Capitulo 5: "Cara bonita"

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Rami.

Ver llorar a Jean fue algo muy extraño, y de inmediato pensé que Portía le había hecho algo. Ella solía ser muy dura con sus pasantes. Nunca he querido meterme en ese asunto para no tener problemas con mi novia, pero esta vez, me pareció ser suficiente. Y lo que me dejó doblemente extrañado, fueron sus últimas palabras.

Así que cuando ella se marchó corriendo, regresé a la oficina de Portía.

—No saldré a almorzar—espetó sin mirarme.

—¿No crees que es suficiente?—reclamé. Ella levantó la mirada lentamente.

—¿Qué?—exclamó confundida.

—Jean estaba llorando en el baño hace un momento—expliqué. Ella sonrió y se recostó en el respaldo de su silla giratoria.

—¿Jean? ¿Desde cuándo tanta confianza? Siempre les dices pasantes, o chicas. ¿Y que hacías en el baño con ella?

—Ese no es el punto, las chicas vienen a aprender, no pretendas que llegan sabiendo todo, o que te harán un trabajo excelente a la primera. Dales una oportunidad.

—Hablas particularmente por ella, porque por las demás nunca te interesaste—me retó.

—Es suficiente—repetí. Recorrió su silla y se levantó.

—Dicen que te vieron con ella ayer en tu auto. ¿Es cierto?—se acercó a mí.

—Tuvo una emergencia familiar y yo estaba cerca de casualidad—asintió con la cabeza sin convencerse.

—A la próxima le puedes decir a Ben que la lleve, o a mi hermano. Es mejor opción—se giró y volvió a su trabajo. Hice lo mismo, y al salir, un chico estaba esperando en el sofá. Al verme salir, se levantó y entro en la oficina.

—¿Quién era el chico?—pregunté hacia Kat una vez él entró y cerró la puerta.

—Es Evan. Es cliente habitual a esta hora—asentí sin darle mucha importancia y regresé a mi oficina, donde Ben ya me esperaba para ir a almorzar.

—Diablos, amigo—exclamó cuando me miró y se levantó de la silla—Ya vi porque te quedaste el otro día.

—¿De qué hablas?—me extrañé. Me tomo de los brazos y me giró hacia la puerta—La nueva pasante—susurró mientras la mirábamos llegar con Kat. Vestía una falda gris oscura y una blusa blanca. Sus pantorrillas resaltaban sobre unas finas y volupsosas piernas bronceadas con unos lindos tacones que adornaban sus pies.

—Olvídalo, amigo—me giré.

—No te atrevas a negarlo, Malek. Desde que te conozco, nunca has mandado a otro abogado en tu lugar.

—Vamos a almorzar y cállate—lo jalé del brazo hacia el ascensor.

—Que lo evadas en la primera señal—el elevador abrió y entramos en él.

—No está bien que lo menciones aquí Ben. Sabes que Portía se entera de todo, puede haber algún mal entendido.

—¿Qué te guste la nueva pasante es un mal entendido?

—¡No me gusta!—grité y en ese momento el elevador se abrió en nuestro destino. Unas personas se encontraban ahí, tuvimos que rodearlas para poder salir—¿Y qué hay de ti? ¿Cuándo le hablarás a Katrina? Has estado enamorado de ella desde hace dos años.

—Intenté hacerlo cuando llegó, pero me evitaba. Quizá no soy su tipo.

—Tonterías. Eres el tipo de cualquiera.

—¿Soy tu tipo?

—Excepto en mío—se rio. Caminamos por la acera y subimos a mi auto.

—Bueno, tu aquí eres el tema principal, ¿te gusta si o no la pasante?

—Ben...—reclamé.

—Aquí estamos a solas—lo miré en silencio.

—No lo sé, amigo. Estoy confundido. Ayer la ayude en un problema, y hoy le preste mi computadora, creí tontamente que quizá podríamos ser amigos, pero ella piensa que tengo otras intenciones con ella.

—¿Y no las tienes?—me lanzó una mirada picara.

—No, Ben. Maldición—se rio—Estaba llorando en el baño, solo intente ayudarla de nuevo.

—Bueno, si estas demostrando mucho interés, aunque no sea intencional ella lo ha malinterpretado—asentí dándole la razón—¿Y por qué estaba llorando?

—¿Tú por qué crees?—encendí el auto.

—La bruja de tu novia le hizo algo—lo miré con reproche—Sabes que a todas las pasantes les ha hecho la vida imposible, y Jean no será la excepción. Además, yo leí la demanda que redacto en tu computadora. Es realmente buena. Es más que una cara bonita.

—Sí, lo es—murmuré.

****

Regresamos a la oficina cuarenta minutos después, salí del elevador solo, directo a mi oficina, y en los archivos recientes, leí la demanda que redacto Jean. Unos minutos después de leerla, la imprimí y salí en su búsqueda.

—¿Se le ofrece algo, señor Malek?—preguntó una vez me paré frente a ella, sentada en el sofá.

—¿Podemos hablar un momento?—pedí mirándola a sus ojos azules casi transparentes.

—No tenemos nada de qué hablar, señor—se levantó, se colgó su bolso al hombro, luego se despidió de Kat y se marchó. 

Déjame adorarte 《Rami Malek》Where stories live. Discover now