puerta la última vez, me prometí que sería la última vez que ayudaba a mi tío con algo relacionado a mi vida pasada. Me decía a mí mismo que no lo hacía por él, ni por mí, sino... Por ella, y por él.

Jordan no podría descansar en paz si yo no protegía a su hermana más querida. Y yo, jamás podrías descansar en paz si la paz no llegaba a mi vida de una vez por todas.

Toqué el portón un par de veces más, y me dispuse a llamar al dueño y señor de la casa, pero segundos antes de que marcara, las puertas se abrieron de par en par, permitiéndome ver el esplendoroso jardín delantero de la mansión.

- Bienvenido, joven Nikiforov –habló solemne uno de los sirvientes que allí se encontraba– por favor, pase y siéntase como en casa.

¡Ja! Como en casa...

Qué horrible sentimiento era ese.

A pesar del tiempo, todo parecía estar en su mismo lugar de siempre, y todos parecían estar haciendo las mismas tareas de siempre, mirando el reloj a la hora de siempre. Todo parecía estar regido con la severidad de siempre.

"La puntualidad es la educación de los reyes."

De eso no cabía duda alguna, y mucho menos en la morada de mi tío, donde todo aquel que incumplía con sus deberes, aunque sea por un minuto, sufría consecuencias letales.

Un tanto exagerado, pero ¿qué esperar de una de las catorce personas más poderosas del mundo?

Peor aún, ¿qué esperar del hombre que perdió a un hijo... por salir un minuto tarde?

Recordaba claramente ese día. Todo el lugar estaba lúgubre, los sirvientes vestían de negro de pies a cabeza, y tenían prohibido hablar. Cuando fui a darle mis condolencias a mi tío, él se mostró extrañamente... calmado, como si nada hubiese pasado.

"Le pedí que saliera a las ocho y cuarenta, y salió a las ocho y cuarenta y uno."

Fue todo o que dijo, antes de retirarse de la sala.

Posteriormente me enteré, gracias a mis otros primos, sobre sus ataques de ira y pánico, y sobre el trauma que trajo consigo el perder a su querido Jordi.

"Quienquiera que se atreva a llegar un solo minuto tarde, perderá mitad de salario este mes, ¿he hablado lo suficientemente claro?"

- ¿A qué hora es su cita, joven Nik-

- Dígame Viktor, le ruego –dije con sutileza. Él asintió con la cabeza– Me citaron a las siete y diez, tenemos tiempo –comenté con tono despreocupado.

- ¡Tenemos solo ocho minutos con nueve segundos y contando, joven Viktor! –exclamó apresurado el hombre– Será mejor que volemos.

Empezó a caminar aceleradamente, y no fue hasta ese entonces que noté la mordida que tenía en su nuca. Me sorprendí un poco, el señor frente a mí no parecía un omega en lo absoluto ¿Por qué no se habría colocado un collar?

Mientras seguía al hombre, pasamos por los dos jardines, el salón de invitados, la sala del té, las galerías privadas y nos detuvimos unos segundos en la sala de los espejos; la última locura de mi prima menor.

- Buenos días –susurró una mucama atolondrada que miraba a todas partes– ¡Oh, gracias a todo lo bueno está usted aquí, señor Humbert! –suspiró la jovenzuela, cambiando la expresión al verme detrás– ¡Mis disculpas, joven amo! Yo, eh... Estab-

- ¡Primo! –escuché de repente, en una esquina de la sala– ¡Viktor!

- ¡Jade! –la llamé entusiasta– ¡Ven aquí para abrazarte de una vez por todas!

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