💙 Prólogo 💙

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19 de junio del 2003

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19 de junio del 2003

El día era hermoso, casi podían asegurar que las estrellas se habían alineado a su favor.

Mientras el sol irradiaba calor, el viento soplaba refrescando al que estuviese bajo los rayos ultravioletas, simplemente un clima perfecto si planeabas pasar tu día en la playa.

Una pequeña familia que consistía en papá, mamá, hijo e hija iban en un chevrolet gris cantando el Feliz cumpleaños a la integrante más pequeña.

La playa estaba a un par de horas de donde vivían pero el camino no se hizo tan pesado ya que Erick le contaba a su enana favorita lo que podrían jugar en la playa.

—... castillos de arena, juntar caracolas, buscar monstros acuáticos, nadar, incluso podrías convencer a papá para dejarse enterrar —enumeraba con los ojos brillando de emoción el pequeño pelinegro.

— ¡Si! —gritó entusiasmada la festejada que había pedido a sus padres ir a la playa debido a que su hermano le había contado maravillas, incluyendo la historia de una sirena por lo que la pequeña Elisa no se pudo resistir a la tentación de buscar al ser místico.

Ella nunca había ido a la playa así que cuando por fin llegaron lo considero un verdadero paraíso, jamás creyó ver tanta agua junta y las olas que levantaban espuma le parecían fenomenales.

¡Wow!

Era sábado por lo que había mucha gente disfrutando en familia, con amigos o simplemente caminando con su perro.

—Isa, Erick, no se separen de mami o de mi ¿entendido? —advirtió su padre, un hombre joven, amable y de buen ver que amaba con todo su ser a sus bellos hijos.

—Si, papi —asintieron los dos.

Se instalaron en una mesa con palmera como sombrilla. Antes de salir disparados al mar, su madre les aplico bloqueador solar a pesar de las protestas de su hijo.

La joven pareja de esposos llevo a sus pequeños a nadar y jugar a la orilla, todo era perfecto. Estuvieron por varias horas disfrutando de la brisa, la sensación de la arena entre los dedos de los pies, algo que a Elisa le resulto fascinante y quiso llevarse a su casa para poder disfrutarla en cualquier momento, a lo que su madre negó.

— ¿Por qué no, mami? —cuestionó curiosa.

—Porque es de la playa, cariño —dijo con voz maternal al tiempo que la sentaba en su regazo y le daba besos en la coronilla—. No nos podemos llevar lo que es suyo.

— ¿Ni las caracolas? —preguntó esperanzada sacando el labio inferior.

La mujer rio ante el tierno puchero de su hija.

—No. Haber piensa —le profirió caricias en el cuero cabelludo— cuando traigas a tus hijos a pasar un día en la playa y ya no haya ninguna caracola... ¿Qué pensaran?

No soy ciega [✔️]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora