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Capítulo 100: Eruland

Después de lo sucedido, el reino de Ludonia se había sumido en una profunda desesperación. No obstante, por extraño que parezca, la mayoría de la gente estaba algo aliviada de que el viejo rey hubiera muerto. Aunque claramente jamás habrían admitido aquellos sentimientos ante nadie, dado que por obvias razones preferían mantenerlos en privado.

Raidel se había quedado en el Palacio Real, junto al cadáver de la princesa por dos días y dos noches enteras. Y en todo ese tiempo no se había movido ni siquiera para ir a atenderse las graves heridas que había sufrido en combate.

Los borrachos de Dantol y Threon, quienes habían salido del Centro Médico hacía poco, se dirigieron al Salón del Trono en varias ocasiones para intentar animar a su amigo... pero fue inútil. Raidel estaba tan deprimido y abatido como ellos no lo habían visto hasta ahora. Normalmente el muchacho era animado, sarcástico y hasta algo divertido... pero ahora parecía hallarse en un grave y prolongado estado de estupor. No reaccionaba ante ningún estímulo externo, ni tampoco se movía en lo absoluto. Lo único que hacía era mirar fijamente el cadáver de la princesa sin apenas pestañear.

Y pese a todos los intentos de los borrachos, el muchacho se había rehusado a alejarse de la princesa... hasta que finalmente tuvo que hacerlo porque ya le iban a preparar el velorio.

Fue cuando los soldados empezaron a entrar para limpiar el Salón del Trono que Raidel se puso de pie y luego se marchó, cabizbajo y abatido, sin muchas ganas de toparse ni mucho menos hablar con nadie.

El muchacho bajó las escaleras y se dirigió hacia la salida a ritmo pesado y tambaleante, como si fuera un muerto viviente. A continuación salió al Patio de Entrenamiento y fue a sentarse en una mugrienta esquina.

Recordó con especial desconsuelo todas las veces en las que se había encontrado con la princesa en aquel ordinario y para nada elegante patio... Fue allí en donde esperó en innumerables ocasiones a que ella llegara... Y ella siempre lo hizo.

Sus ojos se inundaron en lágrimas al recordarlo. Y por un segundo mantuvo la ridícula esperanza de que en cualquier momento la princesa iba a abrir la puerta del Palacio Real para luego acercarse a él con su radiante sonrisa y sus brillantes ojos... Pero luego recordó que ella estaba muerta... Todavía no podía creerlo...

¿Cómo había sucedido todo esto?  ¿Por qué las cosas habían terminado de esa forma? El muchacho estaba enojado con el mundo, con el cruel destino y con los seres vivos... pero por sobre todo estaba enojado consigo mismo por no haber tenido la suficiente fuerza para detener al asesino...

Raidel se sentía el mayor inútil del mundo pese a saber que era muy probable que Deon, siendo el demonio que era, fuese inmortal e invencible...

Simplemente no podía perdonarse por lo que había sucedido... Nunca lo haría...

Y en medio de sus melancólicas cavilaciones, una persona apareció en el patio y se sentó junto a él.

Raidel se imaginó por un segundo que aquella persona era la princesa, así que ni siquiera regresó a verlo por temor a romper sus fantasías.

—Te estaba buscando. —Esa era la frase que solía decirle la princesa, sin embargo no era ella, sino Legnar.

Raidel vio que la cabeza del Comandante estaba cubierta de gruesas e innumerables vendas.

—¿Qué es lo que quieres, Legnar? ¿Darme tus condolencias? Mejor ahorratelas. Gracias.

—Bueno, eso es justamente lo que quería... —dijo con un suspiro—. Me imagino que todo esto debe ser muy trágico para ti...

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora