✡ XXII

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Capítulo 22: El Salón del Juicio

Incapaz de revelar su plan ante sus compañeros, a Raidel solo le quedaba recostarse en la silla y contemplar los alrededores del reino desde la pequeña ventana del carromato de prisioneros.

Miraba cómo las personas iban de un lado a otro; los niños jugaban y correteaban en las calles; los vendedores anunciaban a gritos sus productos; los amantes paseaban sin rumbo fijo; y los guardias con sus armaduras de cuero vigilaban los alrededores... Quizá lo más curioso fuera que que aquí Raidel veía a muchos menos pordioseros y mendigos que en el pueblo de Windel.

Los minutos pasaban, mientras que los tres prisioneros habían recorrido ya gran parte de Ludonia a través de las viviendas y edificaciones. A Raidel le pareció que desde dentro, el reino era mucho más grande de lo que le había parecido en un principio. Había tanta gente, tantas casas. Todos estaban tan amontonados...

Ya debían de ir como media hora de trayecto cuando Raidel logró divisar el que debía ser el Palacio Real, el cual estaba ubicado en la cima de una diminuta montaña o loma.

Raidel ya la había visto antes de entrar al reino, pero eso no le impidió soltar una exclamación ahogada de asombro en cuanto la volvió a mirar. Era gigantesca. Toda una fortaleza de varias torres. Era algo así como un castillo.

Raidel suponía que allí debía de encontrarse el Salón del Juicio. Le parecía raro que aquel salón estuviese precisamente ubicado dentro del Palacio Real, ya que eso significaba que todos los criminales o no criminales que eran enjuiciados debían de entrar en el Palacio Real, lo que supondría un peligro para el propio rey y su familia. Seguramente más de uno había intentado asesinar al rey allí dentro, mientras éste le acababa de condenar a morir en la hoguera...

Pero cuando el carromato se acercó más al Palacio Real, Raidel pudo observar que había cientos o quizá miles de guardias y soldados resguardando el palacio. Algunos se encontraban encima de las torres, otros en los puestos de vigilancia, o en los alrededores del lugar. Eran incontables. Era la primera vez que Raidel veía a tantos soldados reunidos en un solo lugar. Parecían una plaga.

Sí, se había equivocado. Ahora lo entendía todo. Con tantos hombres protegiéndolo, Raidel estaba seguro de que nadie, criminal o no, representaba ningún peligro para el rey, por más poderoso que fuera... Lo que no hizo otra cosa más que atemorizarlo. Notó que una gota de sudor se le chorreaba por la mejilla.

Ahora que sabía como eran las cosas, ¿cómo diablos iba a tomar al rey de rehén?

Alcanzó a ver a cinco o seis Capitanes de Escuadrón, quienes estaban haciendo guardia encima de las torres del Palacio Real.

Mierda, si tan solo hubiera sabido que iban a haber tantos hombres...

Ludonia era un reino muchísimo más grande y con más soldados de lo que se pudo haber imaginado jamás.

Llegados a este punto, escapar era simplemente imposible...

Raidel sonrió.

Bueno, quizá fuera imposible para cualquier persona. Pero él era Raidel, un graduado de la legendaria Academia Legacy y controlador del elemento de fuego.

Él no podía perder ante estos flojos enclenques... Daba igual que fueran mil, diez mil o cien mil de ellos. El resultado sería el mismo.

—¡Vamos, muevan el culo, inútiles de mierda! ¡Su majestad está esperando!

Tras llegar al pie de la loma, el carromato se había detenido y los guardias sacaron a los tres prisioneros a porrazos.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora