💙 Capítulo 26 💙

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XXVI: Preguntas

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XXVI: Preguntas.

Narra Elisa.

Aturdida, con una sensación de extrañeza recorriéndome entera. Los ojos me arden y la cabeza me duele. Una parte de mi me dice que estoy entendiendo todo mal pero otra intenta embonar las piezas y lo peor es que si encajan.

«¿... mató a su socio?» las palabras se repiten de forma lenta y pausada queriendo encontrar una inocencia que carece de sentido... «...señor Gómez» ¿Quién es? ¿Y qué hizo mi padre para que ese señor le contara tal cosa? ¿Algo igual de grave? ¿De qué forma estará involucrado?

—¿A dónde vas, hija? —la voz de mamá me asusta por lo que brinco a mitad de las escaleras.

Mi pulso acelerado es ensordecedor.

—Ah iba a mi cuarto, ¿papá aun sigue ocupado? —no sé porque pregunto eso, aunque a estas alturas no sé nada.

—Si, cariño. Un cliente muy exigente que por cualquier cosa esta consultándole a tu padre, pero es trabajo y lo tiene que atender —cuenta tan natural ¿ella sabrá?—. Ya está la comida, dile a tu hermano que baje para que pongan la mesa —se aleja justo cuando la puerta del despacho es abierta.

Lo más rápido que pueden mis pies y demás sentidos sin chocar contra el piso, subo el resto de escaleras y recorro el pasillo hasta la habitación de Erick. Toco desesperada hasta que mi mano hecha puño choca contra el aire en lugar de la puerta.

—Si tiras la puerta... —la pagas, a completo en mi cabeza— oh, bueno ya no ocupare que la pagues. ¿Qué ocurre, enana?

¿Le digo? ¿Qué le digo? Erick, creo que papá está involucrado en un asesinato... no tiene sentido ni en mi cabeza, mucho menos cuando lo diga en voz alta, lógica básica. ¿Quién cree que su padre, el hombre de familia, abogado respetable, esposo intachable, ha hecho algo fuera de la ley? ¡Si es abogado, por dios!

—La comida ya esta lista, hay que poner la mesa.

—Bien, ahora bajo, solo arreglo unas cosas y te ayudo —suena extrañado por mi actitud pero no hace preguntas, lo cual agradezco porque ya tengo suficientes en mi cabeza.

Antes de bajar voy a mi cuarto con una mano en la pared, al cruzar el umbral cierro tras de mi y me dirijo a la cama en donde me tiro sabiendo que aterrizare en mis cómodas almohadas confidentes de todos mis desvelos, abrazo una almohada en forma de corazón —una punta con dos semi círculos— hasta que el dolor en el pecho disminuye considerablemente. Obligo a mis ojos a no derramar ni una lagrima a pesar de escozor en ellos.

—Tengo que tranquilizarme. No me puedo poner así solo por escuchar una conversación tras la puerta.

Según yo no tardo más de tres o cuatro minutos.

Con cuidado bajo a la cocina.

—Lo que jamás va a cambiar es que siempre me dejes solo cuando hay que hacer trabajo —dice Erick con fingida voz herida. Intento reírme.

No soy ciega [✔️]Where stories live. Discover now