✡ XII

1.2K 183 12
                                    

Capítulo 12: Héroe

—¡Lo has derrotado!

—¡Eres nuestro salvador!

—¡Un ángel enviado por dios a salvarnos... a salvar a este pueblo!

—¡Eres nuestro héroe!

Todos los espectadores presentes vitoreaban a Raidel con aplausos y gritos de entusiasmo por haber derrotado a aquel granduĺón. Algunos hasta se habían puesto a bailar de la alegría.

Raidel se ruborizó levemente. La verdad era que se sentía bastante halagado por sus palabras. Nunca le habían dicho "héroe" ni nada por el estilo.

El arbitro se acercó a él con expresión de infinito agradecimiento en el rostro.

—¿Qué puedo hacer para agradecerte? —preguntó.

Raidel se volteó hacia él, extrañado.

—¿De qué hablas?

—Ese monstruo nos tenía amedrantados con sus amenazas —explicó el arbitro—. Todos en el pueblo le temían. Algunos hasta enviaban mercenarios a matarlo, pero él los aniquilaba a todos. Y ahora tú lo venciste... —lo miró de arriba a abajo—. Por cierto, ¿quién eres?

—Yo solo soy un viajero que pasaba por aquí —respondió Raidel—. Y con respecto a lo otro, quisiera que me respondieras una pregunta...

—Adelante —dijo el arbitro al instante—. Con tal de que esté dentro de mi conocimiento, te respondería lo que sea que preguntes.

—Dime lo que sepas de la Espada de las Sombras —dijo Raidel.

—Espada de las Sombras... —repitió en un susurro, como si estuviera pensando en voz alta—. Jamás había escuchado ese nombre, muchacho —concluyó.

—Entiendo —dijo Raidel.

¿Así que no sabía nada al respecto? Eso dejaba dos posibilidades: O aquella espada no era muy conocida por estos lares o el arbitro sí la conocía pero prefería no hablar de ello. De todas formas no es que importara demasiado la poca o nula información que aquel hombrecillo pudiera tener.

—Ah, es verdad —recordó el arbitro—. No te he dado tu premio. Ya vuelvo. Esperame aquí un segundo —y a continuación se fue corriendo a quién sabe dónde.

Raidel se volteó y vio que la multitud de espectadores era ahora diez veces mayor que antes. Los que habían visto el combate entre Raidel y Gault lo estaban señalando con un dedo, mientras chismoseaban lo ocurrido con el recién llegado.

«Los chismes corren más rápido que el fuego en el bosque», le había advertido una vez el viejo James. Y por lo que Raidel podía observar, era más que cierto.

Un grupo de quince personas se acercó a él a darle las felicitaciones. Le dieron palmaditas en la espalda y le invitaron a tomar algo en el bar aquella noche. Raidel tuvo que explicar que tenía trece años y que no bebía, lo que desanimó un poco a aquellas personas, pues querían darle las gracias como era debido. Y luego de un tiempo, cuando regresaron a donde estaban los demás espectadores, iban charlando:

—Es una lástima que no beba. Ese cabrón sí que se merecía una buena cerveza.

—¿Solo una? —se enojó el otro—. El cabrón se merece diez barriles de cerveza.

—Así se habla, hermano —dijo un tercero—. Así se habla.

El arbitro tardó un poco en llegar con el premio. Al parecer, lo tenía bien escondido para que nadie pudiera robarlo. El dinero estaba dentro de una bolsita.

—Quince monedas de oro —anunció, entregando la bolsa a Raidel—. Te mereces más por lo que hiciste, pero algo es algo.

Raidel lo aceptó, agradecido.  Quince monedas de oro era bastante dinero. Con eso podría sobrevivir un buen tiempo.

Ya había atardecido, y medio pueblo se había enterado ya de la victoria de Raidel, quienes lo señalaban a lo lejos y le hacían señas de felicitaciones. Habían sido tantos los que lo habían invitado al bar que al final no se pudo rehusar. Casi lo obligaron a ir.

—¡Esa es la actitud, muchacho! —le gritaron cuando se hubo animado—. ¡Un verdadero hombre bebe hasta desmayarse!

El bar estaba rebosante aquella noche. Todos querían festejar la caída de Gault. Los gritos y carcajadas se oían hasta en varias cuadras a la redonda.

Raidel no quería beber cerveza así que le tocó comprar la única bebida sin alcohol que había: Jugo de coco.

Resultaba que era una de sus bebidas favoritas de toda la vida, y no esperaba encontrarla en un lugar como aquel.

Al ver que le gustaba, varias personas le compraron más jarras de jugo de coco, hasta que ya no pudo beber ni una gota más.

Raidel les había dicho que mañana mismo se marcharía, así que la celebración había prolongado toda la noche. Hasta habían hecho un baile en donde varias muchachas se pelearon por querer ser las primeras (y únicas) en bailar con Raidel.

La noche había sido muy larga.

Al día siguiente, todo adormilado, fatigado y ojeroso, Raidel recogió sus cosas para emprender su viaje.

Algunos le preguntaron a dónde iría ahora, y él respondió sin vacilar:

—Me han dicho que el reino más cercano de aquí es Ludonia. Esa será mi próxima parada.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora