✡ XCIV

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Capítulo 94: Determinación

Por fin había llegado el día. Raidel había estado esperando por esto toda la última semana. Anoche apenas había podido pegar el ojo.

—¿Seguro que vas a llevar puesto ese pedazo de metal plateado en vez de algo más... elegante? —dijo Dantol, quien había acabado de salir de la enfermería.

—Este "pedazo de metal plateado" revela mi grandioso rango, así que no, no me lo cambiaré —replicó el muchacho tercamente.

Ambos se encontraban en la casa de Raidel, y el borracho había llegado para darle sus últimos consejos.

—Bueno, bueno, como quieras —murmuró el Dantol, agitando una mano—. Entonces te sugiero que al menos peines ese alborotado cabello tuyo para parecer medianamente racional...

Raidel se miró en el gran espejo que había en la estancia. Efectivamente, su peinado no era el mejor de todos... parecía un espantapájaros...

El muchacho se pasó la mano por la cabeza para aplastarse el cabello.

—Listo. Ya está como nuevo.

Dantol meneó la cabeza de un lado a otro, incrédulo.

—¿Y así es como crees que la princesa se enamorará de ti?

Raidel no dijo nada. Tal vez el borracho tuviera razón por una vez en la vida. Había que poner más esfuerzo en esto.

De esta forma fue que, en una hora, Raidel llegó finalmente al Palacio Real.

Y, como siempre, la princesa ya lo estaba esperando.

Al verla, el muchacho se quedó pasmado por unos momentos con la boca abierta. Si bien ella siempre estaba hermosa, la belleza que mostraba aquel día era inigualable y sin duda no tenía par.

Llevaba un magnífico vestido azul claro que le hacía juego con sus ojos del mismo color. Tenía el cabello recogido en dos elaboradas trenzas, y traía incontables joyas de oro y plata que adornaban sus blancas muñecas. También llevaba varios y collares espléndidos de rubíes, diamantes, zafiros, y otros metales preciosos que el muchacho no pudo reconocer.

Pero lo que más le llamaba la atención era la brillante aura que ella parecía irradiar. Se trataba de una especie de halo de luz casi transparente que resplandecía alrededor de su cuerpo y el cual resultaba tan imperceptible que, si no fuera por la agudísima vista de Raidel, hubiera pasado completamente desapercibido para sus ojos. No era la primera vez que él lo notaba. Se preguntó nuevamente si aquella aura sería real o simplemente alguna ilusión óptica; un producto de su imaginación debido a la inigualable belleza de la princesa.  

—S-su alteza... —murmuró Raidel, aún medio petrificado, tras unos segundos de silencio—. Hoy está especialmente... bonita.

La princesa observó los rojos y alborotados cabellos de Raidel.

—Usted también está bien arreglado, buen caballero.

El muchacho le tendió un brazo a la princesa.

—¿Está lista para el tour por el reino?

—Por supuesto —replicó ella, tomando suavemente el brazo de Raidel.

A continuación ambos se dirigieron hacia a la puerta del Palacio Real. El muchacho observó que la princesa ya estaba tan alta como él gracias a sus elegantes tacones de cuero.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora