✡ VI

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Capítulo 6: Partida

Despidiéndose de sus amigos y compañeros, Raidel emprendió marcha hacia su destino incierto. No sabía que le depararía el futuro, pero aún así se encontraba contento de ser libre al fin. Había pasado la mayor parte de su infancia en aquella academia, y ahora finalmente podría partir.

No iba a llevarse mucho con él: su equipamiento consistía en únicamente dos piezas de ropa, un par de zapatos de repuesto, un mapa precario, veintidós monedas de cobre y nueve de plata, la espada de empuñadura roja que le había regalado el viejo, la placa de la graduación y su libro favorito. Con aquello esperaba sobrevivir en su nueva vida.

Poniendo todo en una bolsa de cuero que se la colgó en la espalda, Raidel echó un último vistazo a los amplios patios y a las inmensas construcciones que se alzaban muy por encima de los árboles.

Hacía un día cálido. El sol brillaba en lo alto sin la compañia de ninguna nube. Era un día perfecto.

El viento le revolvió los rojos cabellos, mientras Raidel terminaba de contemplar la academia antes de marcharse. Quizás era la última vez que la observaba. ¿El viejo habría hablado en serio cuando dijo que no debía volver sin la Espada de las Sombras? Luego de tanto meditar, Raidel creía que sí, y si es que estaba en lo correcto, entonces lo más probable era que jamás en la vida volviería a pisar estos terrenos otra vez. El simple pensamiento le producía escalofríos después de haber pasado tanto tiempo en este lugar, pero si no encontraba la espada —y las posibilidades de que lo hiciese eran ridículas—, entonces su destino ya estaría sellado.

Y entonces Raidel abandonó la academia con dignidad. Tras él, varios aprendices le gritaban sus despedidas y le deseaban buena suerte. El viejo estaba con ellos. Tenía los ojos lagrimosos, excusándose con que el viento le sentaba mal —especialmente el abundante de aquel día—, pero a Raidel no le engañaba.

—No te olvides de la espada, mocoso —habían sido las últimas palabras que le había dicho—. Es cierto que ya te di la condenada placa, pero si quieres graduarte de verdad, tendrás que traerme la espada.

Viejo pendejo... y ahora resultaba que según él, "no se había graduado de verdad". Raidel se preguntó si el apestoso les decía eso a todos sus aprendices graduados: Quizás a todos les encomendaba la "misión" de ir en busca de la espada para poder "graduarse de verdad". Era muy probable viniendo del viejo, pensó. Aunque algo le decía que esta era la primera vez que lo hacía.

Raidel dejó atrás a la academia, al viejo y a sus amigos, y bajó por el terreno montañoso del lugar. Recordaba nostálgicamente todas las veces que había ido por aquel sitio hacia el pequeño riachuelo que había más abajo, en busca de agua. Todavía no podía creerse que ya se hubiese graduado y que nunca más volvería a ver esta academia.

Siguió bajando hasta llegar a la falda de la montaña, en donde había varias docenas de casas y viviendas, repartidas por el lugar. Todos los campesinos que pasaban le quedaban mirando con expresión de extrañeza. Raidel pensó que tal vez se debiera a su inusual cabello de color tan rojo e intenso como la misma sangre.

En un momento dado, Raidel sacó el mapa de la región que llevaba consigo. Su destino era el pueblo más cercano.

Cuando Raidel se hubo marchado, el viejo James entró a la academia.

Kred, uno de los aprendices más veteranos del lugar, uno de esos que estaba en proceso de graduación, le estaba esperando junto a la puerta. Se trataba de un tipo musculoso, de unos veinticinco años, y cuyo largo y ondulado cabello estaba recogido en una trenza.

—Es raro que le hayas pedido que traiga la Espada de las Sombras —comentó Kred.

El anciano soltó un suspiro.

—Si él no lo logra, entonces nadie más lo hará —replicó el anciano.

El aprendiz sonrió.

—Vaya que le tienes mucha confianza. Es cierto que es un prodigio y todo, pero... ¿conseguir la Espada de las Sombras? ¿Es en serio?

—Tú no sabes hasta qué punto puede llegar el poder del chico —se limitó a decir James, tajantemente.

—Bueno, el poder derrotar a la mitad de la academia es una gran hazaña, sí. —Kred se rascó la mejilla por lo increíble que le seguía pareciendo aquello—. Sin embargo, todo parece indicar que elegiste minuciosamente a esos aprendices para este combate en específico —miró fijamente al anciano—. Aquellos ciento cincuenta componían la mitad más débil de la academia. 

—Vaya, así que lo descubriste. —El viejo sonrió—. Pero de todas formas era la mitad de la academia... Además quizás habría podido derrotar a la otra mitad también, así que ya no quiero escuchar tus tonterìas...

Kred se echó a reír, pensando que derrotar a los aprendices de la mitad más fuerte de la academia era absurdo cuando apenas pudo con la otra mitad...

James se disponía a irse, pero el aprendiz se aclaró la garganta.

—Ah, y una cosa más —dijo—. Son varios los que afirmaron que ya tenían a Raidel ante sus pies cuando se desmayaron repentinamente y sin aparente causa —frunció el ceño—. ¿Qué significa eso?

—Eso es exactamente por lo que puse a luchar a Raidel contra la mitad de la academia. Quería verificarlo...

—¿Verificar qué?

—Uno de los poderes de Raidel —dijo, encogiéndose de hombros.

—¿U-uno de los poderes?

—Sí, es una habilidad ultra legendaria. Quienes la pueden usar en todo el mundo son tan pocos que se les puede contar con los dedos de una mano —aseguró—. No es una habilidad que cualquiera pueda aprender con la practica, sino que se nace con ella y la despiertas en un momento dado de la vida. 

Kred tragó saliva. 

— ¿Y qué clase de habilidad es ésa? —quiso saber.

—Algunos la llaman "La Ira del Dios de la Muerte".

El aprendiz estaba perplejo. ¿Dónde era que había escuchado tal nombre...?

El viejo prosiguió:

—Aquella habilidad es tan aterradoramente poderosa que cuando Raidel la despertó, simplemente noqueó a todos los aprendices que quedaban en pie con el aura que desprendía su cuerpo.

Tras sus palabras, el aprendiz no dijo nada. Se había quedado petrificado. Sí, ahora estaba seguro que toda la academia entera habría perdido ante Raidel.

El viejo James le dio unas palmaditas en el hombro y se retiró, siempre cojeando por su pata de palo. 

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora