✡ LVII

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Capítulo 57: Un Combate en el Desierto

Al verlo completamente indefenso, la enorme bestia se dirigió rápidamente hacia Raidel, quien estaba tumbado en el suelo. Y cuando el animal ya casi estaba encima de su objetivo, Raidel dijo tranquilamente:

—Caíste en la trampa, monstruo asqueroso —y acto seguido se puso en pie de un salto al tiempo en que lanzaba su mochila directamente hacia los ojos del gigantesco escorpión.

La bestia se detuvo en seco por el repentino e inesperado ataque, de modo que Raidel le gritó a Sylfer:

—¡Ahora!

El enano, quien ya estaba empuñando sus dagas, no perdió el tiempo y con una velocidad impresionante corrió hacia el escorpión. Al instante siguiente, y tras un rápido ataque, dos de las ocho patas de la bestia cayeron al suelo, seguidas de un líquido verde y pegajoso que Raidel sospechaba que era sangre.

El escorpión se revolvió del dolor, pero aún así logró blandir su aguijón contra Sylfer. El enano esquivó el ataque y acto seguido usó una de sus dagas para apuñalar la cola de la bestia. El arma atravesó la carne con suma facilidad, pero aquello no había hecho más que enojar al animal, quien dirigió sus inmensas tenazas hacia Sylfer, dispuesto a cortarlo en mil pedazos. Sin embargo, una vez más, el enano había resultado ser más rápido que su oponente, y sin mucho esfuerzo esquivó su ataque, acercándose de esta forma aún más a la bestia.

Y de un segundo a otro, Sylfer hundió ambas dagas justo en medio de la cabeza del animal. Aquel ataque no había parecido tan brutal, pero sin embargo el escorpión cayó instantáneamente al suelo y no volvió a moverse.

Por encima de todo lo que había presenciado el día de hoy, lo que a Raidel más le impresionó fue la grandiosa velocidad que había demostrado Sylfer al moverse y realizar sus ataques. Había sido como ver un rayo en pleno movimiento. El muchacho se preguntó quién sería más veloz: ¿Sylfer o Karson? Al tener un cuerpo pequeño, el enano era más escurridizo y más difícil de golpear, pero por otro lado los ataques del Cara Quemada tenían mayor alcance dado que tenía los brazos más largos. ¿Quién ganaría en una pelea? Verlos luchar en un combate de uno contra uno debía ser sin duda un deleite para la vista.

Raidel se volteó hacia su compañero.

—Carajo, ni siquiera tuve el tiempo suficiente para desenfundar mi guadaña y tú ya mataste a ese... —contempló fijamente el cadáver que yacía a sus pies—. Por los santísimos mocos de Dios, ¿qué mierda es eso?

Sylfer se encogió de hombros. Parecía tan tranquilo como si todo esto fuera algo rutinario para él.

—Esta es una de las tantas especies de monstruos que rondan por este lugar —dijo, mientras sacaba sus dagas de las entrañas de la bestia. Las hojas quedaron manchadas por el pegajoso líquido verde—. Yo los llamo simplemente escorpiones gigantes.

—Bueno, ese es un nombre bastante creativo —opinó Raidel.

Sylfer limpió sus dagas y las enfundó.

—Será mejor que continuemos nuestro recorrido —dijo el enano, mirando nuevamente al sol—. No querremos demorarnos más de las doce horas previstas, ¿cierto?

Raidel asintió, y ambos se pusieron en movimiento. No podían darse el lujo de perder un segundo.

Sylfer miró a sus alrededores con expresión pensativa. Parecía que estaba buscando algo en particular.

—Bien —dijo finalmente—. Tenemos que intentar pasar bien lejos de todas las formaciones rocosas, por más pequeñas que sean. Ya debes de imaginarte por qué.

—¿Y dónde quedan las cavernas a las que nos dirigimos?

—Desde aquí no se las puede ver, pero están detrás de esa pared rocosa —Sylfer apuntó a la pared con un dedo.

Raidel la observó fijamente con los ojos entrecerrados para poder ver mejor. Estaba bastante lejos de ellos.

—Vaya, parece una muralla...

—De hecho lo es. Es toda una muralla hecha enteramente de roca, la cual rodea por completo una civilización inteligente —frunció el ceño—. Lo que yo siempre hago es pasar muy lejos de allí. Y dado que las cavernas se encuentran detrás, tendremos que dar un gran rodeo para poder llegar a nuestro objetivo. Nadie tiene que vernos.

Raidel se preguntó qué clase de gente podría vivir en pleno desierto. Él apenas llevaba unos cuantos minutos aquí y ya se sentía destrozado... destrozado y chamuscado. Era extraño que el calor del fuego no lo afectara, pero que sí lo hiciera el calor del sol. Pensó que quizá se debía a que las llamas de fuego que recorrían su cuerpo las generaba él mismo.

—Está bien, daremos el rodeo —dijo Raidel a regañadientes—. No tenemos otra opción si queremos evitar más peleas...

Pero apenas habían logrado dar un paso cuando el suelo tembló levemente bajo sus pies. Al instante siguiente un gusano gigantesco salió del suelo y envolvió a Raidel de pies a cabeza, intentando apretujarlo lo mayor posible para que no se le escapara.

Sylfer casi había soltado un grito de horror, pensando que el muchacho debía estar muerto, sin embargo éste no parecía estar tan mal, porque dijo:

—¡Al diablo, ya empezamos de nuevo!

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora