Capítulo 29

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Narra Seshari:

- ¿Dónde está?

- ¿Dónde está quién? –preguntó el agente de lentes obscuros que vigilaba la puerta.

Respiré profundo y reformulé mi pregunta. Qué situación para más hastiante.

- ¿Quieres decirme dónde está Astrid antes de que te meta una navaja al ojo, por favor? –dije de mala gana.

- La señorita Astrid no se encuentra en su habitación, actualmente ha sido enviada a realizar un trabajo, me comunicaron que llegaría en menos de dos horas.

- Entonces, ¿por qué no puedo ingresar a su habitación?

- ¿Hay algo allí que sea indispensable? Tengo órdenes de prohibir el acceso a cualquier alfa, beta u omega –respondió solemne.

¿Prohibido? Nunca nadie me había prohibido el ingresar a la habitación de Astrid, mucho menos durante la noche. Necesitaba sacar algo de ahí; ese pañuelo era mi talón de Aquiles.

- Déjeme entrar, mi padre nunca me incluye en esa clase de prohibiciones, y en todo caso, le diré que fui yo el que entró a la fuerza –mencioné, recalcando lo último con bastante fastidio. No podía creer que estuviese haciendo eso por un olvido– Además, no ha respondido mi pregunta, ¿por qué no puedo ingresar ahí?

- Como le repito, fueron órdenes directas y concisas. Le permitiré el ingreso, pero solo con la autorización de su padre. Si desea, lo puedo llamar en este momento...

- ¡No! No, claro que no –exclamé inmediatamente. No debía interrumpir a mi padre nunca, y mucho menos por esta situación– Ya no importa.

Me alejé de la puerta y me senté en mi cama, observando de reojo al guardia que allí se encontraba. Maldije internamente el que nuestras habitaciones quedaran una al lado de la otra, y también el que su habitación no tenía ninguna ventana por la cual ingresar en estos casos...

Conque dos horas, ¿no? Podía esperar. Mi celo estaba controlado por los inhibidores, pero necesitaba ese olor para calmarme, aunque sea, un poco más. No quería recurrir a un alfa con los que ya había estado por... Otros motivos.

- Agh, odio esto –tomé mi almohada favorita, cerré los ojos y la abracé con todas mis fuerzas, tratando de recordar su voz.

¡Hoy hace un día precioso! ¿No crees, Seshari?

Estás muy delgado ¡Te vendría bien un Katsudon!

Hey, ¿quieres ver las estrellas conmigo? Se ven radiantes durante esta época del año.

¿No te fascina cómo se ve el mar en la madrugada? Tan calmado y etéreo... ¡Es como tú cuando duermes!

Mari... Quisiera tenerte aquí ahora mismo. Quisiera tomarte de la mano y caminar contigo por tus lugares favoritos de la ciudad. Quisiera que habláramos sin parar, y sin importar nuestra clasificación o nuestro pasado.

Honestamente, quisiera que estuvieses a mi lado, pero eso sería peor.

Honestamente, quisiera olvidarte, pero eso sería peor que matarte.

Y, como ya no estás más, y jamás volverás a estar, tengo que hacer algo ¿Qué será?

Mi puerta se abrió repentinamente. Una mucama se me acercó con paso acelerado y con un teléfono antiguo en una pequeña bandeja de plata.

- Señorito, hay una llamada para usted, dice ser urgente –hablaba exasperada.

Tomé el teléfono sin dudar.

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