No soy ciega [✔️]

💙 Capítulo 41 💙

XLI: JUSTICIA Y PERDÓN 

NARRA LUCAS

Cuando veo su nombre en la pantalla del celular pienso que no era real, que es una mala jugada de mi cabeza.

Aun así, contesto por inercia apenas mis extremidades reaccionan.

Se va a ir. Sé que es lo mejor, después de que Robert me dijera la situación del señor Montero y lo que Marcelo había hecho a modo de advertencia, el enojo se multiplico y el miedo volvió a asomarse.

Esto ya comienza a complicarse y lo más prudente es alejarse.

Esta nerviosa, lo se apenas habló. Le digo lo que necesita escuchar... y más.

Después de colgar, dormir se convierte en misión imposible.

Me quedo dibujando, nada espectacular, solo garabatos, caricaturas y en si cualquier cosa que se me ocurra.

El alboroto que hacen las chicas y los ladridos de Gala no me pasan desapercibidos. Me asomo por la ventana con nostalgia porque posiblemente sea la última vez que la vea.

Están a varios metros de distancia pero identifico sus mejillas húmedas, aun así, no luce desganada, está firme, una corriente de orgullo me recorre alojándose en mi pecho.

Se va temprano. Sus amigas la despiden.

Sonrío apenas.

Yo mejor que nadie entiendo lo que está viviendo, tendrá que enfrentarse a todo un terreno desconocido, con personas extrañas, alejándose de sus seres queridos...

Quisiera estar en su lista de seres queridos...

Paso el resto del día en mi cuarto. Nadie interrumpe o perturba el silencio que se instauro a mi alrededor.

Pienso en ella. La paz que me transmitía su sola presencia, como todas las preocupaciones quedaban en segundo plano, podía olvidar lo sucedido y sentirme como un adolescente normal.

Lo arruine. Lo más frustrante es saber que fue mi culpa. Mi subconsciente me devuelve una y otra vez las imágenes de ella llorando por mí.

Además de esos tortuosos pensamientos, en unos días le diremos a mi madre lo que hemos estado haciendo. Robert cobrara los favores, que según él, le deben varios en las altas ramas jurídicas

Vacío y tristeza, vértigo y miedo, entremezclados, amenazando con acabar con mi cordura.

Respira. Me recuerdo cuando siento que comienzo a acelerarme.

Los días pasan... los sentimientos pesan menos, siguen ahí pero ya no lastiman como antes.

Jack salió con unos amigos.

Mamá, Robert y yo estamos sentados en la sala. La mujer que me dio la vida nos ve taciturna, impaciente y estoy casi seguro de que tiene una idea de a qué viene todo esto.