✡ XIII

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Capítulo 13: Un Paisaje Sublime

Era la primera hora del día, y sol ya empezaba a salir por el horizonte cuando Raidel se marchó, dejando atrás aquel pueblo en el que se había hecho una excelente reputación. Nadie quería que se fuera tan pronto, pero él les había dicho que no tenía más opción, que tenía una misión que cumplir.

Antes de marcharse, un granjero le había regalado una brújula, la cual ya estaba vieja y desgastada, pero sin duda le iba a ser de mucha utilidad.

Threon había mencionado que el reino de Ludonia se encontraba a doscientos cincuenta kilómetros al noroeste del pueblo. Sería un camino largo y agotador, pero esperaba llegar hasta allí en unas dos semanas.

Tenía el suficiente dinero para que de vez en cuando se diera el lujo de pagarle a un carromato para que lo llevara, pero la mayoría del trayecto planeaba ir a pie.

Esperaba encontrar una que otra posada en el camino donde poder pasar la noche.

En el transcurso de los días tras su partida, Raidel había notado, para disgusto suyo, que hallar el mejor camino hacia Ludonia era una tarea complicada, hasta con brújula y todo. Resultaba que la mayoría de caminos que iban en esa dirección no tenían salida o se desviaban hacia otra dirección. Además, los ladrones, bandidos y salteadores de caminos no ayudaban en nada: Solamente en los primeros días habían querido robarle unas veinte veces. Él los había terminado robando a ellos, por lo que no había sido tan malo después de todo... aunque no llevaban muchas cosas de valor, tan solo cuchillos, dagas, espadas pequeñas, botas y armaduras de cuero, que por cierto esto último no le quedaba porque era mucho más pequeño que ellos. Lo único bueno que encontró había sido una bolsita con tres monedas de oro, doce de plata y treinta y seis de bronce, mercancía que de seguro habían robado a alguien más.

Era una buena cantidad, pero no se acercaba a lo que había ganado en el torneo. Raidel sabía que diez monedas de bronce equivalían a una moneda de plata, y diez monedas de plata a una de oro. Aunque de todas formas le sería de utilidad.

El recorrido que debía de haberle tomado dos semanas se alargó hasta cinco semanas. La crisis económica de aquella región parecía ser tan grave que hasta algunos de los dueños de los carromatos le habían intentado robar, lo que, desde luego, había retrasado su llegada. Evidentemente creían que solo era un niño indefenso, y por ello venía tanta gente tras él. No pudo evitar recordar el clásico lema del viejo: "En ocasiones las apariencias engañan".

Afortunadamente no pasó hambre ni momentos muy difíciles: Su dinero se había encargado de ello. Además, encontraba posadas al menos una vez al día lo que le aseguraba el alojamiento y la comida.

Desde que había salido de Windel, el pueblo en donde se había realizado el torneo, no se había encontrado con nada lo suficientemente interesante como para llamar su atención. Lo único que recordaba que era digno de mención fue cuando el camino bajó a través de las montañas y se había encontrado con un paisaje magistral. Parecía como si hubiera sido sacado de otro planeta. El bosque estaba lleno de plantas y árboles, cuyas formas, tamaños y colores, eran de lo más diverso y extravagante que Raidel había visto jamás. La elegancia de cada uno de los elementos que conformaban aquel lugar era simplemente excepcional. Además, el río de aguas transparentes y cristalinas que discurría en el centro hacía una perfecta combinación con todo lo demás. Por un instante, Raidel había pensado en bañarse allí, pero desechó rápidamente la idea: No quería profanar de ningún modo posible semejante panorama digno de los dioses. Y para rematar, lo que era la cereza sobre el pastel, fue que la puesta de sol había adquirido un tono rojizo anaranjado, y una luna llena se veía a lo alto, más grande que nunca.

Raidel se quedó como embobado, contemplando todo lo que le rodeaba como si fuera un habitante de otro universo que observara todas aquellas cosas como si las viera por primera vez.

Lo más probable era que nunca más volvería a ver algo así en toda su vida, por lo que aprovechaba el momento mientras aún podía.

Y es que resultaba que la belleza que aquel paisaje ofrecía era simplemente magnífica.

Ya de noche Raidel había retomado su marcha. Por un momento, mientras aún estaba observando el paisaje, le habîa parecido como si alguien lo estuviera observando a lo lejos, en las sombras, pero cuando se dio la vuelta, no había nadie. Al final concluyó que debía ser su imaginación, ya que había visto tantas cosas aquel día... De seguro había expuesto a tanta fascinación a sus sentidos que por un momento colapsaron y le fallaron. De todas maneras no era como si fuera tan importante...

Más días transcurrieron, y mientras más se acercaba a Ludonia notaba que cada vez había más gente, casas y pueblos, por lo que desde allí ya no le resultó nada complicado seguir su trayecto sin perderse a cada rato. Los días pasaron y más tarde que temprano Raidel llegó a su destino.

Lo primero que había visto del reino fue la muralla, de unos quince metros de altura, que rodeaba a Ludonia en su totalidad. Luego observó el que probablemente era el Palacio Real que estaba en lo alto, en la cima de una montaña. Se trataba de algo parecido a un castillo que era enorme y de varios pisos de altura. Las casas y demás construcciones estaban ubicadas a sus pies, las cuales se extendían por miles, hasta donde alcanzaba la vista. A Raidel le sorprendió semejante inmensidad, y no era para menos ya que mucho después se había enterado de que el reino tenía alrededor de treinta mil a cuarenta mil viviendas

¡Vaya infinidad de cosas! Ya le habían dicho que los reinos eran muy grandes, pero esto desafiaba a toda lógica. Nunca había pensado que los reinos eran tan extensos y con tanta población..

Podía contar cuántas casas había y no terminaría jamás.

Lo primero que se preguntó Raidel al ver todo aquello había sido:

«¿Cuántos guerreros más poderosos que yo habrá en este lugar?».

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora