Capítulo 13

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Afuera, el bar comenzaba a animarse con la caída de la noche y había tanto ruido, entre la algarabía de voces y el sonido de la música, que era complicado comunicarse. Pero no tanto como en el interior del despacho, donde los problemas para establecer ese mínimo de comunicación eran otros, más profundos y, en cierto modo, más oscuros.

—¿Me perdonas? —susurró Amelia, pero Luisita ni la miró.

La morena fue la primera en atreverse a pronunciar palabra desde que María se había ido, y sabía que lo justo era que empezase ella después de cómo habían acabado las cosas la vez anterior.

—He sido una estúpida y me he portado fatal contigo.

—Ya, bueno —Luisi se encogió de hombros, triste y molesta al mismo tiempo—. No tienes por qué disculparte, no es como si fuésemos amigas.

—Ay, eso... —se lamentó por sus palabras y el obvio efecto dañino que habían tenido—. Ante todo y a pesar de todo, eres mi amiga. ¿Me puedes mirar un momento? —La rubia, con la barbilla bien alta, dirigió la mirada hacia ella—. Y pase lo que pase, quiero que sepas que siempre lo he sentido así, ¿de acuerdo?

—¿Y tú echas a tus amigas de tu casa sin venir a cuento?

—No, solo a mi mejor amiga cuando me siento tan mal que no soy capaz de controlar mi enfado y mi frustración y no quiero que ella me vea así.

—¿Estás diciéndome todo esto porque piensas que puedes perder las actuaciones aquí en el Kings? —Uno de los temores de Luisi se hizo presente—. Porque si es así, no te preocupes, que mi hermana es una empresaria de palabra.

—Me duele que pienses así de mí, pero supongo que me lo merezco. —Amelia tomó aire sin apartar la mirada de Luisita y dijo con la voz cargada de toda la sinceridad que fue capaz de reunir—: Aquella tarde, cuando entré en el Kings y me ofreciste cantar aquí, mi regalo no fue el contrato sino el volver a encontrarme contigo, porque tú has sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

—Si eso es cierto...

—Lo es —Amelia la interrumpió.

—Si eso es cierto —repitió algo irritada porque la hubiese cortado—, qué triste habrá tenido que ser todo para ti, teniendo en cuenta que lo que hago es tratar de organizarte la vida.

—No quería decir eso o sí, pero no es verdad.

—Ah, ¿que no trato de organizarte la vida? Gracias por avisarme, tendré que eliminarlo de mi currículum... —Volvía la Luisi sarcástica—. ¡Y de mi perfil de Instagram!

—Si ese currículum es para buscar amigas, deshazte de él, no lo necesitas. Me tienes a mí y no voy a dejar que nuestra relación se estropee por nada del mundo —al decirlo fue consciente de lo que eso implicaba y sintió un vacío absurdo en el pecho, como si se hubiese robado a sí misma la oportunidad de ser feliz.

—Eso igual es un poco... creído por tu parte, ¿no? ¿O es que piensas que no voy a poder encontrar una amiga que no me menosprecie ni me eche de su casa?

—Luisita... —Amelia se la quedó mirando, con la verdad de su corazón asomando en los ojos.

—No me mires así...

—Ese es el problema, que ya no sé mirarte de otra manera.

—Me has hecho daño —las defensas de la rubia se derrumbaron.

—Lo siento tanto...

Luisi dio una zancada, salvó el espacio que las separaba, y se abrazó a ella que la recibió entre sollozos con los brazos abiertos.

ContigoWhere stories live. Discover now