Capítulo 18

2.4K 144 31
                                    

A la mañana siguiente, Pelayo sirvió un par de cafés a unos chicos que se habían sentado en el sofá junto a la ventana y trasteaba cada uno con un portátil de los de la manzanita en la tapa. Luego se acercó a una mujer que acababa de entrar y miraba en rededor, como si buscase a alguien.

—Buenos días, ¿puedo ayudarla en algo? —le preguntó Pelayo, bandeja en mano.

—Hola, buenas, estoy buscando a una chica, hemos quedado aquí pero no la veo.

—¿Quiere sentarse, mientras la espera?

—Sí, así voy pidiendo...

—Sara —la llamó Luisi, que entraba por la puerta en ese momento y se dirigía hacia donde estaban ellos—. Abuelo, no les quedaban sobres de Stevia, así que he traído la caja que teníamos en casa para ir tirando hasta que le sirvan el pedido.

—Muchas gracias, charrita. —Pelayo cogió la bolsa que le tendía su nieta y asintió con la cabeza—. ¡Si es que vales un potosí!

Luisita sonrió complacida por el piropo y, antes de sentarse en una mesa de jardín vintage, le pidieron un té verde para Sara y un batido de fresas para ella.

—Perdona el retraso —se excusó la rubia, algo tirante—, nos hemos quedado sin existencias y ha habido que improvisar un poco.

—Tranquila, acababa de llegar. ¿Este sitio es de tu familia?

—Sí... —Luisi miró a su alrededor con orgullo—. Mi abuelo lleva toda una vida luchando aquí y, de una manera u otra, todos ayudamos en lo que podemos.

—Eso está muy bien, mantenerse unidos, y estos pequeños negocios de barrio siempre tienen su personalidad propia. Estamos perdiendo todo eso en favor de la mercantilización de las experiencias cotidianas. Nos falta autenticidad.

—Tienes razón, deberíamos valorar más lo auténtico, en la vida y en las personas—lanzó, sin medir hasta qué punto la otra podría interpretar sus palabras—. Pero así es como funciona el mundo ahora, ¿no?

—No todo el mundo, hay que saber elegir a quién dejamos acercarse a nosotras. —Sara ya había notado el ánimo de la rubia y aprovechó la oportunidad—. Y ahora que sale el tema... Sé que habíamos quedado para charlar sobre la fundación y que me dejases tu currículo para hacer alguna colaboración desde Madrid, como por ejemplo lo de pasado mañana, pero...

—A ver, un té verde por aquí y un batido de fresa especial por acá. —Pelayo dejó las bebidas sobre la mesa, ellas se lo agradecieron y las volvió a dejar solas.

—Como te iba diciendo —la pelirroja retomó el hilo—, quería hablar de algo, más bien prevenirte, porque me pareces una buena chica.

—Adelante. —La Luisi desafiante y enfadada ganaba en seguridad.

—Es sobre Amelia.

—La conoces, ¿verdad?

—Sí, la conozco —Sara reaccionó rápido, a pesar de que aquella pregunta la había tomado desprevenida—. Demasiado para mi propio bien. No te puedes imaginar cómo es.

—Bueno —la rubia levantó las cejas en un gesto mezcla de suspicacia y suficiencia—, es una buena amiga.

—Lo sé. Anoche, cuando hablamos de ella, pensé que solo era atracción, que te estabas descubriendo a ti misma. Pero luego vi cómo la mirabas... Y, después de dejarte en tu casa, até cabos. Hazme caso, Luisita, yo ya he pasado por ahí.

—¿Qué quieres decir? —El interés le pudo y sus recelos cayeron.

—Me refiero a que estuve en tu lugar, Amelia es muy atractiva y sabe explotarlo, es una seductora. No paró hasta que consiguió meterse en mi cama y luego apareció su verdadera cara, la fría y manipuladora. Empezó a exigirme regalos caros, incluso insistió en que le regalase unos billetes a Roma.

ContigoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin