Capítulo 9

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Todo había sido un malentendido, un despiste en apariencia sin importancia pero que había tenido en vilo a Amelia durante algunos días. Y la causante había sido la nueva película de María, una comedia sobre el empoderamiento de la mujer, porque sí, en España hasta los asuntos más serios encuentran su vía de expresión a través del humor.

Pero gracia le había hecho poca a la actriz, por no decir ninguna, cuando se enteró de que por estar tan absorta en el rodaje había descuidado su papel como empresaria y había pasado por alto que el contrato de Amelia había llegado a su fin sin renovarse.

Había sido Luisi quien había dado la voz de alarma al darse cuenta, durante una conversación con la morena, que esta la noche siguiente la tenía libre y no iba a actuar.

Y, ese mismo día, María le había puesto remedio a la cuestión, ofreciéndole a la cantante un contrato por, al menos, otras diez actuaciones más, con las fechas a concretar como había ocurrido la vez anterior. Y Amelia había aceptado con los ojos cerrados, se sentía demasiado bien allí como para ponerlo en riesgo por detalles que podían ir hablándose sobre la marcha.

Una semana después de que sucediera eso, durante su descanso en el turno del hotel para merendar, estaba tomándose un café con Luisita en El Asturiano. La rubia se había escapado del Kings, aprovechando que era comienzo de semana y no había mucha gente, y había dejado a Miguel encargado de todo.

—Anda, mira —Luisi la interrumpió mientras le contaba la última anécdota del hotel—, si es Pablo. ¡Pablo! —lo llamó.

A unos cuantos metros, un chico que a Amelia no le pareció demasiado alto, ni siquiera demasiado guapo, se giró hacia ellas y le dedicó a Luisita una sonrisa que sí fue suficiente.

—Es el compañero del gimnasio —le dijo a la morena, mientras el tal Pablo se acercaba a ellas—. No veas lo que gana en bañador.

—Ayer me dejaste muy solo —soltó nada más llegar y Amelia lo catalogó inmediatamente de maleducado por no saludar.

—¡Anda ya! —Luisita lo empujó suavemente—. Si lo que te sobra es compañía.

—Ya, pero sin ti todo es mucho más aburrido. —En eso, la morena tuvo que darle la razón, sin ella el mundo pasaba a verse pixelado y con el contraste descompensado—. Prométeme que vas a venir mañana o si no, al menos, mándame un mensaje para avisarnos a mi soledad y a mí.

¡Qué cursi!, pensó Amelia. Y se habían dado los móviles ya, muy bien. A la cantante no le gustaba nada el nudo ardiente que le estaba calcinado el pecho, ella no era así, nunca antes lo había sido y no iba a empezar a serlo ahora. No quería, no se lo podía permitir.

—Luisita, perdona —interrumpió el tonteo mientras se levantaba—, me tengo que marchar.

—Pero, Amelia, espera un momento que te presente —le pidió la rubia.

—Otro día. —Sonrió por compromiso, pero no le dirigió ni una mirada a ninguno de los dos—. Ya nos veremos, adiós.

—Creo que tu amiga se ha enfado —dijo Pablo, al tiempo que descorría la silla contigua a la de ella y se sentaba.

—No creo. —Luisi, un poco descolocada, se quedó mirando la figura de Amelia mientras esta se alejaba de camino al hotel—. Conmigo tiene mucha paciencia, es un amor.

Le resultó extraña la reacción de la morena pero en ese momento no le dio más vueltas y se centró en su conversación con Pablo. Como le había dicho a Amelia, ese chico le gustaba aunque había algo que no terminaba de encajar y, por eso, quería conocerlo mejor. Además, parecía evidente que el interés era mutuo.

ContigoWhere stories live. Discover now