✡ LXXVIII

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Capítulo 78: ¿Trampa?

A setecientos metros de altura, Naikon volaba rápidamente por los cielos en compañía de su mejor amigo y antiguo rival.

Ambos compañeros, hombre y bestia, pudieron distinguir a lo lejos una pequeña pero larga línea que rodeaba el reino de Ludonia: Sin duda esa debía ser la muralla.

—Al fin hemos llegado —le susurró Naikon a su amigo dragón—. Ha llegado la hora de descender.

El Comandante agitó las riendas que rodeaban el cuello de la bestia para así comunicarle su deseo.

Al instante, el dragón empezó a descender.

Se trataba de un animal tan gigantesco que a su lado Naikon parecía un simple insecto. La bestia medía ocho metros de alto y cuatro de ancho. Sus alas, enormes y monstruosas, desprendían una gracia infinita al ser agitadas de arriba a abajo. Sus colmillos eran tan grandes y afilados como dagas, sin mencionar que sus cuernos parecían espadas.

Sin embargo, lo que más llamaba la atención, era que el dragón era de un color azul profundo, tan azul como el cabello de Naikon.

—Oh, amigo mío —dijo Naikon, nostálgico—. Todavía recuerdo cuando te conocí hace diez años atrás... —con expresión serena se tocó la cicatriz que tenía en la mejilla. Era una gran cicatriz en forma vertical que le surcaba el rostro desde la frente hasta la mandíbula—. En aquel entonces ambos éramos jóvenes e inexpertos, pero de igual forma yo ya podía controlar el Rem de Hierro... —acarició la cabeza de su amigo—. Sin embargo, con Rem o sin él, tú fuiste capaz de hacerme esta grandiosa cicatriz —sonrió—. Eres el único que ha sido capaz de lastimarme de esa forma... Nadie más ha logrado ponerme un dedo encima...

El dragón soltó algo que parecía un ronroneo; un sonido que emitía cada vez que Naikon lo acariciaba. Era la forma en la que mostraba su conformidad.

—Y en cambio yo no pude hacerte ni un rasguño —prosiguió Naikon—. Es más, ahora caigo en la cuenta de que esta es la primera vez que participarás en una guerra. Pero no te preocupes. Eres un dragón. Perteneces a la raza más fuerte de todas —sonrió—. Si yo no fui capaz de lastimarte, ten por seguro que nadie de aquí podrá. Te lo garantizo.

A continuación Naikon volvió a fijarse en la muralla de Ludonia y notó que ahora ya alcanzaba a visualizar a los miles de soldados que se encontraban allí abajo. Ambos ejércitos ya eran claramente visibles para los ojos de Naikon.

—¿Pero qué demonios...? —susurró Naikon al fijarse en el panorama completo—. ¿Por qué nuestro ejército tiene tantas bajas? —ahogó un gruñido de frustración—. ¡Y ni siquiera han derribado la puerta de la muralla! —la piel de sus puños se volvió metálica—. ¿Pero qué demonios han hecho hasta ahora?

El dragón lo regresó a ver con sus ojos negros. Al parecer había percibido su furia.

Pero Naikon volvió a acariciarle la cabeza para transmitirle que todo estaba en orden.

—No te preocupes de esos inútiles —susurró—. Nosotros dos somos más que suficientes para aniquilar al ejército entero de Ludonia.

Los guerreros de Ludonia miraban, boquiabiertos y aterrorizados, como el campo de batalla se estaba empezando a llenar repentinamente de Ogros, quienes no dejaban de salir de los inmensos carromatos acorazados a los que habían abierto.

Eran unas bestias gigantescas y espantosas, cuya simple visión provocaba náuseas; más aún cuando se trataban de tantas como era el caso.

Alrededor de cien Ogros, con sus taparrabos y sus enormes masas de hierro, empezaron a caminar lentamente hacia la muralla de Ludonia.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 1: El Nacimiento del Guerrero ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora